EXCULPANDO A RITMO DE PUNK
Julio C. Piñeiro
Por fin, por fin un documental que se adentra en los aspectos más negros de un artista tiende hacia una solución constructiva y conciliadora, y no como un vehículo de espectáculo sangrante, escándalo y populismo.
Alan G. Parker, biógrafo oficial de Sid Vicious, ha puesto en marcha un interesante propuesta que, a la par que busca, sin pretensión de hacerlo de manera definitiva e inapelable, exculpar al líder de Sex Pistols del asesinato de su novia, Nancy Spungen, realiza una interesante mezcolanza de dos de los géneros más comunes del documental: el musical, relatando, con fines muy diversos, las vidas, obras, aventuras y desventuras de músicos; y la conspiranoia, que, en lugar de destapar escándalos ocultos, pretende desmantelar los que sí se conocen y han sido previamente fabricados.
Asimismo, el director construye una crónica sincera de los años más locos del punk y todo lo que lo rodeaba. Eso sí, alternando una acertada estética, puramente videoclipera y televisiva, con testimonios cercanos y concienzudamente seleccionados, ataca a esa premisa inicial con la elaboración de esa compleja crónica, cuya principal función no es como relato en sí mismo, sino como descripción de todo el contexto, todo el marco previo que acabó llevando a ese trágico y misterioso suceso del que parte.
Y viendo el resultado, finalmente esa fórmula funciona mejor que la sempiterna sucesión de hipótesis que se van contradiciendo a sí mismas sin conducir a nada en claro. Durante el metraje, a veces tenemos la impresión de que el cineasta se ha ido por los cerros de Úbeda, de que esa premisa inicial era sólo una excusa para traernos un documental de los de siempre, una fórmula rancia que acaba aburriendo.
Pero precisamente de esa manera, desde la educación tan particular que tuvo Vicious, su auge a tan temprana edad, hasta la locura de las drogas y el vivir peligrosamente, temática hiper-recurrente que en este caso no se cierra en sí misma, sino que nos lleva a los rincones más desconocidos del New York de la era punk, ese hábitat de ricos yonkis que era el Hotel Chelsea, y como es precisamente la droga y el peligroso mundo que la rodeaba lo que lleva a la tragedia a Nancy Spungen, no por los efectos directos de las drogas, sino más bien por las maneras de llegar a ella, con sus consecuencias.
Denuncia igualmente la falta de interés de las administraciones competentes en llegar hasta la verdad de ese suceso al cerrarse el caso tras la muerte de Vicious por sobredosis unos meses después, pese a la existencia de pruebas que podrían haber sido concluyentes. A la vez, clama contra la opinión pública que lo convirtió todo en un mito, pensándolo como la solución final de unos encaprichados niños ricos yonkis. En este caso, el mito de Sid fue su propio enemigo, su lastre.
Con todo, el director no pretende llegar hasta la resolución definitiva del enigma, al que sólo se aproxima lo más cerca que una mirada honesta permite. Lo que realmente ambiciona, y finalmente consigue, es arrojar algo de luz sobre un suceso al que fue más cómodo mitificar y guardar en el baúl de los recuerdos, y conseguir de esta manera el mínimo exigible de justicia social para el igualmente malogrado bajista.
2 comentarios:
No creo que algún día se vaya eso a saber ya pasó mucho tiempo...
Tenes idea si llega a Argentina? porqu no había escuchado nada de este documental
Pues la verdad es que lo he visto en un festival, así que lo tiene muy difícil para llegar a las salas convencionales... quizás en DVD, no sé.
Quién sabe, a lo mejor lo terminas de resolver en uno de los casos de 'Crímenes imperfectos'.
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