SI NO PUEDES CON ELLOS,
SÉ UNO DE ELLOS
Eloy Domínguez Serén
A menudo se insiste en la importancia de no obviar la riqueza que debe encerrar la escena inicial de un film. Más allá del modo en que se estructuran los mecanismos de las ‘5W’, los primeros minutos de una película determinan el denominado ‘tono’ de la obra. Por ello, en este aspecto, podemos considerar el comienzo de Celda 211 como una declaración de intenciones por parte de su director, Daniel Monzón.
La primera secuencia de este soberbio drama carcelario es dura, muy dura, casi insoportable de ver, y su apelación es directa e inmediata: lo que hay ahí dentro, tras esos muros, son almas que deambulan por el limbo. Te asomas renqueante y echas un vistazo al interior. Nada de monos naranjas o camisas de rayas. No hay rastro de Clint Eastwood, Steve McQueen, Brad Davis, Tim Robbins o Wentworth Miller. En su lugar nos da la espalda un tío de cabeza rasurada y capucha negra. Cuando Malamadre, que así se llama el pelao, se da la vuelta, un tembleque se apodera de tus piernas y das gracias de estar a este lado de las rejas.
Apenas sabemos nada sobre el pasado de este personaje magnético, hipnótico. Ignoramos por qué está ahí ni cuanto tiempo lleva vagando de prisión en prisión, pero de lo que sí estamos completamente seguros es de que Malamadre es el último preso con el que nos gustaría cruzarnos.
A medida que la narración avanza, este macarra de voz áspera y mirada fulminante va acumulando una tras otras las capas que lo convierten en un personaje fascinante. Si bien Malamadre es un volcán en permanente alarma de erupción, se acoge a su código de honor con rectitud e integridad. Todo lo que tiene de rudo y primitivo lo tiene de carismático. Lo temes, lo respetas, lo admiras, lo repudias. Te hiela la sangre sentir cómo hierve la suya. Cuando le escuchas decir “tú no sales vivo de aquí”, te lo haces encima. Ejemplo total de perfecta simbiosis entre un personaje meticulosa e inteligentemente escrito y portentosamente interpretado.
Si Luis Tosar está colosal en el papel de su vida, su séquito mantiene con firmeza el pulso interpretativo con el gallego, con los notables Carlos Bardem, Manuel Morón, Vicente Romero y Luis Zahería (el mítico Petróleo de Mareas Vivas). Incluso Antonio Resines aprueba con nota en su papel de violento policía sin escrúpulos. Grata sorpresa también la del desconocido Alberto Ammann, quien no se arruga dando la réplica a Tosar y acaba por salir bastante airoso de su duelo interpretativo con el lucense.
Un elenco de actores en estado de gracia al servicio de un guión intenso, inteligente, atmosférico. La narración no da lugar al respiro, desasosiega, engancha, convence y es lo suficientemente consistente como para perdonarle alguna excesiva vuelta de tuerca. Los puntos de giro se convierten en violentos volantazos y arriesgados saltos al vacío. Todo en esta cinta señala en una misma dirección: Celda 211 es un ejemplo de gran cine de género. Amén.
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