sábado, 31 de octubre de 2009

EL IMAGINARIO DEL DOCTOR PARNASSUS - The Imaginarium of Doctor Parnassus (2009) de Terry Gilliam




MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES
Eloy Domínguez Serén


Sin lugar a dudas, Terry Gilliam posee dos notables cualidades que lo han proyectado como director de culto en determinados círculos cinematográficos. Por una parte, una capacidad creativa desbordante. Por otra, un feroz instinto de supervivencia. Ambas virtudes, determinantes en el temperamento indómito del cineasta, han sido imprescindibles para que El Imaginario del Doctor Parnassus no haya tenido el mismo fin que el frustrado The Man Who Killed Don Quixote, cuyo accidentado y delirante rodaje interrumpido una semana después de su comienzo se recogió en el recomendable documental Lost In La Mancha (2002).
La leyenda de ‘director maldito’ de quien en su día había sido miembro de los Monty Python no hizo más que acentuarse la noche en que el malogrado actor australiano Heath Ledger fue hallado sin vida en su apartamento de Manhattan en plena fase de rodaje de El Imaginario del Doctor Parnassus. Esta circunstancia extrema, aunque no es inédita, podría haber echado por tierra cualquier proyecto. Sin embargo, el director de Doce Monos ha logrado salvar esta trágica adversidad de un modo magistral.
Así, el personaje de Tony es representado a lo largo del film hasta por cuatro actores diferentes, además de Ledger, Jude Law, Colin Farell y Johnny Depp, este último fantástico durante los pocos minutos en los que participa en la cinta. De hecho, el propio Depp hace referencia durante su discurso, en clara alusión a Ledger, a la inmortalidad de aquellas estrellas que adquieren carácter de mito a raíz de su inesperada muerte. Los geniales Christopher Plumier y Tom Waits completan el reparto de lujo de esta película.
El controvertido cineasta despliega todo su ingenio y extravagancia en la creación de un particular universo onírico, retratado a menudo con maestría en espectaculares tomas en gran angular. No obstante, esa misma inventiva de la que hace gala Gilliam acaba por condenarlo en su empeño por explotar una artificiosidad tan fantástica (en todas sus acepciones) como vacua, en la que las notas dominantes son el exceso y la ostentosidad y toda la majestuosidad visual de la que hablamos se pone a disposición de una historia absurda, pretenciosa y disparatada, cuya trama deja bastante indiferente.
Una vez más, Terry Gilliam demuestra que su imaginario es ilimitado, pero ni siquiera la fascinación estética de este film evita que naufrague en las aguas del “mucho ruido y pocas nueces”.
Título: El imaginario del Doctor Parnassus
Titulo original: The Imaginarium of Doctor Parnassus
Nacionalidad: Francia / Canadá / Inglaterra
Director: Terry Gilliam
Guión: Terry Gilliam y Charles McKeown
Intérpretes: Heath Ledger, Johnny Depp, Colin Farrell, Jude Law, Christopher Plummer, Lily Cole, Tom Waits, Verne Troyer
Música: Jeff Danna y Mychael Danna
Fotografía: Nicola Pecorini
Montaje: Mick Audsley
Duración: 122 min

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jueves, 29 de octubre de 2009

SEMINCI 2009 - DOC-MUSIC





TIEMPO DE MÚSICA

Julio C. Piñeiro

Como en cada edición, la cuidada y variada selección de documentales la podemos encontrar dentro de la sección Tiempo de Historia, aunque esta vez, hay una importante presencia de la música y sus diferentes temáticas.
Historia de un grupo de rock, proyección especial fuera de concurso, es la primera propuesta documental del cineasta vasco Juanma Bajo Ulloa (director de la mítica Airbag o más recientemente Frágil). Todo empezó cuando éste recibió el encargo por parte de Mariano Casanova, cantante y alma del grupo de rock zaragozano Distrito 14, de grabar su último concierto, con el que ponían punto y final a 26 años de carrera. Una carrera con altibajos, de proyección internacional (vemos sus grabaciones y conciertos en EE.UU. o Cuba), nacida dentro del boom de los '80, pero que nunca llegó a tener ese explosión definitiva a la fama, que sí han tenido otras formaciones a las que, musicalmente, no les tiene nada que envidiar.
Muy pronto, Bajo Ulloa se dio cuenta de que ese concierto, inicialmente previsto para lanzar en DVD junto al último disco, se iba a convertir en una película. La verdad es que alterna diferentes tipos de material a lo largo del metraje, desde el concierto, las entrevistas íntimas y personales, e interesantes imágenes de archivo. El planteamiento adoptado por el cineasta es diametralmente opuesto al del fenómeno Spinal Tap y a todo lo que aquel supuso. La principal premisa del documental es la contraposición del concepto de éxito como realización personal, como el haber hecho lo que uno quería, con respecto a la idea de éxito más extendida en el imaginario occidental, sobre todo en cuanto a la música: superventas, discos de platino o conciertos multitudinarios en todo el mundo, aparte ya de los rancios tópicos del sexo salvaje y promiscuo, las drogas como fuente de energía y el vivir peligrosamente porque sí.


