viernes, 5 de diciembre de 2008

CINEUROPA 2008 Edición XXII - Crónica


CRÓNICA GENERAL

Julio C. Piñeiro


Del 4 de noviembre al 3 de diciembre tuvo lugar en Santiago de Compostela la ya 22º edición de Cineuropa, que un año más llevó a la capital gallega una exquisita selección de cine independiente con el sello de grandes directores, reposiciones de films de culto y un panorama del cine gallego, tanto largometrajes como un cuidado elenco de cortometrajes, llegando a un total de más de 250 títulos.

Tuvimos la oportunidad de ver propuestas presentadas en los más prestigiosos festivales, como Cannes, San Sebastián o la más reciente SEMINCI. Cineuropa, como es habitual, ha sido de nuevo una parada obligada en el tour de festivales europeos.

Las proyecciones se realizaron mayormente en el Teatro Principal, el Aula Sociocultural Caixa Galicia y el Centro Galego de Arte Moderna.

La película elegida para la jornada inaugural fue A noite que deixou de chover, largometraje de producción gallega en estreno absoluto, ambientada en Santiago y con Luís Zahera de protagonista. La proyección fue un auténtico éxito: no quedó ni una sola localidad libre.

En la Sección Oficial destacaron, además del título inaugural, películas de reciente estreno en salas comerciales, como las italianas La desconocida (gran triunfadora en los David de Donatello de 2007) o Gomorra, polémico film que triunfó en Cannes (Gran Premio del Jurado), arrasó en los EFA (cinco galardones, incluyendo el de Mejor Película) y continua siendo un éxito internacional de crítica y de público, e indiscutible candidata a película del año. También piezas avaladas por el sello de grandes directores, como Genova, del outsider y prolífico Michael Winterbottom, Aleksandra, del experimentador cineasta ruso Aleksandr Sokurov (El Arca Rusa) o Las horas del verano, del francés Olivier Assayas, director a quien en este edición se dedica la habitual retrospectiva.

Además, las galardonadas La caja de Pandora, film turco vencedor de la última Concha de Oro, la francesa La clase, Palma de Oro en la pasada edición de Cannes, o Hace mucho que te quiero, Premio del Jurado Ecuménico en la 58º Berlinale y EFA a la Mejor Actriz para Kristin Scott Thomas. Las mejor valoradas por el público fueron dos producciones alemanas: en primer lugar, Cerezos en flor, conmovedor y particular drama familiar, a camino entre Cuentos de Tokio y Lost in translation; la plata fue para la polémica La ola, drama en tono documental que indaga sobre las posibiblades de que se vuelva a instaurar un régimen totalitario. La presencia española se redujo a las producciones históricas La buena nueva y La mujer del anarquista, que continúan con la últimamente habitual tendencia del cine español de llevar a la pantalla historias de la Guerra Civil y la posguerra.

En Panorama Internacional encontramos títulos muy variados de producción estadounidense independiente, como Traitor, thriller de terrorismo internacional, el drama de época The loss of a teardrop diamond, revival del universo de Tennesse Williams, o la comedia de intriga The Brothers Bloom, con clara influencia del cine de Wes Anderson. Asimismo, una buena dosis de cine sudamericano, como la uruguaya Acné, fusilada en la votación del público, o las triunfadoras de la última SEMINCI: la brasileña Estómago, Espiga de Oro por unanimidad y Premio al Mejor Actor (ex-aequo), la argentina El frasco (Espiga de Plata), muy aplaudida por el público, o La ventana (Premio de la Crítica Internacional), última propuesta del argentino Carlos Sorín, en su línea de cine casto y parsimonioso. Pero los laureles se los llevó la representación de Oriente Medio, con las dos películas mejor valoradas por los espectadores dentro de esta sección, y las mayores puntuaciones del total de títulos esta edición: la jordana Capitán Abu-Raed (8.5), que representará a aquel país en los Oscar, y la israelí La burbuja (8.4), drama sobre la homosexualidad, el choque de culturas y el hedonismo juvenil en un Tel-Aviv underground con el conflicto israelí-palestino de fondo.

Por otro lado, este festival siempre le ha prestado especial atención al cine documental. En esta ocasión, se clasificaron en dos secciones diferentes. En la primera, Documentos: Memoria e Presente, de tipo generalista, el tema que acaparó mayor protagonismo fue la pederastia, tratada en Twist of faith y Líbranos del mal, con un tono duramente anticlerical (ambas recibieron una nominación al Oscar al Mejor Documental, en 2005 y 2007, respectivamente). Se encontraron asimismo propuestas muy variadas, como los biográficos Carl Gustav Jung y Gonzo: the life and work of dr. Hunter S. Thompson, los combativos The big sellout (oro de esta sección en los premios del público) y McLibel, o el documental de montaje Hollywood contra Franco, en una línea crítica cercana a Cineastas contra magnates o Cineastas en acción.


