jueves, 30 de abril de 2009

LA VERGÜENZA (2009) de David Planell


EL ETERNO TEMOR AL QUÉ DIRÁN

Eloy Domínguez Serén

¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para evitar ser objeto de habladurías? ¿En qué grado subordinamos nuestras decisiones al temor al qué dirán? ¿A qué renunciaríamos con tal de no reconocer nuestro fracaso? Tras colaborar con Gracia Querejeta en la escritura del guión de Siete mesas de billar francés, el realizador David Planell debuta en el largometraje con La vergüenza, vencedora de la Biznaga de Oro en la última edición del Festival de Málaga.

Pepe (Alberto San Juan) y Lucía (Natalia Mateo) son un joven matrimonio acomodado. Ambos han adoptado a Manu (Brandon Lastra) apenas un año antes y, desde entonces, los problemas en la pareja se han agudizado hasta el punto de convertir su propio hogar en un auténtico infierno. La paternidad les viene grande y han perdido completamente el control de la situación. Absolutamente desbordados, acuerdan “devolver” al niño. Sin embargo, les atemoriza la reacción de quienes les rodean, el eterno miedo al qué dirán.

La vergüenza plantea una propuesta ambiciosa y atractiva que, sin embargo, se desinfla a medida que avanza el metraje del film. La narración se desarrolla a trompicones de inicio a fin. La excesiva dosis de moralina que Planell introduce en la cinta es contraproducente por explícita y la irrupción en escena de la madre biológica de Manu frustra el desarrollo de lo que más nos interesa de la historia: la relación de dos personas adultas empeñadas en ocultar a todo el mundo lo autodestructiva que es su relación.

Si las grandes virtudes de los cortometrajes de Planell había sido la austeridad de su puesta en escena y la frescura y tenacidad de los largos e intensos parlamentos de sus personajes, en La vergüenza la repetición de este patrón juega en contra de la narración. Así, a menudo tenemos la sensación de asistir a una torpe obra de teatro en la que sobra demasiada verborrea.

A pesar de ser propuestas completamente diferentes, se hecha de menos la ironía, inteligencia y fluidez de anteriores cintas de Planell como Carisma o Ponys, ambas protagonizadas también por Natalia Mateo. En Ponys, de hecho, el montaje fue realizado por Daniel Sánchez-Arévalo, otro cineasta que dio el salto al largo tras hacerse un importante nombre en el mundo del cortometraje. La ópera prima de Sánchez-Arévalo, Azuloscurocasinegro (2006), era una obra completa, ágil y equilibrada, exactamente las características que se echan de menos en La vergüenza.


Ficha técnica y artística

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viernes, 24 de abril de 2009

25 KILATES (2009) de Patxi Amezcua


TOMA LAS JOYAS Y CORRE

Eloy Domínguez Serén

No deja de tener gracia eso de que cierta película “es buena para ser española”. Comprendo los motivos que han hecho de esta irónica expresión una recurrente (y simplona) crítica benévola, pero considero necesario, al menos, limitar su uso. Al fin y al cabo, una película es buena o no, nos gusta o no, está bien hecha o no; independientemente de cuál sea su bandera.

En este sentido, es imprescindible erradicar de una vez por todas los prejuicios y recelo que el público español mantiene respecto a nuestro cine. Rechazo la idea de privilegiar un film por ser español, pero aún más el desdeñarlo por haber sido realizado en nuestro país.

Como público, tenemos el derecho y la obligación de exigir a nuestra industria cine de calidad, pero, del mismo modo, no debemos eximirnos de premiar el trabajo bien hecho. Tal vez peque de idealista, pero me gusta pensar que, a pesar de todo, el espectador tiene aún la última palabra. Por ello, trataré de referirme a 25 kilates, excepto en lo estrictamente necesario, no como una película española, sino como una película.

El largometraje del debutante Patxi Amezcua es un cinta plagada de virtudes, pero sujeta a una serie de inconvenientes que merman el resultado final de la obra. Así, un final precipitado y poco sostenible y una trama astuta, pero poco efectiva, ensombrecen el desarrollo de un film ágil, serio y estilizado.