Las características audiovisuales más destacadas son una realización muy particular, presente sobre todo en las entrevistas, donde 'descompone' a los entrevistados, a las personas, en pequeños y numerosos planos detalle, como buceando en sus interiores, y de esta manera los testimonios y las anécdotas que éstos cuentan resultan más profundos, cálidos y cercanos. Por otra parte, un hábil montaje, con la base del propio concierto alternado con las entrevistas y con el material de archivo, que va logrando una emoción progresiva, llegando a un clímax, el final del concierto, equiparable al que se produce al ver al “olimpo” de los músicos en el número final de El último vals, de Martin Scorsese.
En definitiva, Historia de un grupo de rock es un homenaje a Distrito 14, y por extensión a todos esos grupos que suenan en la radio, nos resultan agradables, pero no identificamos, que les ha faltado un pequeño empujón para alcanzar la celebridad, pero que ni mucho menos carecen de éxito, ya que han hecho realmente lo que han querido y lo que les ha gustado. El propio Juanma Bajo Ulloa afirmaba que, de alguna manera, está dialéctica está también presente en su carrera de cineasta, en la que ha habido grandes momentos y también lagunas, pero que nunca se ha entregado realmente a la industria y a los cánones que esta impone, siempre ha preferido realizar sus proyectos personales, lo que le gustaba. No ha hecho todo lo que ha querido, pero sí ha querido todo lo que ha hecho. ¿Acaso no es mejor este éxito que la fama?

It might get loud supone la consagración de su director, David Guggenheim, ganador del Oscar en 2007 por el documental Una verdad incómoda, que con las series de TV ha tenido la cal (Deadwood) y la arena (el inexplicable remake de Melrose place), y sus largometrajes (Rumores que matan, Grace) no terminaron de convencer.
Para esta ocasión, el cineasta juntó a tres de los mejores guitarristas de la historia del rock: Jimmy Page (Led Zeppelin), The Edge (U2) y Jack White (The White Stripes y actualmente The Dead Weather), tres generaciones, tres estilos, tres propuestas bastante diferentes entre sí, pero al fin y al cabo, tres virtuosos con interesantes puntos en común. Con ellos organiza una 'cumbre' intimista de la guitarra, y mete a los tres dentro de un viejo almacén con sofás y amplificadores.
Se trata del relato de la búsqueda de un sonido inigualable y personal, de llegar a conseguir que el espectador escuche lo que ellos escuchan en su mente. A la hora de buscar su propia senda, si fijaron en lo que había en la época en la que empezaron, se intentaron quedar con lo que les gustaba, pero sobre todo, lo que tenían muy claro era lo que no les gustaba, a lo que no se querían parecer. Page huyó a toda costa del pop meloso imperante en los '60, The Edge se desmarcó de los solos interminables y megalómanos característicos de los '70 y White manifestó su aversión por el predominio del bajo de mediados de los '80.
El director se sirve de material muy variado (imágenes de archivo, situaciones creadas y hasta animaciones), y construye un puzzle con las filias y fobias de estos virtuosos, haciendo hincapié en sus fantasmas personales. Es indescriptible la sensación de Page cuando viaja de nuevo al lugar donde compuso Stairway to Heaven, el arraigo que el conflicto irlandés tiene en las entrañas de The Edge (germen de la mítica Sunday bloody sunday) o la obsesión enfermiza por la música que asola a Jack White desde niño, como se puede ver en la animación que recrea la 'habitación-estudio' que se montó en su temprana adolescencia.
La experimentación e innovación continua de Jimmy Page, la búsqueda minuciosa del sonido perfecto de The Edge y la actitud punk constante de Jack White confluyen en un soberbio clímax final, esa jam-session en la que acaban tocando juntos un tema ideal para la ocasión: The Weight, de The Band: ¿os suena?

Destacar asimismo otras interesantes propuestas, como El sistema, documental de los alemanes Paul Smaczny y Maria Stodtmeier, en la línea de El milagro de Candeal de Trueba, que nos lleva a las escuelas de música creadas por José Antonio Abreu en las zonas desfavorecidas de Caracas, cambiando la vida de miles de niños. Y Pianomania: en busca del sonido perfecto, en el que los también alemanes Robert Cibis y Lilian Franck nos traen a la luz una figura siempre anónima pero imprescindible: la del afinador de piano, con su minuciosidad y perfeccionismo sin parangón.

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miércoles, 28 de octubre de 2009

SEMINCI 2009 - SEPTIEMBRE DEL '75 (2009) de Adolfo Dufour




HOMENAJE A UNA LUCHA INCANSABLE

Julio C. Piñeiro

La sección documental de la SEMINCI, Tiempo de Historia, se ha constituido siempre como un atril donde puedan expresar su voz los olvidados, aquellos que nunca coparán la actualidad informativa aunque sus causas claramente lo merezcan.

Éste es el caso de la familia Baena y, en concreto, de Flor Baena, hermana de uno de los cinco últimos ejecutados por el régimen franquista, el vigués militante del FRAP Xosé Humberto Baena. La lucha incansable de Flor Baena y su familia por limpiar el nombre de su hermano todavía continua, pese a esa Ley de Memoria Histórica que no es más que un quimérico e insuficiente remendón a esa verdad a medias que fue la Transición, cuya principal premisa fue hacer del olvido una virtud. Esa es la principal razón de ser del documental denunciante y reivindicativo Septiembre del '75, cuyo director, Adolfo Dufour, equiparó a Flor Baena con las sí célebres madres de la Plaza de Mayo.