La segunda sección, Doc: Music, cerraba el cerco en torno a retratos no-ficcionales de la vida y obra de diferentes músicos, lo que ha sido una de las caracterítisticas diferenciales de estaedición: desde leyendas del punk, como en Joy Divison o Joe Strummer: vida y muerte de un cantante, viejos lobos del rock en Tom Petty & The Heartbreakers: Runnin' down a dream, de la mano de Peter Bogdanovich, o CSNY/Déjà vu, dirigido por el propio Neil Young, hasta aquel célebre episodio en la vida del rey del soul en The night James Brown saved Boston, pasando por retratos íntimos de compositores en Glass: a portrait of Philip in twelve parts o Wild combination: a portrait of Arthur Russell, o incluso la sorprendente Corazones rebeldes, sobre un grupo de octogenarios de gira por el mundo versionando a grandes del rock de ayer y hoy. Esto no hace más que confirmar el auge de este subgénero, prolífico en este década gracias a directores de gran renombre como Martin Scorsese, padre de la serie The Blues (en la que participaron maestros de la talla de Clint Eastwood o Wim Wenders), No direction home: Bob Dylan o Shine a light, el citado Wim Wenders, con Buena Vista Social Club o The soul of a man (el episodio más destacable de la mencionada serie), Jonathan Demme (Neil Young: heart of gold), o incluso nuestro Fernando Trueba (Calle 54, El milagro de Candeal).


Otra de las más representativas filias de Cineuropa es el cine asiático. Y por no romper la tendencia, en esta edición le dedican una sección propia, Mundo Asia. No faltó la entrega anual de Kim Ki-Duk, a la que tanto está acostumbrado el público de este festival, aunque el film, Aliento, tuvo una recepción más tibia de lo esperado. La acompañaron títulos como Still walking, Sparrow,In love we trust (Oso de Plata al Mejor Guión en Berlín), Mongol, superproducción épica kazaja (nominada a Mejor Película de Habla No Inglesa en la pasada edición de los Oscar) que narra la vida y las hazañas de Genghis Kahn; o la controvertida El renacimiento, triunfadora en el Festival de Locarno pero masacrada por los espectadores, hasta el punto de haber quedado de última en la clasificación del Premio del Público.

Y por supuesto, no podía faltar un rincón para los amantes de la fantasía y la ciencia-ficción. En la sección Fantastique Compostela, tuvimos la ocasión de visionar films como Blindness, adaptación de Ensayo sobre la ceguera de José Saramago, de la mano brasileño Fernando Meirelles (Ciudad de Dios), la producción sueca de vampiros Let the right one in o el pseudo-documental autobiográfico JCVD, que indaga en la figura de la estrella del cine de acción Jean-Claude Van Damme. Pero los platos estrella de este apartado fueron las reposiciones de Planeta prohibido, El hombre con rayos X en los ojos y El fotógrafo del pánico, tres clásicos de culto con mayúsculas.

Hubo asimismo un espacio reservado a Latinoamérica en Conexión Bos Aires, una selección de films procedentes del BAFICI (Festival Internacional de Buenos Aires), producciones en su mayoría argetinas y mejicanas, en donde se vieron, sobre todo, propuestas documentales, como Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo, M o Construcción de una ciudad, además de las ficciones La sangre brota y El hombre robado o la experimental El cielo, la tierra y la lluvia. Aunque la que más dio que hablar fue, sin duda, Carne sobre carne, documental sobre la obra y el legado del realizador argentino Armando Bó, cineasta de culto, y su musa Isabel Sarli, todo un icono erótico del celuloide porteño. Su más célebre trabajo en conjunto lo tenemos en la mítica Carne, también proyectada en esta sección y que daría nombre al maratón de clausura de Cineuropa, del que fue título estrella.

De igual modo nos topamos con selecciones según el autor, como es el caso de la Retrospectiva. El elegido en esta edición fue el francés Olivier Assayas (en la imagen), de quien se proyectó su filmografía completa, incluídas las “rarezas” HHH: un portrait de Hou Hsiao Hsien, ensayo sobre el cine desde dentro, a través de su entrevista con el cineasta taiwanés, a lo Truffaut-Hitchcock, o el episodio del director galo en el film multiautoral Paris, je t'aime. Por otro lado, apartados dedicados a los Premios Cineuropa de este año, el catalán Jaime Rosales y el argentino Pablo Trapero, con filmografías breves pero suficientes para haberse consolidado como avatares de una nueva generación de cineastas, caracterizados por la experimentación, las nuevas formas narrativas y visuales y la creación de un cine más cercano a la realidad que nos ha tocado vivir.




Se reservó igualmente un hueco para los más pequeños de la casa, con la sección Cine Miúdo, con proyecciones de títulos de animación comerciales, como la coproducción hispanofrancesa P3K: Pinocho 3000, la nipona Doraemon y el pequeño dinosaurio, o las estadounidenses Space Chimps: misión espacial o Happy Feet: rompiendo el hielo, vencedora del Oscar al Mejor Largometraje de Animación en 2007. Completaron la representación del cine de animación la sección de cortometrajes Galiza Animada 2007 (con la esperada Man, acerca de Manfred Gnädinger, aquel ermitaño alemán de la Costa da Morte) y el largometraje en 3-D de producción gallega Espírito do bosque, secuela de O bosque animado, todo ello dentro de Panorama Galiza 2007-2008. La única, aunque genial propuesta animada para público adulto la tuvimos en la israelí Vals con Bashir, dentro del apartado Panorama Internacional, y recientemente vencedora en los Globos de Oro.