Uno de los puntos fuertes de la película de Amezcua es la elección de un reparto equilibrado y creíble, formado por actores poco conocidos pero absolutamente convincentes. La labor del amplio elenco de intérpretes que protagonizan las diversas subtramas es intachable, especialmente en el caso de los tres personajes principales, encarnados por los experimentados Francesc Garrido, Aída Folch y, sobre todo, Manuel Morón, espléndido en su papel de patético timador abocado al fracaso.

Pero, sin duda, lo mejor de 25 kilates es la elaboración de unos diálogos veraces, moderados, eficaces, precisos, exentos de la artificiosidad y el exceso de verborrea característicos de este tipo de thrillers. No en vano, el guión viene firmado por el propio Amezcua, quien se formó como guionista en Los Ángeles.

Cada obra cinematográfica es concebida con una serie de propósitos, expectativas y metas que satisfacer y, en este caso, Patxi Amezcua sabe estar a la altura. Todo un logro para un director novel.


Título 25 kilates

Dirección y guión Patxi Amezcua

País España

Reparto Francesc Garrido, Aida Folch, Manuel Morón, Joan Massotkleiner, Héctor Colomé, María Lanau

Producción José Nolla y Quique Camín.

Música Francis Amat.

Fotografía Sergi Gallardo.

Montaje Lucas Nolla.

Dirección artística Lu Mascaró.

Vestuario Marta Wazinger.

Duración 86 min

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viernes, 17 de abril de 2009

DÉJAME ENTRAR / CRIATURA DE LA NOCHE - Låt den rätte komma in (2008) de Tomas Alfredson


ENTRA Y QUÉDATE

(PARA SIEMPRE)


Eloy Domínguez Serén

Hay algo realmente inquietante y lúgubre en la historia de amor desesperado de Déjame entrar (Lat den ratte coma in, 2008), y no me refiero a lo tétrico de la insólita pareja protagonista: ella, Eli, una escuálida y melancólica chupasangres eternamente preadolescente; él, Oskar, un atormentado chiquillo psicópata en latencia. Lo que me turba, en realidad, de esta sobrecogedora relación, es la fascinante ambigüedad del personaje femenino. Físicamente aparenta doce años, sin embargo, como todo vampiro, puede que tenga esa edad desde hace siglos. Lo único seguro, por lo tanto, es que nos hallamos ante una adulta confinada en el cuerpo de una niña. ¿Puede, por lo tanto, amar una adulta a un muchacho que sí tiene doce años?

Esto me lleva a pensar en Hakan, el sombrío lacayo de la afligida vampiresa. Todo indica que también este quincuagenario se habría enamorado de Eli cuando él tenía la actual edad de Oskar y, durante décadas, se habría dedicado a abastecer de sangre a la insaciable vampiresa. Ahora Hakan, al que Eli trata con desdén, se ha vuelto viejo, imprudente e inepto. Ya no es útil. Alguien debe sustituirlo… ¿Quién mejor que un chiquillo perturbado dispuesto a todo por amor?

¿Amor, egoísmo, manipulación? Ella lo necesita a él para sobrevivir. Él, por su parte, la necesita a ella para aferrarse al último resquicio de cordura que pueda anclarlo al mal llamado mundo real. De hecho, ambos protagonistas se salvan mutua y literalmente la vida el uno al otro en dos feroces escenas del film. Ella no puede huir sin él y él estaría perdido sin ella. ¿Equivale amor a dependencia o necesidad?

Cuando hablo de la ambigüedad de Eli no puedo evitar referirme también al aspecto sexual. No obstante, ella advierte a Oskar que no es “una niña”, en una confesión sublime que pone de manifiesto que Eli no es ni humana, ni adolescente, ni fémina. De hecho, en un fugaz plano, podemos ver una enorme cicatriz en la pelvis sin vagina de la “chiquilla”. La magnífica sensibilidad e inteligencia con la que el realizador Tomas Alfredson aúna en esta terrorífica cinta temas como el vampirismo, la homosexualidad, la exclusión, la desestructuración familiar, la violencia o la intolerancia, dotan de un hermoso lirismo trágico a una obra que habla, por encima de todo, de la soledad de quien se siente diferente.


Título original Lat den ratte coma in

País Suecia

Dirección Tomas Alfredson

Guión John Ajvide Lindqvist

Fotografía Hoyte Van Hoytema

Montaje Tomas Alfredson y Dino Jonsater

Reparto Kare Hedebrant, Per Ragnar, Lina Leandersson, Henrik Dahl

Duración 114 minutos

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miércoles, 15 de abril de 2009

EL EFECTO RASHOMON (1/8)

EL EFECTO RASHOMON

Perspectivas múltiples, historias cruzadas y otras discontinuidades narrativas.