Pronto se puede apreciar un arduo y minucioso trabajo de investigación, que se hace ver mediante la inserción de documentos oficiales, periódicos, cartas, etc. Con todo ello, el documental arroja una luz impecable sobre aquello que todos saben pero pocos se han atrevido a profundizar y mucho menos a relatar: las cinco últimas condenas a muerte del franquismo, que fueron a parar a tres miembros del FRAP y dos de ETA, se decidieron literalmente a dedo, ya el número de condenas, como sus destinatarios, como necesarios (para el régimen que daba sus últimos coletazos) chivos expiatorios ante la avalancha de violencia, recíproca, existente durante esos meses, que acabó con la muerte de tres miembros de los cuerpos de seguridad del Estado.

Parafraseando a Esquilo, la violencia es el germen del mal. He aquí la idea controladora del documental. Trata tres niveles de violencia progresivamente y consecuentemente engendrados: la violencia represiva del Estado ante cualquier movimiento reivindicativo o insurgente, la violencia con la que contesta el FRAP cuando toma la controvertida decisión de pasarse a la lucha armada, y finalmente, la pena de muerte, no sólo en este caso concreto sino en cualquier tiempo y lugar.

A partir de testimonios que nos ponen la piel de gallina, cuyos relatores parecen haber vivido el día anterior, nos describen las aberraciones de ese Consejo de Guerra Sumarísimo que acabó con esas cinco ejecuciones: la falta total de garantías, la negación a aceptar cualquier tipo de pruebas (muchas de la cuales hubiesen probado la inocencia de Xosé Humberto), y la aleatoriedad con que se se determinó quienes serían los cabezas de turco.

Ni la insistencia de la familia, que en un acto desesperado se dirigió por correspondencia al mismo Príncipe Juan Carlos, contestando éste que estaba fuera de sus manos; ni la fuerte presión extranjera, con protestas en toda Europa, retirada de embajadas o incluso una llamada personal del Papa Pablo VI al mismo Franco la noche anterior a la ejecución, fueron capaces de lograr el indulto. Mientras tanto, por las calles españolas imperaba ese clima de miedo, miedo a un régimen que quería morir matando, que se le iba el país de las manos. Así pues, cobran una connotación aún más fuerte las archiconocidas imágenes de la intervención de un Franco moribundo en la plaza de Oriente, coreado por cientos de incondicionales (o simplemente gente intimidada por ese clima de miedo), y defendiéndose, a duras penas, con temblores ya evidentes, de todas las acusaciones y condenas extranjeras, alegando todavía a esas alturas los caducos y pueriles postulados de la conjura masónica y la conspiración comunista.

La familia Baena todavía no ha conseguido justicia, pero lo seguirán intentando hasta el final. Tanto su incansable y valiente lucha como el arriesgado empeño de Dufour por enseñársela al público, en una coyuntura política que intenta huir, al contrario que en otros países, de las representaciones críticas del pasado más reciente, fueron dignos merecedores de unos calurosos y sinceros aplausos.

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martes, 27 de octubre de 2009

SEMINCI 2009 - EL ERIZO - Le hérisson (2009) de Mona Achache


SOÑADORES EN LA FAUNA

Julio C. Piñeiro

Esta producción francesa, dirigida por la debutante Mona Achache, ha tenido una gran acogida en el festival vallisoletano desde el momento de su estreno, dentro de la Sección Oficial, y se constituye como una firme candidata a la Espiga de Oro.

Se trata de una adaptación libre de la aclamada novela de Muriel Barbery, La elegancia del erizo. En la rueda de prensa posterior al estreno en el Teatro Calderón, el pasado sábado, en la que la realizadora estuvo acompañada por la actriz protagonista, Josiane Balasko, afirmó que, al tratarse de una novela muy literaria, valga la redundancia, se tomó la adaptación como un reto. Su intención fue conservar el espíritu de la primera lectura, esa que nos coge por sorpresa, desnudos, que no da apenas tiempo a analizar todos sus entresijos.

Lo que más le llamó la atención del libro original fue el trío protagonista: la joven Paloma (Garance Le Guillermic), la entrañable portera Renée (Josiane Balasko) y el enigmático nuevo inquilino japonés, el señor Ozu (Togo Igawa). Y precisamente en ellos establece los pilares de la narración. Contrapone desde el primer momento a estos tres individuos, introvertidos pero con un gran equilibro interno, con su aburguesado y cínico entorno, formado por seres aparentemente extrovertidos y abiertos pero con un mundo interior totalmente patas arriba.

La pequeña Paloma, desencantada de este mundo en el umbral de la infancia, graba con su cámara casera (versión audiovisual del diario en la novela) a toda la gente que le rodea, sus familiares, sus vecinos, como animales deambulantes por la sabana, como un pez rojo dando vueltas y vueltas en la pecera, metáfora esta última que la directora ha tenido el detalle de representar visualmente, dándole un plus de significación, sobre todo con su reaparición hacia el final del metraje, con una cierta intención anticipatoria. Son precisamente Renée y el señor Ozu los únicos que parecen escapar a esa inquietante tónica dominante, como erizos con duras púas pero sensible y frágil abdomen.