Panorama Galiza 2007-2008, selección del mejor audiovisual gallego del último año, fue un gran capítulo aparte. De hecho, las mayoría de sus proyecciones tuvieron lugar en espacios reservados, como fueron Arteria Noroeste y la Sede Fundación Caixa Galicia. De entre los largometrajes, llamaron especialmente la atención, además del título inaugural, el estreno absoluto de los documentales Manuel e Elisa (O trinta), de observación, que narra la rutina de un matrimonio de octogenarios, Flores tristes, de memoria histórica, sobre la represión fascista en Galicia durante la Guerra Civil. Y en la ficción, Cartas italianas, tercer largo del pontevedrés Mario Iglesias, y Pradolongo, la producción gallega más vista de todos los tiempos. Los cortometrajes, de tipologías muy dispares, fueron proyectados en sesión continua agrupados en mini-secciones: la ya citada Galiza Animada 2007, Cinema Non Reconciliado, Fábulas Curtas do Real, Variacións Ficcionais, Alén da Realidade, Do Amor e Outras Soidades y Ópticas Cruzadas. Los documentales, de corta y larga duración, siguieron un funcionamiento parecido, clasificados en Etnovisións, Memoria Histórica y Sociedade. Hubo, por último, un espacio de telefilmes y otro de largos experimentales, denominado Fábulas Longas do Real.

Cabe citar también las programaciones especiales nocturnas, tan características del festival. Estuvieron, como casi siempre, dedicadas especialmente a los amantes del cine de género: Historias para non durmir, con The Cottage, Home Movie y la ya mencionada La ola, tres curiosas y dispares concepciones del terror; el programa doble Sci-Fi Compostela, con los citados clásicos de ciencia-ficción Planeta prohibido y El hombre con rayos X en los ojos; o Unha de vampiros, con tres peculiares propuestas dentro del subgénero: Dracula: pages from a virgin's diary, Irma Vep y The addiction. Aunque hubo igualmente especiales basados en el autor, como A noite de Guy Maddin (en la imagen siguiente), que recopiló los tres títulos del extravagante director canadiense presentes en el festival: la “docu-fantasía” My winnipeg, la rareza musical The saddest music in the world y la anteriormente referida Dracula: pages from a virgin's diary, revisión del mito basada tanto en la novela de Bram Stoker como en el ballet de Mark Godden en aquella basado. Y también según el tema, como en la sesión doble Pederastias, con los mencionados Líbranos del mal y Twist of Faith, o las combativas y militantes Palestina en lucha, con las exitosas y comprometidas Capitán Abu-Raed y Vals con Bashir, y A noite americana: bye bye, Mr. Bush, con tres diferentes episodios de activismo y lucha antisistema en EE.UU.: Gonzo: the life and work of dr. Hunter S. Thompson, The night James Brown saved Boston y CSNY/Déjà vu.


Cineuropa no deja de sorprendernos. No faltaron las ya míticas “películas sorpresa” en medio de la programación. Pero la novedad de esta edición fueron los conciertos con acompañación visual, experiencias interdisciplinares que combinan música y cine, jugando con sus fronteras. La Banda Municipal de Santiago de Compostela fue la formación colaboradora, junto con The Chemical Orange, encargada de la ambientación musical. Ambos realizaron en conjunto dos de estos espectáculos. En el primero, Galiza anos 20: paisaxes e sons, sincronizaron música gallega, de origen folclórico y popular, con las primeras imágenes cinematograficas de Galicia. En el segundo, pusieron imagen a la suite Contos de Alentraia, de Eugenio Pazos Pintor, y a continuación proyectaron los cortometrajes Tornabón (debut de Luis Tosar) y Cabeza de boi, de José Carlos Soler, que tienen como banda sonora aquella suite. Hubo un tercero, ya de corte más experimental y postmoderno, el film-concierto Contraplano: en su primera parte combinaba una suite electrónica con secuencias de películas clásicas; el segundo acto exploraba la idea de la persecución.

El sempiterno maratón sirvió en esta ocasión de fin de fiesta. Su nombre, Carne, no dejaba lugar a dudas: más de 13 horas de cine carnal y visceral. El nombre lo tomó prestado del film estrella de la sesión, la sensual, desproporcionada y tronchante Carne, de Armando Bó, proyectada en el ecuador del maratón. Como compañeros de viaje, reposiciones de dos monstruos del cine de culto, Abel Ferrara y, como no, faltaría más, Russ Meyer, con la rareza vampírica The addiction, el primero, y su quintaesencia estilística Supervixens, el segundo. Siguieron la inquietante May, la orgiástica Shortbus, la coreana Mentiras, película sorpresa, y de nuevo El fotógrafo del pánico. Sexo, terror y lágrimas,... de risa. Como quien dice: “Siéntese y disfrute”.

Ha sido un mes repleto de drama, comedia, fantasía, La respuesta de los ciudadanos fue incluso mayor que las altas expectativas que ya de por sí había. Y a este ritmo, tiene pinta de que Cineuropa va ir a más en las próximas ediciones, en calidad, cantidad y variedad. El espectáculo debe continuar.



