SI ME NECESITAS, SILBA,
O LA FÁBRICA DE MITOS
por Eloy Domínguez Serén
Hace pocas fechas discutía con un buen amigo acerca del mejor modo de definir el concepto de “clásico” en el cine. El tema a tratar no era la etapa conocida como “cine clásico”, sino las películas que habían adquirido la categoría de “clásico del cine”. En líneas generales, mi amigo afirmaba que podemos considerar clásico a aquella obra cuya calidad ha sido unánimemente reconocida por diferentes generaciones de espectadores. Yo, sin embargo, matizaba esa afirmación. Estoy de acuerdo en que la condición de clásico requiere de una aceptación general a lo largo de un tiempo prolongado, siempre y cuando se mantenga en la actualidad. Sin embargo, no creo que sea estrictamente necesario el reconocimiento unánime de la calidad de la obra, sino, más bien, de la particularidad y genialidad de uno o varios de sus elementos. Según mi punto de vista, el concepto de clásico no tiene por qué ser equivalente al de calidad, pero sí debe ir ligado al de perdurabilidad. Perdurabilidad en la memoria colectiva cinéfila. Por lo tanto, el factor de la longevidad confiere a la obra un nuevo rango: el de referente, modelo.
En este sentido, Howard Hawks es uno de esos realizadores cuya labor y filmografía sirven de modelo, guía y ejemplo para futuras generaciones de cineastas. En su haber, como gran maestro que fue, cuenta con un buen puñado de obras que ahora son consideradas “grandes clásicos del cine”, aunque algunas de ellas (y en consecuencia, su figura) no hayan sido reconocidas como tales hasta la reivindicación de la figura de Hawks por parte de los críticos de Cahiers du cinéma, abanderados por Jacques Rivette en 1953.
De entre todas ellas, una de las más aclamadas es la célebre Tener y no tener (To have and have not, 1944), adaptación libre de una novela menor de Ernest Hemingway. Según confesó el propio Hawks, la idea del film nació de una apuesta con su amigo Hemingway. En esta ella, el realizador aseguraba que podía convertir la peor novela del premio Nobel en una gran película. El resultado es, como hemos dicho, todo un clásico del cine.
Llegados a este punto, la pregunta más pertinente podría ser: ¿qué es lo que hace de Tener y no tener un clásico absoluto? Por supuesto, esta cuestión no acepta una única respuesta. Sin embargo, es obvio que este film siempre será recordado, a pesar de los incondicionales de Hawks, como la primera aparición juntos en la gran pantalla de una de las parejas más célebres de la historia del séptimo arte: Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Aún a riesgo de ser tachado de hereje por los puristas, estoy seguro de que los aficionados al cine pueden o no recordar el nombre del director, pero no desconocer el de la pareja protagonista. Esta particularidad es un arma de doble filo, ya que promueve la idea de considerar esta película y El sueño eterno (The big sleep, 1946), película en la que Hawks, Bogart y Bacall repiten juntos, como un díptico que nunca ha existido.
La inusualmente electrizante química entre Harry Steve Morgan (Bogart) y Marie ‘Slim’ Browning (Bacall) eclipsa todo lo demás en esta película, y ese “todo lo demás” es, a excepción del entrañable personaje de Eddie (Walter Brennan), poca cosa. Tener y no tener es una historia de atracción, cortejo y seducción, y todo lo demás es poco interesante. Todo aquello que ha hecho de esta obra un clásico imperecedero gira en torno a la pareja protagonista: el intenso duelo interpretativo entre ambos (que trataría de explotarse de nuevo en films posteriores como el mencionado El sueño eterno, La senda tenebrosa o Cayo Largo), la tensión sexual, la complicidad, el deseo, la insolencia, la pasión, la ironía… La burlona sonrisa con la que Harry se enfrenta al peligro en cada escena no es sino consecuencia de haber aceptado un amor que podría salirle muy caro. La mítica voz ronca de ‘La Flaca’ suena más dulce cuando sus palabras van dirigidas al osado marinero.
A pesar del brío con que Harry se dirige tanto a los agentes de la Gestapo francesa como a los miembros de la resistencia francesa pro-De Gaulle, sus mejores líneas de diálogo se las reserva para la descarada rubia que le ha hipotecado el corazón. Como en el caso de la memorable escena en la que él asegura poder conocerla por cómo “encajó la bofetada” del repugnante (y brillantemente interpretado) Capitán Renard (Dan Seymour). Otra de las escenas inolvidables del film es el “¿alguien tiene fuego?” con doble sentido con el que Marie comprueba de qué pasta está hecho Harry, en el primer encuentro entre ambos. Esa tarjeta de visita no sólo es la primera aparición del personaje de ‘La Flaca’, sino la arrolladora irrupción de la actriz en Hollywood. Frases como esa o la provocadora “si me necesitas, silba” convirtieron, de la noche a la mañana, a Lauren Bacall en una estrella absoluta. La actriz resulta hechizante en la cinta incluso en las escenas en las que encarna a una irónica y ácida mujer celosa.
Una pareja legendaria que nace de una trampa: el personaje de Marie no existe en la novela de Hemingway como tal, sino que nace de la fusión de dos personajes femeninos de la obra literaria. Esta y otras libertades creativas que se tomaron los guionistas Jules Furthman y William Faulkner, como el cambio de escenario de Cuba a Martinica, borran casi cualquier huella de identidad de la obra literaria original, de la que apenas se conserva parte del primer acto y que en su momento se consideró que había sido “traicionada”.
En realidad, según mi punto de vista, el hecho de que dos premios Nobel de literatura hayan participado en el guión de esta película no pasa de ser una anécdota, ya que la historia de thriller político o el resto de relaciones entre personajes son bastante pobres. Ni siquiera la “fórmula Casablanca” con que se intenta tratar de repetir el éxito de la obra maestra de Michael Curtiz funciona con excesiva fuerza en Tener y no tener: el mismo actor interpretando al mismo protagonista, un hombre independiente, insolente y pragmático que sólo tomará parte por un bando cuando no le quede otra salida; un bar, un pianista y una canción emblemáticos; una colonia bajo la órbita de la Francia de Vichy; miembros de la resistencia gala dispuestos a arriesgar sus vidas por la libertad de su país… Esta semejanza, por supuesto, no sólo no fue negada, sino que fue potenciada y empleada como estrategia de marketing por el productor James L. Warner, quien vio en el paralelismo entre ambas cintas un buen negocio. Por fortuna, siempre podremos deleitarnos con el bailecito travieso de Lauren Bacall en la última escena del film: el nacimiento de un icono, de un mito.
Título Tener y no tener
Título original To have and have not
Año 1944
Dirección Howard Hawks
Guión Jules Furthman y William Faulkner. Basado en la novela de Ernest Hemingway
Producción Howard Hawks y James L. Warner
Música Hoagy Carmichael
Fotografía Sydney Hickox
Montaje Cristian Nyby
Dirección artística Charles Novi y Casey Roberts
Reparto Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Walter Brennan, Hoagy Carmichael, Marcel Dalio, Dan Seymour
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