domingo, 27 de julio de 2008

LOS CRONOCRÍMENES - NACHO VIGALONDO


LA EXCENTRICIDAD RECUPERA LA CONDICIONAL

Eloy Domínguez Serén

No sabemos si Nacho Vigalondo ha encontrado su inspiración en el célebre caballo de Espartero, pero no hay duda de que este intrépido director-guionista-actor-cantautor-blogueroha logrado con su descaro, persistencia y moral alcoyana abanderar un nuevo modelo de cineasta propio del siglo XXI. Vigalondo se ha tomado al pie de la letra la filosofía ‘juanpalomiana’ y tras sus venturas y desventuras como guionista televisivo y cortometrajista le llegó el bombazo de 7:35 de la Mañana (2003), cortometraje que le abrió las mismas puertas con las que antes le habían golpeado en las narices. Ha sido tal el tirón del cortometraje nominado al Oscar en 2004 que todavía cuatro años más tarde sigue coleando por diferentes festivales y proyecciones nacionales e internacionales. Sin ir más lejos, un servidor ha sido testigo de un irónico suceso durante uno de mis frecuentes paseos por la Piazza Duomo de Milán hace apenas una semana. En un lateral de la misma, compartiendo protagonismo con la mismísima catedral de Santa Maria Nascente, las imponentes galerías de Vittorio Emanuelle II o el Palazzo Reale, se erguía una pantalla gigante (exactamente la misma de la que unas noches atrás intentaba alejarme a toda prisa tras comprobar cómo Fàbregas había puesto de muy mal humor a los 11.000 tifosi que rodeaba al centenar de españoles del que yo formaba parte) en la que se proyectaba precisamente el surrealista e irreverente 7:35 de la Mañana. Por enésima vez he podido disfrutar de la singular coreografía ideada por el ingenio de Vigalondo. Por cierto, también los milaneses que se habían acercado hasta la plaza parecían disfrutar más viendo las peripecias del cántabro que el juego de la ‘azzurra’.

Sin embargo, y a pesar de los reiterados portazos en las narices a los que hacía referencia anteriormente, el olfato del de Cabezón de la Sal (¿premonición?) para las historias de éxito seguía intacto y tras una peculiar miniodisea de casi cuatro años ha logrado llegar sano y salvo a su Ítaca particular con su primer largometraje, Los Cronocrímenes (2008), abriéndose camino en un barrizal del que pocos logran salir con semejante donaire. Y quién sabe si, de paso, la mecha encendida por el cántabro acabará por hacer saltar por los aires los barrotes de regaliz rancia de la celda en la que permanece recluída una expectante hornada de jóvenes aspirantes a cineastas, que podrían haber hallado en el versátil coautor de la popular canción ‘Me huele el pito a canela’ un extravagante modelo a quien tratar de emular. Y es que Vigalondo no ha tenido otra alternativa que roer y empacharse de esa regaliz durante años para poder hallar una minúscula rendija que le permitiese asomar la cabeza a un empinado pasillo de celuloide. Al igual que en los films de Frank Darabont, en toda prisión siempre han compartido porra carceleros buenos, feos, malos y malignos, y en esta ocasión el fugitivo Vigalondo ha tenido la fortuna de toparse con algún simpatizante de Tom Hanks en la presentación de la cinta en la última edición del cada vez menos independiente festival de Sundance. Una suerte para este Papillon postmoderno, ya que es posible que en esta enésima prueba herculiana tal vez ni siquiera su gran ingenio o su canallería lo habrían ayudado a descubrir cuál de las puertas contradictorias [como aquellas de la nostálgica Dentro del Laberinto (Labyrinth, Tim Henson, 1985)] del particular Alcatraz cinematográfico español le habría evitado acabar directamente en el patíbulo. Todavía no conocemos las verdaderas intenciones del amigo americano que ha hecho posible la llegada de ‘Los cronocrímenes' a nuestras salas (por ahora, eso sí, se ha reservado los derechos para poder llevar a cabo un remake 'a la americana'), pero al menos ha devuelto la libertad condicional a la excentricidad en el cine español, haciendo las delicias de aquéllos que en su día disfrutaron con las primeras obras de Álex de la Iglesia, los excesos de Juanma Bajo Ulloa o el peculiar universo estético de Javier Fesser.

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