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lunes, 17 de noviembre de 2008

CINEUROPA 2008 Edición XXII


PREMIO CINEUROPA 2008:

JAIME ROSALES


Julio C. Piñeiro



El pasado 15 de noviembre tuvo lugar, en el Teatro Principal de Santiago de Compostela, la gala de entrega del Premio Cineuropa 2008, otorgado por el homónimo festival compostelano en su ya 22º edición. Esta vez el galardón recayó en el cineasta catalán Jaime Rosales, reciente ganador del Goya a la Mejor Película y al Mejor Director por La Soledad. La proyección que acompañó al evento fue Tiro en la Cabeza, polémica y controvertida propuesta presentada en el último Festival de San Sebastián y estrenada simultánemente en salas comerciales y en el Centro de Arte Reina Sofía. Por motivos personales del premiado, la entrega del galardón, con su correspondiente intervención, se produjo antes de la proyección del citado film.

Los encargados de conceder el premio fueron Socorro García Conde, tenienta de alcalde y Concelleira de Cultura e Centros Socioculturais del Concello de Santiago, institución organizadora del festival, y José Luis Losa, Director Técnico del mismo. Este último señaló que decidieron premiar a Rosales por su riesgo en el uso del lenguaje cinematográfico, que el cine español está necesitado de agitadores como él y que su última película ha supuesto, nunca mejor dicho, una “bomba” cultural en el panorama cinematográfico de nuestro país. Asimismo, manifestó su admiración por la manera en que Rosales empleaba sus recursos con el fin de describir la dualidad y la cotidianidad de un asesino.

Rosales translada su concepción transgresora del cine a la vida: declaró que los jóvenes, las nuevas generaciones, deben romper las reglas que siguieron nuestros padres y nuestros abuelos, no guiarse por ellas, crearse unas propias, sin por ello dejar de respetarlas y manteniendo siempre los lazos afectivos entre generaciones. Su idea del ciudadano del futuro es la de aquel observador de su alrededor, pero conocedor de sus propias posibilidades: entonces manifestó que su deber como cineasta es “crear” este tipo de ciudadanos.

Afirmó que Tiro en la cabeza va dirigida a los jóvenes de su generación, aquellos que se criaron en el ocaso del franquismo y vivieron de primera mano la Transición. Enseguida explicó con claridad en qué medida está relacionada su alternativa lingü.stica y estilística con la situación política en España, en especial del conflicto vasco: “todos hablan, pero nadie escucha”, y que sólo escuchando se puede llegar a la solución.

La película estuvo desde el primer momento rodeada de polémica y controversia, perfectamente comprensible por el tema que trata. Su estreno en San Sebastián coincidió poco después de un atentado de ETA (ver noticia), por lo que el director barajó hasta el último momento la posibilidad de no estrenarla, ya que seguramente se tergivesaría el objetivo que quería conseguir. Finalmente el film se estrenó, no exento de protestas (1, 2).

En el aspecto propiamente cinematográfico, habló sobre los diferentes elementos que le ayudaron a construír esa narrativa tan particular: además de la eliminación total del audio de los diálogos en la banda sonora, característica más representativa, se apoyó también en la no utilización de iluminación artificial, el uso de teleobjetivos y el empleo de actores no profesionales, “actores naturales”, que realizan el trabajo interpreativo de otra manera, más adecuada para la consecución del efecto deseado. En definitiva, se trató de trabajar “de otra manera”.

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miércoles, 8 de octubre de 2008

EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS - The boy in the stripped pyjamas (2008) de Mark Herman


EXCESO DE LICENCIAS

por Eloy Domínguez Serén

A pesar de la complicidad de la que han hecho gala John Boyne y Mark Herman en el escaparate promocional que supuso la presentación de El niño con el pijama de rayas en el reciente Festival Internacional de Cine de San Sebastián, me pregunto cuán complacido estará, en realidad, el primero con el resultado del trabajo del segundo.

Hay algo que me llama terriblemente la atención en todo este lucrativo asunto. La atrevida infidelidad que caracteriza el tempestuoso idilio entre la narrativa y la industria cinematográfica ha venido agudizando, desde hace mucho tiempo, el recelo con el que los novelistas examinan las adaptaciones que de sus obras se trasladan a la gran pantalla. De hecho, no es poco frecuente que un autor acabe por repudiar, decepcionado o indignado, esa especie de ‘frankestein’ de celuloide que ha contribuido a llenarle los bolsillos. “Soy realmente un especialista en que me destrocen las novelas en el cine”, aseguraba en este sentido Arturo Pérez-Reverte a Miguel Mora en una entrevista para El País en 2003.

Llegados a este punto, me gustaría explicar el por qué de toda esta verborrea obvia y pedante. Lo que me ha extrañado poderosamente en El niño con el pijama de rayas es no sólo que John Boyne no haya cargado contra lo que considero una clara traición al sentido y significado de la obra original, sino que el propio autor haya contribuido a ello, dejándose convencer o, en su defecto, engañar (no olvidemos que Boyne estuvo presente en el rodaje de algunas escenas de la película).

No pretendo gastármelas de purista y acepto indiscutible que los lenguajes narrativo y cinematográfico no sólo no son piezas de sencillo ensamblaje, sino que pueden llegar a ser irreconciliables1, pero considero oportuno, no obstante, establecer una delgada línea ética que permita discernir entre adecuarse a las exigencias de un nuevo código realizativo y tomarse excesivas licencias creativas, sobre todo cuando estas decisiones no siempre están de acuerdo con la esencia del material original.