La directora impregna de onirismo y poesía, sin prescindir del necesario aroma revelador, un universo cotidiano encerrado en un edificio que actúa como un cuarto personaje, escondite de sus personajes ante la calle que se presenta como un vivero de aventura pero a la vez peligro, con terribles consecuencias. Crea una fábula atemporal en la que convergen una trayectoria iniciática, la de la niña curiosa e inteligente en los albores de la brecha de la adolescencia, con una concepción radical de la muerte como solución a la vida que le espera, la adulta, que le causa pavor; pero bajo su mirada se nos muestra otra trayectoria, de segundas (o últimas) oportunidades, con el encuentro de dos viudos, solitarios y soñadores que se resisten a caminar solos hacia la vejez. La inesperada resolución de esta segunda trayectoria funciona a modo de homilía para la pequeña Paloma, que de esta manera reinterpreta en un sentido más prudente los conceptos de la vida y la muerte que a su temprana edad ha desarrollado.

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lunes, 26 de octubre de 2009

SEMINCI 2009 - BUSCANDO A ERIC - Looking for Eric (2009) de Ken Loach


NO ES UN HOMBRE, ES CANTONA

Julio C. Piñeiro


Buscando a Eric inauguró el pasado viernes la 54º edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, proyectándose fuera de concurso dentro de la Sección Oficial. A continuación tuvo lugar una rueda de prensa a la que acudieron Paul Laverty, guionista habitual de Loach, y los actores Steve Evets y Stephanie Bishop, protagonistas del film junto al ex-futbolista francés Eric Cantona.

Todo surgió cuando Eric Cantona les propuso a Loach y Laverty, futboleros manifiestos, diferentes ideas para una película en la que él aparecería. Y viendo el resultado, la verdad es que el ex del United ha nacido para algo más que para fútbol. Ya enseñó sus dotes para el espectáculo propiamente dicho (si consideramos que sus acciones en el campo son sólo deporte) en recordadísimas superproducciones publicitarias de marcas deportivas, en las que, ya fuese como capitán y estandarte de una envidiable selección de cracks, o como maestro de ceremonias en la exhibición de posteriores generaciones de dioses del fútbol, derrochaba un carisma y un magnetismo sin igual. Vamos, lo que se dice un auténtico showman.

Se trata de la primera propuesta primordialmente cómica del realizador británico, indiscutible avatar del cine social, político y combativo de calidad. Precisamente a algunos les ha chocado que el tándem director-guionista haya escogido precisamente este momento de crisis para cambiar de registro y ofrecer una visión optimista. Pero, lejos de lecturas políticas sólo pretendidas por una voluntad sensacionalista, este optimismo (que de alguna manera está presente en toda su filmografía en forma de consecución de una estabilidad aceptable) no es ni mucho menos gratuito y escapista, sino que parte de un problema real, personal e intimista, posiblemente más intenso y, por supuesto, universal, que muchos problemas sociales y políticos concretos.

El protagonista, Eric Bishop, cartero de Manchester y forofo del United, está pasando por un mal momento sentimental y familiar, al que responde arisco y encerrado en sí mismo. Hasta que aparece su ídolo y tocallo, el mismísimo 'The King' Cantona, personificando a su voz interior que, con un inglés afrancesado, le enseña a apoyarse en los demás, a dejarse ayudar, para así salir de su crisis personal.

Es un película de respuestas, un rito de tránsito caracterizado por la camaradería, el espíritu de grupo, la redención, la confianza en uno mismo y en los demás, y la búsqueda de la dignidad. No se basa en el endiosamiento del ídolo, al que por el contrario dibuja entrañable, con sus propios defectos (genial el momento en que hace sonar la trompeta sin demasiado virtuosismo), anti-ególatra (cuando le confiesa a Eric que su mejor momento fue un excelente pase a un compañero, más que cualquier gol) y como forma que toma la propia conciencia para que así se le escuche.

Tampoco es un film que hable de fútbol, sino que toma de este deporte/espectáculo de masas la gran devoción, pasión y sentimiento colectivo que a él están ligados. Todo ello se amalgama en esa memorable secuencia en la que cinco autobuses de 'Cantonas' destrozan la casa del mafioso local (un personaje muy reconocible en las historias de Loach) y lo avergüenzan para que así deje en paz a uno de sus compañeros: todos para uno, y uno para todos.

Aunque sí dedica un homenaje a esos equipos modestos, de barrio (cuando mencionan al FC United), que representan la garra, la entrega y el coraje, frente al mediatismo, el divismo y las grandes cifras de los gigantes del fútbol moderno. En la rueda da prensa, Paul Laverty no olvidó unas 'dedicatorias' para los magnates que se han hecho con el control de históricos del fútbol, como Glazer, actual propietario del United, Abramovich (Chelsea) o incluso Florentino Pérez (Real Madrid).

Se trata, en definitiva, de una divertida y entrañable historia sobre de la aceptación de uno mismo y la superación de los problemas personales con la ayuda por los demás, un alegato en contra del individualismo, y como un grupo unido es más fuerte que la suma de sus integrantes. Como en el fútbol, el juego en equipo prima sobre las individualidades.

