jueves, 5 de noviembre de 2009

CINEUROPA 2009 - LA CINTA BLANCA - Das weisse band (2009) de Michael Haneke



LA SEMILLA DE LA PERVERSIDAD

Julio C. Piñeiro

Michael Haneke, tras esa especie de experimento comercial que fue su propioremake americano de Funny games, ofrece una nueva visión de ese poliedro de innumerables caras que es la violencia, elemento controlador siempre presente en toda su filmografía, bajo multitud de formas y enfoques. En este ocasión ha optado por la creación de un microcosmos en el rural alemán a las puertas de la Gran Guerra y del definitivo ocaso del Antiguo Régimen, representado en todos sus estamentos (nobleza, clero y burguesía), con una significativa y lograda propuesta visual, en un blanco y negro integral, y que en conjunto nos remite enseguida al cine de Dreyer o Bergman, a quienes homenajea de manera sucinta y elegante en ciertos planos.
El espectador se encuentra perdido en ese universo progresivamente perverso hasta bien entrado el segundo acto, buceando entre acontecimientos de difícil conexión y personajes de impredecibles intenciones. Aunque pronto el realizador austriaco, sin llegar a ser conscientes, nos conduce a un estado de tensión contenida y latente, en una aureola de misterio con unas puertas difícilmente atravesables, pero que pese a todo seguimos hasta el final.
De esta manera, el personaje del maestro, que hace las funciones de narrador, se constituye como el alter ego del espectador dentro del texto fílmico, observador concienzudo de toda esa relación de hechos a la que le cuesta encontrar explicación, en un hábitat que de inicio le es ajeno; pero cuando decide intervenir en esa telaraña cuya resolución aún nadie afrontó, enseguida su persona se ve amenazada y obligada a recular.
El realizador hace gala de una admirable honestidad narrativa, despojando al relato de cualquier efectismo o grandilocuencia, renunciando a altibajos o giros bruscos, que nacen de alguna manera en la mente de un espectador que los siente necesarios para arrojar luz sobre su comprensión de la trama. De nuevo, renuncia a la música por completo, prefiriendo optar por una intriga desnuda y latente, al igual que hizo en Caché. Si bien, en este caso, es la magnífica fotografía la que se encarga en ocasiones de nutrir de significado y connotación a los planos.
Con todo ello, Haneke demuestra todo su virtuosismo con la creación de un aparato fílmico escueto y latente, de corte casi minimalista, que sirve de soporte al relato del germen del fascismo como resultado de la semilla de violencia y perversidad germinada progresivamente en la familia y la sociedad, sirviéndose de la mayor y mejor encarnación de la crueldad más pura, los niños. Todo ello se constata con esas referencias premonitorias/anticipatorias de la barbarie nazi, que se estaba gestando desde la base, como son la cinta blanca que da título al film, marca del pecado y del castigo, o ese largo plano que nos muestra la puerta de la habitación donde se infligen los correctivos.



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