Además de una adaptación poco convincente, El niño con el pijama de rayas se antoja, en lo estrictamente cinematográfico, una obra simplemente correcta, efectivista, poco sutil y con un empleo de los estereotipos del ‘bien y el mal’ que roza la pretenciosidad doctrinaria. Herman transforma la ingenuidad, cautela y emoción contenida de la historia de Boyne en un alegato amargo, contundente y adulterado. Para el escritor irlandés, su único objetivo con esta novela “pasaba por componer una novela para los lectores más jóvenes”2, una invitación a la reflexión. Por el contrario, a lo que invita la cinta del inglés es a llorar a moco tendido durante gran parte de su metraje y se limita a exponer lo aterrador e inconcebible que fue aquel infame episodio histórico.

Es decir: el film no aporta nada nuevo y pierde la oportunidad de ahondar más profundamente en la naturaleza de una relación en la que, en palabras del propio Boyne, “hay un niño a un lado de la alambrada y otro al otro, y ninguno de los dos entiende lo que está pasando. Una alambrada que ejerce como un espejo y sólo el azar delimita quien está a cada lado”. Por otra parte, de todos los conejos que el realizador se saca de la chistera a fin de articular las diferentes etapas de la narración, tal vez la brillante secuencia final sea la disonancia respecto a la novela que mejor funciona en el film, pero, desgraciadamente, no todas las variaciones gozan de la misma eficacia.

Sin ir más lejos, prueba la manifiesta intención de Herman de abrazar una vertiente más visiblemente dramática la decisión de abarcar temas espeluznantes como la incineración de almas humanas en los crematorios del campo de concentración (algo que no existe en la obra literaria), el documental que muestra el campo como una especie de idílico campamento de verano para judíos (también inédito) o las férreas lecciones antisemitas del profesor de Bruno y Gretel (magnificadas en relación al original).

Por último, y como colofón al exceso de licencias creativas a las que me he referido, n quiero dejar pasar la oportunidad de mencionar una anecdótica escena impactante por su inverosimilitud: comprendo lícito y justificable que una producción británica cuyos cuerpos técnico y artístico son angloparlantes sea filmada en esta lengua, sin embargo me cuesta digerir la escena de la ostentosa fiesta de despedida del coronel nazi, en la que un expresivo cantante lo homenajea con una emotiva canción… ¡en inglés! Nimiedad o no, estimo este ‘desliz’ un aberrante atentado contra el sentido común, que caricaturiza el eterno conflicto entre la narrativa y el cine; entre la adaptación y la reinterpretación.




1 Volviendo a la afirmación de Pérez-Reverte, al leer Territorio Comanche traté de imaginar cómo podría adaptarse aquel material al cine y llegué a la conclusión de que sería prácticamente imposible hacerlo de un modo fiel. Sin embargo, he de reconocer que el resultado final en la cinta de Gerardo Herrero era muy digno, aunque, del mismo modo, es necesario subrayar que el guión está firmado por el propio Reverte en colaboración con Salvador García Ruiz.

2 Entrevista realizada por Ángeles López a John Boyne para la web www.literaturas.com

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lunes, 29 de septiembre de 2008

LA CONJURA DE EL ESCORIAL (2008) de Antonio del Real

UN QUIERO Y NO PUEDO

por Eloy Domínguez Serén


Los antecedentes no invitaban al optimismo y la crítica había sido unánime. Sin embargo, la experiencia me ha hecho afiliarme al “si no lo veo, no lo creo” y di un voto de confianza a Antonio del Real (más alentado por la curiosidad que por las expectativas). Vi y creí, aunque lo segundo me costó bastante más que lo primero, que tampoco fue placentero. Definitivamente, el río iba bien cargado.

Hace algunos años, el gigante de comunicación italiano Mediaset distribuyó para Telecinco, bajo el paradójico nombre de ‘Grandes relatos’, una serie de telefilmes de producción propia en las que Lamberto Bava, Gianni Romoli [1] y compañía daban rienda suelta a su vacuo gusto por la épica, el empalagosismo y la ostentosidad. Aprovechando lo bien que aquel ciclo había cuajado entre las felices familias españolas reunidas en torno al televisor en el ‘prime time’ de los fines semana, no tardó en hacerse esperar la emisión de una nueva serie de ‘Grandes relatos’, con renovados títulos de directores como Fabrizio Costa o Steve Barron.[2]

Pues bien, a medida que me revolvía en mi butaca a lo largo de los aproximadamente ciento veintiocho minutos de duración de La conjura de El Escorial, iba creciendo en mi interior la sensación de estar asistiendo a una nueva entrega de aquella edulcorada saga de telefilmes. Y es que, a pesar de las dos principales virtudes de la cinta de Del Real, la magnífica recreación de la España del siglo XVI y la brillante actuación de Juanjo Puigcorbé encarnando al monarca Felipe II, ‘el rey Prudente’; la calidad del conjunto de la obra no pasa de discreta, llegando a rozar el ridículo en algunas escenas y abrazándolo de lleno en otras.

Una vez finalizado el film, con un epílogo en el que la voz del narrador-historiador relata el destino de los tres personajes principales (Felipe II, Antonio Pérez y Ana de Mendoza) sobre un plano aéreo que se abre mostrando la majestuosidad del monasterio que da nombre a la película; se plantea una gran duda respecto a lo que se acaba de ver: ¿en qué momento habrá perdido Antonio del Real el control sobre lo que estaba haciendo?