Título: Buscando a Eric

Título original: Looking for Eric

Dirección: Ken Loach

Guión: Paul Laverty (idea original de Eric Cantona)

País: Reino Unido, Francia, Italia, Bélgica, España

Reparto: Steve Evets, Eric Cantona, Stephanie Bishop, Lucy Jo Hudson, Gerard Kearns, Stefan Gumbs

Fotografía: Barry Ackroyd (B.S.C.)

Dirección Artística: Fergus Clegg

Vestuario: Sarah Ryan

Música: George Fenton

Duración: 119 min


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viernes, 23 de octubre de 2009

YO, TAMBIÉN (2009) de Álvaro Pastor y Antonio Naharro


DIFÍCIL NO ESTAR

DE ACUERDO

Eloy Domínguez Serén


Probablemente la siguiente afirmación suene de lo más paradójica, pero creo que el mayor reproche que se puede hacer a Yo, también es que difícilmente puede no gustar y/o complacer. La película de Álvaro Pastor y Antonio Naharro conmueve, emociona, solidariza... Uno sale de la sala de cine sintiéndose un poquito más optimista, tolerante y vital que cuando entró. Como se suele decir, es un producto que funciona. Es así porque cada uno de los elementos del film ha sido seleccionado y dispuesto de modo que impide cualquier desacuerdo con sus argumentos. No hay segundas lecturas ni discusiones posibles y, a pesar de ser una obra innegablemente valiente, es lo bastante políticamente correcta como para evitar cualquier tipo de controversia.

Honestamente, creo que la sencillez con la que genera unanimidad esta película podría llegar a ser contraproducente en relación al mensaje que se pretende transmitir. Todo se nos ofrece ya digerido, de modo que nos limitemos a contemplar y asentir con la cabeza. Aquello que no requiere de un esfuerzo por parte del espectador difícilmente logra remover más allá de la superficie y las buenas intenciones se quedan… en eso, en sólo buenas intenciones.

En el aspecto social, por lo tanto, el mensaje es aceptado, compartido, apropiado, correcto… sin más. Sin embargo, en el plano cinematográfico Yo también está plagada de virtudes, comenzando, por supuesto, por su protagonista Pablo Pineda, vencedor del premio al mejor actor en la pasada edición del Festival de San Sebastián. Resulta pasmosa la capacidad de Pineda para meterse al espectador en el bolsillo desde la primera secuencia del film. El personaje de Daniel resulta fascinante por su vitalidad, optimismo y bondad, pero, por encima de todo, adoramos el exquisito sentido del humor de quien se define como un “síndrome de Down de los pies a la cabeza”. Su líneas de diálogo destilan ingenio, honestidad y picardía, pero también el dolor de quien lucha por ser respetado como cualquier otro semejante.

Por su parte, Lola Dueñas, también premiada en Donosti, está sensacional en su papel de mujer desencantada, herida y vacía. De hecho, el gran acierto de esta película es el buen gusto con el que hace creíble una trama que podría caerse por su propio peso, pero que, sin embargo, convence gracias al magnetismo de la pareja protagonista, maravillosa en las deliciosas escenas de intimidad, amistad y cariño mutuo que comparten a lo largo del film.


Título: Yo, también

Dirección: Antonio Naharro, Álvaro Pastor

Reparto: Pablo Pineda, Lola Dueñas, Joaquín Perles, Teresa Arbolí, Pepe Quero, Roma Calderón

Guión: Álvaro Pastor, Antonio Naharro

Fotografía: Alfonso Postigo

Montaje: Nino Martínez Sosa

Duración: 105 min.

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jueves, 15 de octubre de 2009

ÁGORA (2009) de Alejandro Amenábar


EL CIELO SOBRE ALEJANDRÍA


Eloy Domínguez Serén

A pesar de que durante los últimos años se ha establecido una asociación implícita entre los términos ‘fundamentalismo’ e ‘islámico’, la definición de fundamentalismo implica todo posicionamiento radical que imponga los principios de una doctrina o ideología como inamovibles y absolutamente verdaderos. Así, aplicado a la religión, el fundamentalismo supone el sometimiento a la literalidad e infalibilidad de los libros sagrados. Esta intransigencia extrema es el detonante de la escena clave de Ágora, en la que Cirilo, obispo de Alejandría, lanza un durísimo alegato contra la mujer a través de la lectura de un pasaje de las sagradas escrituras.

Esta secuencia es el punto de confluencia de dos tramas que, hasta ese momento, habían avanzado de modo paralelo, aunque no estrictamente interdependiente. Por un lado, el progresivo alzamiento del sectarismo y fanatismo cristiano en la Alejandría del siglo IV d.C. Por otra parte, el retrato hagiográfico de una filósofa que dedica su vida a la astronomía. Por lo tanto, la importancia del discurso de Cirilo es la de aunar diferentes tesis expuestas en el film: la caída del esplendor clásico en detrimento del fanatismo religioso, la derrota del pensamiento empírico frente al fundamentalismo y el bloqueo a las libertades de la mujer a través de doctrinas intolerantes.

En los tres casos podemos establecer sendas analogías con preocupantes circunstancias actuales, incluso a través de la vigencia de acciones tan espeluznantes como la lapidación. En este sentido, la metáfora es irreprochable. Sin embargo, más allá de lo simbólico, ambas tramas se caracterizan por un tono frío, distante y excesivamente explicativo y didáctico. La historia no engancha ni emociona y difícilmente entretiene. La propuesta tiene la virtud de desvincularse de la mera espectacularidad de este tipo de superproducciones, pero tampoco resulta efectiva en su búsqueda de trascendencia. En este contexto, los personajes son un mero vehículo para articular la materialización de la barbarie, carecen de profundidad e imposibilitan la empatía, hasta el punto de que incluso la protagonista Hypatia (Rachel Weisz) se antoja apática.

