Julio C. Piñeiro
Cineuropa vuelve a mostrar un año más su predilección por el celuloide asiático y por sus directores más destacados. De esta manera, estrena la reedición que el propio Wong Kar-Wai hizo el pasado 2008 de su película más ambiciosa en cuanto a la magnitud de la producción, que precedió a ese punto de inflexión que fue Chungking express, a partir del cual su filmografía se convirtió en una de las más veneradas en todo el mundo.
Pero la verdad es que en esta película todavía no alcanza la perfección de su propio lenguaje. Es más, la esfera visual y la argumental parecen ir cada una por su lado, y así deberían ser analizadas.
La realización más puramente técnica es de un lujosa factura, con un impresionante dirección de fotografía de Christopher Doyle (con quien repitió hasta 2046). Destaca por la consecución de una estética videoclipera, una atmósfera prácticamente digital, por contraposición al estilo más clasicista y colossal de la gran mayoría de películas de época. Por decirlo así, ofrece una lectura visual diferente al paradigma más hollywoodiense que tan famoso ha hecho a su compatriota Zhang Yimou. Aunque no renuncia evidentemente a esos sempiternos primeros planos y planos detalle cargados de belleza que tanto caracterizan al cine asiático.
Por otra parte, la trama navega continuamente en tierra de nadie, nada entre las lagunas que ella misma se ha creado. Partiendo del personaje, de algún modo estereotipado, del mercernario desencantado (una suerte de homólogo chino al ronin japonés), para indagar más en las causas de su situación que en las consecuencias, lo que sería más habitual. De este modo, teje una historia de desamores, su principal línea temática, en cadena, dibujando una especie de 'círculo de traición', a modo de un ciclo estacional que emplea asimismo para la estructura capitular.
Pero en esta ocasión, ni la música, bastante tópica, ni una voz en off que resulta progresivamente rimbombante y cansina, ayudan al cineasta a crear un clima apropiado para llegar a empatizar con el espectador y que éste se enganche definitivamente a la película.
Por tanto, se trata de un notable ejercicio estético que resulta vacuo y acaba sabiendo a poco, echándose en falta una hábil narración que nutra de significación y pasión a esas bellas imágenes.
1 comentario:
Supongo que es muy difícil separarse de los favoritismos, y Kar-Wai es de mis favoritos. Yo disfruté. Y me gustó el aire que rodeaba a los personajes.
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