Julio C. Piñeiro

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En los últimos años, se han estrenado bastantes películas, con mayor o menor éxito, caracterizadas por el uso de una estructura narrativa discontinua, por saltos, ya sea en la línea temporal o en el punto de vista, según una multitud de modalidades distintas. Tras el éxito a nivel popular de Reservoir Dogs y Pulp Fiction, a comienzos de los noventa, vinieron Paul Thomas Anderson, claro heredero de la narrativa de Robert Altman, la aclamada trilogía del mejicano Alejandro González Iñárritu y la culminación con el Oscar concedido a Crash en 2006.

Pero yo me hago una pregunta: ¿qué orígenes tiene este tipo de narración tan particular, que hasta ha sido homenajeado/parodiado en episodios de Los Simpson después de hacerse tan popular? ¿Cuáles son los auténticos orígenes de las películas de historias cruzadas, estructura temporal discontinua y narración desde múltiples perspectivas?

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miércoles, 8 de abril de 2009

SEÑALES DEL FUTURO / PRESAGIO / CUENTA REGRESIVA - Knowing (2009) de Alex Proyas


QUE EL FIN DEL MUNDO

TE PILLE BAILANDO


Eloy Domínguez Serén


Cada vez me interesan menos las películas apocalípticas. De hecho, suelen aborrecerme y, finalmente, irritarme; sobre todo si son americanas. Siempre me ha exasperado la obsesión de los yanquis porque uno de los suyos sea El Elegido para evitar el fin de los días. Es más, suelo ponerme muy nervioso y, en ocasiones, violento, cada vez que escucho a un actor afirmando con semblante trascendental, casi catatónico, aquello de “tengo que salvar el mundo”.

Por ello, suelo necesitar una tila doble tras contemplar durante dos horas al Willis, Schwarzenegger, Smith o Quaid de turno encarnando a improbables astronautas, polis, científicos, o fantasmas en general en cuyas manos se halla el futuro de la humanidad.

Por el contrario, sugiero algo más “americano” como Harrison Ford o Bill Pullman negociando con los Cuatro Jinetes del Apocalipsis recortes en los tipos de interés por el arrendamiento del planeta azul mientras haya petróleo o, en su caso, un acuerdo bilateral para la recalificación de terrenos protegidos en la superficie marciana.

Sin embargo, si hay algo que tienen en común todas las llamadas ‘disaster movies’ es la absoluta irrelevancia de los líderes mundiales gestionando asuntos como el fin del mundo, etcétera. En estas cintas los presidentes de las grandes potencias mundiales suelen ser personajillos que hacen acto de presencia de vez en cuando en los monitores de bares, supermercados o gasolineras, con cara de “no sabe, no contesta”.

Eso sí, con una excepción: Morgan Freeman. De hecho, Barack Obama no es primer presidente afroamericano de los Estados Unidos, antes ya lo había sido el sabio de Freeman, quien, a su vez, también ha sido Dios. Por una vez me gustaría que la tierra fuese salvada por… un macedonio, por ejemplo.

Dentro de mi ‘top ten’ de “cosas que odio en el cine” también se incluyen esos pomposos epílogos hollywoodienses, con los que Alex Proyas parece empeñado en castigarnos. Pues bien, por si fuera poco el epílogo cursi de la notable Dark City (1998), el cineasta vuelve por sus fueros con una aberración similar en Señales del futuro (Knowing, 2009), esa película que tendría que estar criticando en estas líneas y sobre la que no he dicho (en apariencia) una sola palabra. A buen entendedor… Señores productores yanquis… ¿Para cuando una ‘disaster movie’ donde nuestro planeta es devastado por una gigantesca hipoteca subprime?


Director Alex Proyas

Guión: Stiles White, Juliet Snowden, Alex Proyas y Stuart Hazeldine

Reparto Nicolas Cage, Rose Byrne, Chandler Canterbury, Lara Robinson

Producción Todd Black, Jason Blumenthal, Steve Tisch y Alex Proyas

Música Marco Beltrami

Fotografía Simon Duggan

Montaje Richard Learoyd


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