En términos generales el resultado de Ágora es insuficiente y los trazos de genialidad que han definido a Amenábar a lo largo de su carrera apenas se contemplan en la majestuosidad con que se reconstruye la mítica Alejandría o la excelente ambientación del ocaso de una de las más esplendorosas civilizaciones de la historia de la humanidad.


Título: Ágora

Dirección: Alejandro Amenábar

Guión: Alejandro Amenábar y Mateo Gil

País: España, EEUU

Reparto: Rachel Weisz, Max Minghella, Oscar Isaac, Michael Lonsdale

Fotografía: Xavi Jiménez

Vestuario: Gabriella Pescucci

Duración: 126 min.

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martes, 13 de octubre de 2009

FESTIVAL DE SITGES 2009: Crónica General


ALFOMBRA ROJA EN LA

CASA DEL TERROR

Eloy Domínguez Serén

Sitges también tiene un color especial y este es, como no, el rojo. Roja es la alfombra por la que del 1 al 12 de octubre han desfilado personalidades del séptimo arte de la talla de Viggo Mortensen, Park Chan-Wook, Malcolm McDowell, Elías Querejeta o Walter Hill, haciendo las delicias de un público que, edición tras edición, se ha ganado a pulso la fama de entusiasta y apasionado.

Rojo es también el color de las retinas de los infatigables representantes de la organización, público y prensa tras una frenética semana y media de poco sueño y mucha ensoñación. Sitges, señores y señoras, en un vertiginoso torrente de cine, cine y más cine.

Y rojo es, por encima de todo, el color por excelencia del que es considerado por muchos el festival de cine fantástico más importante del mundo. El profondo rosso visceral es la esencia de Sitges y, un año más, ha habido sangre para todos.

La inauguración del 42 del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya corrió a cargo de gente de la casa, Jaume Balagueró y Paco Plaza, quienes presentaron fuera de concurso y ante un auditorio abarrotado la esperadísima secuela de [·REC], que ha vuelto a arrasar en las taquillas de medio mundo. Pero los nombres propios que destacaron por encima de todos en esta edición de Sitges fueron los del director Park Chan-wook, los actores Malcolm McDowell y Viggo Mortensen y el productor Elías Querejeta. El cineasta surcoreano, todo un clásico en Sitges, recibió el premio Máquina del Tiempo a toda su carrera. Por su parte, McDowell, legendario protagonista de La naranja mecánica; Mortensen, protagonista del film que clausuró el festival, The Road; y Querejeta, fueron galardonados con el Gran Premio Honorífico del festival, que este año conmemoraba el treinta aniversario de Alien, una de las obras cumbre de la ciencia-ficción. Otros galardonados fueron Walter Hill, Ivan Reitman o Clive Barker.

La sección oficial de este certamen estuvo compuesta por veinticuatro películas a competición y diecinueve en el apartado Panorama. Entre las cintas que optaban a alzarse con el premio a la mejor película destacaban la vencedora Moon, de Duncan Jones; Mr. Nobody, de Jaco van Dormael; Enter the void, de Gaspar Noé; Grace, de Paul Soret; o Thirst, del citado Park Chan-wook. En cuanto a la representación española en las distintas secciones del festival, todas las miradas estuvieron puestas, además de en [·REC]2, en The Orphan, de Jaume Collet-Serra; Carriers, de los hermanos Álex y David Pastor; Ingrid, de Eduard Cortés; Hierro, de Gabe Ibáñez; o Celda 211, cinta de Daniel Monzón protagonizada por el gallego Luis Tosar y llamada a ser uno de los grandes éxitos del cine español de este año.

Sin embargo, la sección oficial fue sólo un pequeño trozo de la sangrienta tarta que Sitges había preparado para sus acólitos. La entrañable proyección de algunos clásicos como La naranja mecánica, Alien, Pesadilla en Elm Street o El espíritu de la colmena y la apuesta por el cine en tres dimensiones (Toy Story, Coraline o The hole) entusiasmaron al público general, pero los auténticos adictos se lo volvieron a pasar en grande en la bizarra sección Midnight X-Treme, que volvió a recuperar el espíritu ‘Grindhouse’.

Moon y Enter the Void, grandes triunfadoras

La mañana del domingo día 11 se dieron a conocer los ganadores en las diferentes categorías, siendo Moon y Enter the Void las mayores triunfadoras de este certamen. La cinta del debutante Duncan Jones, hijo del mítico cantante David Bowie, se llevó los premios a Mejor Película, Mejor Guión, Mejor Actor y Mejor Diseño de Producción; mientras que la última obra del argentino Gaspar Noé, director de la controvertida Irreversible (2002), se alzó con el Premio Especial del Jurado y a la Mejor Fotografía.

