lunes, 23 de febrero de 2009

OSCAR 2009: CRÓNICA


SE RESPETÓ EL GUIÓN
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por Julio C. Piñeiro
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Así es. Como siempre, los favoritos han ganado y los demás han confirmado sus malos augurios. Sin grandes sorpresas. La misma tónica de los últimos años (ver premiados).

No hubo “Crashazo” esta vez. Si aún había alguna posibilidad de que
El curioso caso de Benjamin Button, segunda favorita, diese la campanada, las esperanzas enseguida se disiparon mientras Slumdog Millionaire iba recibiendo un galardón tras otro. Hasta ocho en total. Aquí está la novedad: desde el arrase en 2004 de El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey, ninguna película se había llevado tantas estatuillas. Pero es que en esta edición, el título elegido posee una gran factura técnica, habitual 'responsable' del hinchamiento del palmarés.

La otra cara de la moneda la encontramos en el film de Fincher, que se tuvo que conformar con tres estatuillas. Pese a tratarse de un título a priori más 'oscarizable', por tratarse de la biografía de un personaje particular (como lo fue
Forrest Gump), ha sido la particular historia de un paria que se hace millonario la que más ha encandilado a los miembros de la Academia.

Y como es también habitual, los galardones a actores protagonistas no recayeron en el film ganador (que esta vez ni siquiera tenía nominados en este apartado). Kate Winslet, en su séptima nominación, por fin vio recompensado su gran talento interpretativo por su desgarrador trabajo en The Reader. La única sorpresa de la noche fue en la categoría masculina. El gran favorito era el renacido Mickey Rourke, seguido de cerca por Brad Pitt. Pero la estatuilla recayó finalmente en Sean Penn, siendo su ya segundo galardón, por el drama político Mi nombre es Harvey Milk.

Esta última fue la otra gran destacada en esta edición, al recibir también el Oscar al Mejor Guión Original. La comedia británica
Escondidos en Brujas, favorita en este apartado, se fue de vacío. Es en el presente punto donde se ha dejado notar la nueva era que empieza en Estados Unidos, con la llegada al poder de Barack Obama. Han premiado a una película de tono social y combativo, representada en la figura de un político con un perfil muy diferente al del tradicional candidato wasp de buena familia. Lo que lo hacía distinto era su homosexualidad declarada, pero su destino acabo siendo muy distinto al del actual inquilino de la Casa Blanca. Tomen nota, adivinos: parece que esta va a ser una tendenica habitual en los próximos años.

Se cumplieron asimismo con los pronósticos en las categorías de Actor y Actriz de Reparto, para Heath Ledger y Penélope Cruz, respectivamente. La concesión póstuma del galardón al malogrado actor australiano, por su inmortal versión del Joker en
El caballero oscuro, fue el momento más emotivo de la noche: su familia recogió el galardón, mientras las cámaras nos mostraban las lágrimas contenidas de muchos de los asistentes, amigos del premiado. Por otro lado, el triunfo de la madrileña fue unánimente celebrado, en su segunda oportunidad, al igual que su paisano Javier Bardem, vencedor en la categoría masculina el pasado año. Penélope ha demostrado su valor y versatilidad con su pasional papel en Vicky Cristina Barcelona, entrega anual del neyorquino Woody Allen, al que la actriz ha dedicado gran parte de su discurso. Parece que el de Brooklyn tiene una especie de mano de Midas que hace ganar Oscars a sus actores de reparto: anteriormente lo hicieron Michael Caine (Hanna y sus hermanas, 1987), Dianne Wiest, Hanna y sus hermanas, 1987 y Balas sobre Broadway, 1995) y Mira Sorvino (Poderosa Afrodita, 1996).

En el apartado de animación, venció el título de Pixar WALL-E, fijo en todas las quinielas. Y es que esta película ha sido unánimente aplaudida por crítica y público, superando las cotas de la triunfadora de la pasada edición, Ratatouille, también de Pixar, que ya había roto bastantes moldes.

La decepción llega en la categoría de Mejor Película de Habla No-Inglesa. Ganó la japonesa
Departures (Okuribito), arrebatándole el galardón a la israelí Vals con Bashir, combativa película de animación ambientada en el conflicto israelí-palestino, de candente actualidad, que triunfó y sigue triunfando en cada festival al que se presenta. Pasó lo mismo en 2006, cuando la sudafricana Tsotsi se llevó la estatuilla en detrimento de la gran favorita, la palestina Paradise Now. Está visto que, a la hora de encarar este conflicto, la Academia prefiere mirar para otro lado. Se trata de una asignatura todavía pendiente en la progresiva, aunque paulatina eliminación de barreras culturales, sociales y políticas que estos galardones van registrando año a año, o más bien, lustro a lustro.

Estamos en el final de una década, lo que quiere decir que ya es un buen momento para echar una mirada retrospectiva a los últimos años. Desde el gran triunfo de la tercera entrega de la trilogía de Peter Jackson, en 2004, todas las películas ganadoras se han apartado en un modo u otro de los perfiles que siempre han correspondido a los films triunfadores: superproducciones de estudio en grandes localizzciones, con historias épicas y/o románticas, o relatos de autosuperación y tenacidad ambientados en el “American way of life” y el “sueño americano”. Los títulos que desde entonces se han llevado el galardón en la categoría reina pertenecen a historias más urbanas e 'inmorales' (
Infiltrados), a tendencias más independientes (Crash), al cine de autor (No es país para viejos) y a la iconoclastia más tajante (Million dollar baby), todas ellas con una mayor o menor innovación temática y/o formal, con respecto a todo lo anterior. Slumdog Millionaire encaja a la perfección en estos perfiles, ya que por un lado, nos enseña que es posible salir de la miseria sin tener que emigrar a Estados Unidos, y por el otro, posee una estética contemporánea, videoclipera, que no la desmerece sino que refuerza todavía más su valor. Todo ello basado en un reparto de desconcidos, algo verdaremente insólito en los Oscars.

Danny Boyle ha acertado todas las respuestas.
Slumdog Millionaire es la campeona.

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