No dudo del importante empeño que tanto el director jienense como todo su equipo habrán puesto en las diferentes fases de realización de este proyecto, ni del riesgo que supone afrontar una obra tan excepcionalmente diversa a las pobres comedias ligeras a las que nos tenía acostumbrados en los últimos años, pero fuese cual fuese intención que buscase con este cambio de registro ha resultado, en gran parte, fallida, a pesar de contar con importantes bazas a su favor.

La principal de ellas, sin duda alguna, un presupuesto de en torno a quince millones de euros, cifra que sitúa a La conjura de El Escorial’ como una de las producciones españolas más cara de todos los tiempos[3]. Otro factor a su favor era una historia ‘a priori’ más que interesante: mientras Juan de Austria trata de reprimir a los sublevados en Flandes, una serie de intrigas y conspiraciones golpean la corte de Felipe II, a raíz de la intensa pugna entre la Casa de Alba y la Casa de Mendoza, cuyos principales valedores son la princesa de Éboli y Antonio Pérez, secretario del rey. El asesinato de Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria, el 31 de marzo de 1578, será el detonante de un poco convencial thriller policíaco ambientado en la segunda mitad del siglo XVI.

A fin de otorgar mayor caché a esta producción y facilitar su distribución internacional, todo el film fue rodado en inglés con un elenco encabezado por estrellas internacionales de segunda fila como Julia Ormond, Jason Isaacs, Jürgen Prochnow, Joaquim de Almeida o un recuperado para el cine Fabio Testi, secundados por actores nacionales como Jordi Mollà, el mencionado Juanjo Puigcorbé o Pablo Puyol. Una lástima la elección del idioma. Además de un flaco favor a la verosimilitud de la historia (aprovecho para mostrar mis respetos a Steven Soderberg por haber sido lo suficientemente valiente y coherente como para haber filmado Che: el argentino en español) , esta elección supone también un sólido lastre para la distribución de la cinta en el que con toda seguridad será su principal mercado, el español, ya que el doblaje es realmente deficiente, sobre todo en los casos en los que los actores españoles se doblan a sí mismos. Evidentemente no culpo a los intérpretes, ya que se les exige un trabajo que no es el suyo. Si el doblaje (contra el que soy completamente contrario) en países como el nuestro, Italia o Francia goza de tanta calidad es, precisamente, porque existen escuelas encargadas de formar a profesionales en este ámbito (además de porque son algunos de los poquísimos países en los que se doblan las películas, insisto, una medida inadecuada), por lo que sigo sin comprender por qué no se deja hacer a cada cual su trabajo. No puedo evitar recordar, por ejemplo (y no es, en absoluto, uno de los casos más sangrantes que he visto), lo antinatural que me resultó el ‘autodoblaje’ de Leonor Watling en Mi vida sin mí (Isabel Coixet, 2003), una excelente actriz, no obstante.

Para finalizar, y sin la más mínima intención de parecer cruel, debo hacer referencia a la lamentable historia entre el alguacil Espinosa (Jürgen Prochnow) y la morisca (Blanca Jara). Probablemente, el elocuente “¡por favor!” que una ancianita (que junto al que me imagino que sería su marido y yo, éramos las tres únicas almas en la sala) no pudo reprimir ante la ridícula escena de la desgarradora declaración de amor (mirando al cielo) del destrozado alguacil a su difunta (ups!) prometida, resume a la perfección este pomposo atentado contra el buen gusto.

También contribuye a la falta de aceptación de esa historia de amor la… como decirlo… ‘histriónica’ interpretación de Blanca Jara, que encarna mejor que nadie la defectuosa dirección de actores. Y hablando de histriones, tampoco puedo olvidarme del más que innecesario hombre de fe incapaz de contener su insaciable sed de lujuria pederasta y acaba pagando con su vida sus abusos a un atlético adolescente negro (doble perversión en la época, me imagino).

Para no olvidarme de nada, quisiera significar dos situaciones similares resueltas con dispar fortuna. Mientras la escena del asesinato de Juan de Escobedo tiene algunos detalles de brillantez (en esencial su acertada fotografía y ambientación), la lucha de espadas en las que los personajes interpretados por Mollà y Prochnow luchan por salvar sus vidas contra un grupo de mercenarios está completamente fuera de lugar, con movimientos de cámara, planos y acciones torpes y aleatorios, a lo que se suma un acompañamiento musical sobredimensonado que acaba por antojarse estridente y desagradable y una paradójica sensación de desacertada emulación u homenaje al cine clásico de aventuras.





[1] Director y productor, respectivamente, de títulos como Fantaghirò (1991), Desideria e l’anello del drago (1995), Sorellina e il principe del sogno (1996) o La principessa e il povero (1997).

[2] Realizador de Il cuore e la spada (1998), Il corriere dello zar (1999), ambas con la bellísima Lea Bosco, y María: Madre de Jesús (2000), el primero; y de Merlín(1998) y Las mil y una noches (2000), el segundo.

[3] Según un informe publicado en El Mundo en agosto de 2006, las cinco producciones españolas más caras hasta la fecha eran: Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006), con 22 millones de euros; Los Otros (Alejandro Amenábar, 2001), con 20 millones; Tirante el blanco (Vicente Aranda, 2005), con 14 millones; Los Borgia (Antonio Hernández, 2006), con 10 millones; y La gran aventura de Mortadelo y Filemón (Javier Fesser, 2003), con 7 millones. Desde 2006, pocas producciones nacionales se han acercado ha esas cifras. Entre ellas, cabe destacarEl laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2007), una coproducción hispano-mexicana con un presupuesto en torno a los 13 millones de euros.