Por su parte, el premio a Mejor Dirección recayó en manos del filipino Brillante Mendoza por Kinatay, cinta que también se llevó el premio a la Mejor Banda Sonora y que, sin embargo, no gozó de buena acogida por parte de crítica y público. Por último, el Premio del Público fue para la gamberra comedia de zombis Bienvenidos a Zombieland, dirigida por Ruben Fleischer y protagonizada por Woody Harrelson.

En el apartado de interpretación, el reconocimiento al Mejor Actor fue para el californiano Sam Rockwell, que repite premio dos años después de lograrlo con El hijo del mal. Una de las grandes sorpresas de esta edición fue la concesión ‘ex-aequo’ del premio a la Mejor Actriz, compartido por la española Elena Anaya, protagonista de Hierro, y la surcoreana Kim Ok-vin por Thirst.

Cita obligada

El prestigioso festival de Sitges se ha celebrado ininterrumpidamente desde 1967 y ha visto pasar por sus proyectores algunas de las mejores cintas de terror, fantasía y ciencia-ficción de las últimas cuatro décadas. Entre ellas, destacan películas del peso de Kill Bill, Zatoichi, El viaje de Chihiro, Mullholland Drive, The ring, La mosca, Aliens o Profondo rosso. Asimismo, la alfombra roja de esta ciudad mediterránea ha visto pasar durante sus cuarenta y dos ediciones a cineastas del nivel de Quentin Tarantino, David Lynch, Terry William, Kim Ki-duk, David Cronenberg o Álex de la Iglesia y actores de la fama de Anthony Hopkins, Ralph Fiennes, Tony Curtis o Martin Sheen.

PALMARÉS COMPLETO: OFICIAL FANTÀSTIC

JURADO: Neil Marshall, Amanda Plummer, Tuomas Riskala, John Saxon i Jordi Battle Caminal

Mejor Cortometraje / Best Short Film

One of those days de Hattie Dalton

Mención Especial / Special Mention

The boy who wouldn’t kill de Linus de Paoli

Mejor Diseño de Producción / Best Production Design

Tony Noble por Moon

Mejores Efectos de Maquillaje / Best Make Up FX

Kaatje Van Damme por Mr. Nobody

Mejores Efectos Especiales / Best Special Effects

KNB EFX Group por Splice

Mejor Banda Sonora Original / Best Original Soundtrack

Teresa Barrozo por Kinatay

Mejor Fotografía / Best Cinematography

Benoit Debie por Enter the Void

Mejor Guión / Best Script

Nathan Parker, basado en la historia original de Duncan Jones, por Moon

Mejor Actriz / Best Actress

Elena Anaya por Hierro

Mención Especial / Special Mention

Kim Ok-vin por Thirst

Mejor Actor / Best Actor

Sam Rockwell por Moon

Mejor Director / Best Director

Brillante Mendoza per Kinatay

Premio Especial del Jurado / Special Jury Award

Enter the Void de Gaspar Noé

Mejor Película / Best Motion Picture

Moon de Duncan Jones

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EL EFECTO RASHOMON (5/8)


EL EFECTO RASHOMON

Julio C. Piñeiro


IV. Desorden temporal: el montaje a escena.

A. Memento: la memoria que no queremos.

En esta película, realizada por el joven Christopher Nolan, hallamos la mayor revolución narrativa con toda seguridad del cine del siglo XXI. ¿Por qué? Porque se trata, al menos a nivel comercial, de la primera película, que, grosso modo, empieza con el final y termina con el principio.

Nos cuenta la historia de Leonard Shelby (Guy Pearce), un hombre que, después de un incidente en el que su mujer es asesinada, desarrolla una deficiencia en la memoria, que no le permite memorizar a medio plazo todo lo ocurrido después de aquel incidente. No puede recordar lo que acaba de vivir más allá de algunos minutos, tras los que su memoria se borra, se “resetea”. Por tanto, en el transcurso de su investigación sobre el asesinato de su mujer, cada vez que descubre algo lo debe recordar a través de las fotos que toma, con sus respectivos pies, o los tatuajes en su propia piel. A medida que avanza, va construyendo un puzzle, a través de ver y rever los tatuajes y las fotos, pero que no termina de ser coherente y nunca llega al final, porque siempre falta algo.

No es del todo una cinta que se rebobina continuamente, ya que los flashbacks del tiempo precedente al incidente (las imágenes en blanco y negro), su memoria "permanente", no borrada, funciona en sentido lineal, aunque fragmentada en piezas cortas, alternándose con la vida actual de Leonard, aquella "a color", pero sucediéndose, como ya he dicho, en orden lineal. En dichas imágenes vemos como Leonard, agente de seguros, interroga numerosas veces a Sammy Jankins (Stephen Tobolowsky), un hombre sospechoso de estafar a la compañía para la que Leonard trabaja. Reparamos en que este hombre parece recordar cada vez menos, como si tuviese el mismo problema que el protagonista. También se muestran escenas privadas de Jankins, que deberían por lógica estar fuera del punto de vista de Leonard, pero aparecen en sus flashbacks.