Eloy Domínguez Serén

Pontevedra - Galicia

eloy_ds16@hotmail.com

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martes, 23 de septiembre de 2008

VICKY CRISTINA BARCELONA (2008) de Woody Allen


LABERINTO DE PASIONES MEDITERRÁNEAS

Julio C. Piñeiro


Sorprendente. Lo que de entrada podría parecer una comedieta refinada sobre amoríos turísticos, nos va revelando a medida que avanza su metraje una cercanía al melodrama sentimental, pasional, repleto de dilemas, conveniencias e inconveniencias, reflexiones y arrebatos de pasión, aunque sin abandonar una acertada acidez cómica.

De inicio, el señor Allen no se ha andado con rodeos con la elección del título: narra las vivencias de dos turistas americanas, Vicky (Rebecca Hall) y Cristina (Scarlett Johansson) que viajan a una ciudad, Barcelona, para pasar las vacaciones de verano.

Como cabría esperar, no tarda en hacerse esperar la irrupción del machote ibérico (Javier Bardem) un artista atormentado, que ejerce de primer catalizador en la aventura latina de las jóvenes estadounidenses, a través del que se comienza a traza las diferencias de carácter de sus dos protagonistas y la definición de sus conflictos internos.

Sin embargo, el auténtico catalizador mediterráneo del film reside en el personaje de Penélope Cruz, una mujer pasional e inestable, con carácter y desparpajo latino, que de inmediato nos remitirá a un universo almodovariano con resquicios de influencia felliniana.

Quizás el envoltorio latino-mediterráneo que el señor Allen aplica a su obra impida a primera vista distinguir su ‘marca de la casa’, pero bajo todas esas calles estrechas con paredes pintadas de blanco, barrios de prostitutas y cenas hasta altas horas de la madrugada, el neoyorquino compone un notable puzzle de pasiones, sentimientos y dilemas, parejas (o tríos) que se unen y separan… Una temática a menudo recurrente en gran parte de su filmografía, como Maridos y mujeres, Hannah y sus hermanas, Annie Hall o, la por muchos considerada su obra cumbre, Manhattan, donde, además, conceptualiza su ciudad natal como escenario de sus tormentos amorosos y artísticos.

El director no se empeña en hacer un retrato pormenorizado de la Ciudad Condal, de la que básicamente ofrece clichés turísticos de monumentos y lugares de ocio, del mismo modo que con Asturias en la escapada inicial. Su empeño reside realmente en establecer Barcelona como un lugar conceptual, clave en la vida de las dos protagonistas iniciales, que pese a volver, necesariamente, a sus respectivos ‘status quo’ con el final de las vacaciones estivales, residirá para siempre en su memoria como escenario de un período breve pero fundamental en sus vidas.

Notable alto en el trabajo de los actores, especialmente en el caso de Penélope Cruz, por la intensidad y energía de su personaje; Javier Bardem, recreando un artista con fantasmas internos bajo la fachada de mujeriego; y la nueva musa del director, Scarlett Johansson, en su ya tercer trabajo juntos, con un personaje muy diferente a los de la desasosegante Match Point o la desternillante Scoop. En esta ocasión, Johansson es una joven con ambiciones artísticas aún no satisfechas e incertidumbre en el amor. También acertada la hasta ahora más bien desconocida Rebecca Hall (primera mujer de Christian Bale en El truco final, donde la británica también “comparte” hombre con la neoyorkina), en su rol de mujer estabilizada y comprometida que de repente se cuestiona todo aquello en lo que había creído con total convicción.

Interesantes también algunos de los secundarios como el padre del personaje de Bardem (Josep Maria Domènech) o la siempre eficiente Patricia Clarkson, en un papel escrito a su medida, que toma una importancia inesperada hacia el ecuador del film. Si bien el narrador en off empleado puede resultar redundante y cansino, cumple su función de agilizar el desarrollo de la acción, que poco a poco va dando el paso a los elaborados diálogos e imágenes en su función narrativa.

Gran trabajo también el del director de fotografía, el prestigioso e internacional Javier Aguirresarobe, que se decanta por tonalidades cálidas y preciosistas, además de notables logros puntuales como el primerísimo plano en el primer encuentro sexual entre Bardem y Johansson o las escenas en el cuarto oscuro de revelado. Destacable asimismo la banda sonora, que incluye temas de clásicos españoles como Paco de Lucía o Isaac Albéniz y que, junto a diegéticas guitarras españolas, facilitan la inmersión en el ambiente mediterráneo. Por supuesto, sin olvidar el tema principal de la película, de los oriundos Giulia y los Tellarini, que nos habla, como no, de la mágica ciudad de la que recientemente Allen ha afirmado no descartar para un próximo rodaje.

En definitiva, el señor Allen ha pasado la prueba. Ha sabido cambiar el saxofón por la guitarra española, el té de las cinco por el aceite de oliva. Ha podido crear una historia en un ambiente cultural, el mediterráneo, muy diferente al neoyorquino o al londinense, sin perder un ápice de su concepción de la vida y las relaciones amorosas. Ha pasado la prueba, y con buena nota.