En uno de los últimos flashbacks en blanco y negro, vemos a la mujer de Jankins (Harriet Sansom-Harris), que, sospechosa de que está fingiendo todo, le pide una y otra vez que le pinche su inyección diaria, y él, en efecto, lo hace todas las veces. De esta manera, su mujer muere de sobredosis. Descubrimos entonces que este Sammy Jankins es de hecho un alter ego de Leonard Shelby, precisamente por eso aparece en sus flashbacks (reafirmándose así el concepto de punto de vista), que su mujer (Jorja Fox) no murió en el incidente, sino después, cuando "Memoria Volátil" Leonard le pincha, "inconscientemente", la inyección una y otra vez: de hecho, vemos luego la misma secuencia de las inyecciones, pero con ellos dos.

Nos damos cuenta de que todos los demás personajes (sobre todo, Teddy [Joe Pantoliano] y Natalie [Carrie-Anne Moss]) sólo se aprovechaban de su problema, pero además, comprendemos la moraleja de la película: la memoria es selectiva, recordamos sólo lo que queremos, pese a que esta selección/manipulación la haga el subconsciente, auténtico portador y expresivo del deseo. Leonard, o mejor dicho, su subconsciente, confundió la historia de Sammy Jankins con la suya propia, buscando de esta manera una especie de redención inconsciente.

Vemos que esta película-puzzle alcanza finalmente a su sentido y sitúa el final del film en su inicio teórico, es decir, el principio de la parte a color. Dentro de poco, el efecto Rashomon será conocido como efecto Memento.


B. Reservoir dogs & Kill Bill: Tarantino's way.

Quentin Tarantino es seguramente el más importante cineasta-reciclador, aquel que coge todas sus referencias cinematográficas, sobre todo de la serie B hacia abajo, el mundo de las revistas pulp, las series televisivas de segunda categoría y, obviamente, sus aportaciones personales, y prepara un cóctel cinéfilo admirado internacionalmente.

Podría estar una semana entera hablando de la obra de Tarantino, pero me centraré exclusivamente en los modos en que ha utilizado el efecto Rashomon.

1. Reservoir dogs: bandidos a colores.

Una de las obras más revolucionarias de los noventa, además de una de las películas de culto más concurridas: estamos hablando de Reservoir Dogs, film rodado en 1992 con un presupuesto bastante bajo. El director juega con el tiempo como quiere, empezando en el medio y moviéndose hacia delante y hacia atrás como le plazca, sacrificando la continuidad temporal a favor de la narración deseada.

En la secuencia inicial tenemos a un grupo de bandidos bastante peculiares en una cafetería, antes de realizar un atraco, hablando de temas tan banales como el significado de Like a Virgin o la conveniencia o no de dar propina. Después de los créditos, la película se traslada adelante, después del fallido atraco, y descubrimos que hay un traidor. Seguidamente, vemos el momento en que se conocen todos, cuando proyectan el robo y se identifican con un código de colores. Y así sucesivamente. Toda la película va adelante y atrás hasta el final, que coincide con el mismo final de la línea narrativa, en un dispendio de sangre, humor negro y diálogos muy originales.



2. Kill Bill: kung fu spaghetti-western.

Por el contrario, el principio organizador de Kill Bill (I y II), en dos volúmenes, además del tema de la venganza, es la hibridación de géneros. Tarantino realiza una película (aunque haya dos partes, constituyen un único todo) en la que, mediante la idea de la vendetta, una línea argumental bastante simple pero suficiente, mezcla los géneros de acción: kung-fu, samurai, yakuza, anime, spaghetti-western o series policíacas, con toques de otros géneros no de acción, como el giallo o los thrillers de Brian de Palma.

Cuenta, como he dicho, la historia de una venganza, de una mujer embarazada que recibe una brutal paliza el día de su boda. Su prometido, los invitados, el cura y su mujer y el pianista mueren en el ataque: sólo sobrevive ella. Cuando se despierta, después de algunos años en coma, y recupera sus facultades, procede a la venganza total, empezando por los esbirros y acabando por Bill, el jefe, el que aparece en el título.

Al estilo de Reservoir dogs, mientras el film avanza, descubrimos cada vez más datos que al final conforman un relato coherente: la novia (Uma Thurman) era una asesina profesional, quizás la más sanguinaria jamás conocida, y además era la preferida de Bill (David Carradine), su jefe. Tras descubrir que estaba embarazada de éste, decide renunciar a su carrera de asesina y empezar una nueva vida en la América de provincias. En cuanto Bill lo sabe, procede a matarla, aunque finalmente se carga a todos menos a ella. Cuando la Mamba Negra, nombre "artístico" de la protagonista, llega a su destino final, esto es, al duelo con Bill, descubre que su hija no está muerta, sino que Bill la rescató y adoptó. Con profundo dolor, Beatrix (su nombre real) culmina su vendetta.

La distribución en dos volúmenes responde a dos principios: en primer lugar, el de preguntas y respuestas, respectivamente, ya que, mientras el primero se centra más en el divertimento y el goce visceral, es en el segundo donde se revela la mayoría de la trama (de hecho, no se escucha el nombre de la protagonista hasta el volumen II, porque en el I se tapaba con silbidos siempre que se pronunciaba). En segundo lugar, los géneros: notamos que el primero toma forma de película de acción oriental, de todos los estilos, mientras que el segundo es más bien un spaghetti-western.

En resumen, el efecto Rashomon se pone aquí a disposición de los caprichos cinéfilos del director, de la realización de un divertimento estilístico.

La próxima entrega tratará sobre el film que la mayoría tiene en mente al oír “discontinuidad temporal”: Pulp fiction.

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