Julio C. Piñeiro Sabarís

Pontevedra (Galicia)

kgb_skorpio@hotmail.com

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viernes, 19 de septiembre de 2008

A PROPÓSITO DE: VICKY CRISTINA BARCELONA (2008) de Woody Allen


MÁS ALLÁ DE CRUCES Y BARDEMES

Eloy Domínguez Serén


A pesar de lo mucho que se ha hablado en las últimas fechas de las magníficas actuaciones de los actores españoles Javier Bardem y Penélope Cruz en Vicky Cristina Barcelona, no podemos olvidar que la importancia para el cine español de que un director como Woody Allen haya decidido rodar una película dentro de nuestras fronteras se extiende mucho más allá de que el reparto esté encabezado por dos importantes actores de nuestro país.
Y es que rodajes como el del director de Manhattan constituyen una fantástica oportunidad para el sector cinematográfico del país hospedador, al facilitar la integración de profesiones autóctonos en producciones internacionales, ya sea como miembros del equipo técnico o del artístico (se habrán dado cuenta de ello aquéllos que se hayan fijado mínimamente en los créditos finales de la última película de Wes Anderson, Viaje a Darjeeling). Esta circunstancia, en el este caso de Vicky Cristina Barcelona, es sin duda mucho más significativo que la aparición de Bardem o Cruz (sobresalientes según la crítica de Cannes) en el film alleniano, ya que ha ofrecido a profesionales españoles la excelente oportunidad de participar en una producción hollywoodiense en la que no sólo habrían podido beneficiarse de un enriquecimiento profesional fruto de su colaboración en un proceso de rodaje probablemente muy diverso a experiencias que habrían tenido en producciones españolas, sino que podrían también haber establecido posibles contactos y relaciones profesionales de cara a factibles proyectos futuros que ampliasen sus expectativas laborales. En resumen, el rodaje en España de un film de tal repercusión ayuda, aunque obviamente no en un modo determinante, al crecimiento del cine español en general.
Especialmente significativo es el hecho de que uno de los más grandes directores de fotografía del cine español, el guipuzcoano Javier Aguirresarobe (en la foto), colaborador de algunos de los más importantes directores de nuestro cine, como Víctor Erice, Carlos Saura, Pedro Almodóvar, José Luís Cuerda o Alejandro Amenábar, sea, precisamente, el encargado de la fotografía de Vicky Cristina Barcelona. Además, como curiosidad, podemos subrayar el hecho de que Allen haya escogido la música del grupo barcelonés “Giulia y Los Tellarini” como banda sonora de Vicky Cristina Barcelona, o que haya ofrecido un pequeño cameo a Joan Pera, doblador del cineasta neoyorquino al español, en el mismo film. Cameo en el que, paradójicamente, el actor y doblador de Mataró no dice ni una sola palabra, nueva muestra del peculiar humor de Woody Allen.
Por otra parte este film supone un notable impulso al llamado “cineturismo”, término que se puso de moda tras el boom que supuso para esta industria de reciente expansión el célebre caso de la trilogía de El Señor de los Anillos, que ha catapultado a Nueva Zelanda a la primera línea de los países que explotan este relativamente nuevo y visionario negocio, a la cabeza de la cual se sitúan los británicos con la potente Visit Britain, cuyos últimos proyectos de mayor envergadura han sido la realización de itinerarios turísticos por las localizaciones de la saga de Harry Potter,Orgullo y Prejuicio, Expiación o El Código da Vinci. A pesar de que esta moda todavía no ha sido muy extendida por nuestro país, nuestra industria no es ajena a las posibilidades de este negocio y, aunque probablemente Barcelona no necesite explotar este tipo de oportunidades para atraer al turista a su maravillosa ciudad (retratada también en films como Una Casa de Locos o Todo Sobre Mi Madre), otra de las localizaciones del film, la ciudad asturiana de Avilés, ya se ha puesto manos a la obra. Sin ir más lejos, ya el pasado verano el cineasta americano realizó un pase privado de El Sueño de Casandra en esta ciudad asturiana.
A pesar de que actores y directores se sitúan siempre en primera línea en el salón de la fama del mundo del celuloide, no podemos olvidar que sería imposible realizar una obra cinematográfica sin el duro trabajo de una infinidad de incansables profesiones que se ven relegados, en cuanto a repercusión mediática, a un nombre anónimo en los créditos de
una película (créditos que casi nadie se molesta en leer, ni siquiera durante unos segundos, una vez se ha encendido la luz de la puerta de salida de la sala de turno). Sin embargo, trabajando tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, existen grandes profesionales españoles que han obtenido su justa recompensa (materializada por ejemplo en reconocimientos en festivales) en el panorama cinematográfico nacional e internacional, como los directores de fotografía Javier Aguirresarobe (citado anteriormente) y José Luis Alcaine, los compositores musicales Alberto Iglesias (en la foto), José Nieto y Javier Navarrete, el montador José Salcedo o el director artístico Gil Larrondo, entre otros, además de un innumerable plantel de magníficos profesionales cuyos nombres que tal vez jamás saltarán a la escena pública. Sin embargo no podemos dejar de tener presente su existencia ya que, insisto, sin ellos no existiría el séptimo arte.

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