ESPECTÁCULO CONTRA ESPECTÁCULO
Julio C. Piñeiro
Julio C. Piñeiro
Vale, que si manipulador, que si sensacionalista,... pero Michael Moore lo que ha hecho es darles de su propia medicina, ha cazado al cazador. Utiliza esa cultura tan yanqui del espectáculo y la grandilocuencia precisamente para desmontar otra farsa mucho más infame: el engaño que, desde que los medios y la propaganda existen, nos llevan sometiendo los amos del sistema, haciéndonos creer que el sistema económico imperante en EE.UU. y, por extensión, en el mundo occidental, es el único ideal, el único que funciona, y que nunca va a fallar. Y como esta crisis que nos aguza hoy en día nos es más que un plan maestro de los tiburones de Wall Street para dar el último golpe a un sistema que se les va de las manos.
El cineasta ataca al capitalismo desde la base, remontándose a los fundadores de la patria americana, los ideales de libertad en que se basaron, y cómo todo se fue tergiversando, la libertad como derecho se fue deformando hacia el liberalismo económico más zafio y destructivo. Llega a apelar al tan amado espíritu de F.D. Roosevelt, con su discurso de esperanza, igualdad y oportunidades que clamó en sus últimos días... pero que todavía hoy no se ha hecho realidad.
El cineasta ataca al capitalismo desde la base, remontándose a los fundadores de la patria americana, los ideales de libertad en que se basaron, y cómo todo se fue tergiversando, la libertad como derecho se fue deformando hacia el liberalismo económico más zafio y destructivo. Llega a apelar al tan amado espíritu de F.D. Roosevelt, con su discurso de esperanza, igualdad y oportunidades que clamó en sus últimos días... pero que todavía hoy no se ha hecho realidad.
Pone el punto de inflexión en la era Reagan, que pasó de poner cara a las grandes compañías en los '50 a ser su marioneta en la Casa Blanca en los '80, avatar de un no-intervencionismo absoluto, necesario en cuanto las economías europeas y japonesa se recuperaron definitivamente de la heridas de la guerra y a EE.UU. se le agotó el pastel del monopolio global.
Puede que nos parezca cínico por parte de Moore criticar a un sistema del que él mismo, de algún modo, se ha beneficiado. Pero nos lleva de nuevo a su Flint natal, una pequeña ciudad de Michigan que vivía de la planta de la General Motors, en la que trabajó el propio padre del cineasta, y que con su cierre se convirtió en poco más que un pueblo fantasma. Su empatía con el problema es entonces comprensible. De esta manera, se puede entender este documental casi como una secuela de Roger y yo después de dos décadas.
Por otra parte, nos ofrece momentos de una comicidad brutal, que llenan la sala de cine de risas e incluso aplausos momentáneos: desde el Jesucristo-capitalista hasta los clamores del gobernador Chuache contra el socialismo.
Algo que llama asimismo la atención son esos momentos que concede a la religión católica, a través de sus pastores, de criticar duramente el sistema. De primeras, el espectador puede sentirse extrañado, o incluso defraudado. Pero leyendo entre líneas, se advierte una cierta línea de antisemitismo muy latente y sutil, que de ser explícita hubiese llevado definitivamente al cineasta directo a la tumba.
No hay absolutamente (y esto es novedad) ninguna referencia a Canadá, y las dedicadas al Viejo Continente son pocas y no siempre halagüeñas. El director consigue evitar casi por completo uno de sus puntos flacos, que son las lecturas políticas. Si bien el esperado 'momento Obama' hizo acto de presencia, emitiendo un tufo panfletario que desvirtuaba de algún modo el discurso combativo, dibujándolo como ese mesiánico avatar de la esperanza que una excelente campaña mediática ha configurado, como una amenaza a las grandes compañías y como objeto de la paranoia antisocialista de una importante sector de la población yanqui.
Pero finalmente, aquello se queda en el detalle. Lo que sí notamos es que no defiende a los demócratas con respecto a los republicanos, sino que, en líneas generales, los mete a todos en el mismo saco, basándose en un acertado, desesperanzador y evidente aunque irrevocable postulado: el poder político está supeditado al poder económico, a los tiburones de Wall Street, los grandes hermanos que lo controlan absolutamente todo, y los políticos, sea cual sea su aspecto, tipología o discurso, no son más que peones, marionetas visibles y brazos ejecutores de su influencia.
No faltan momentos de esperanza, derivados de ese sentimiento grupal y colectivo que surge en tiempos difíciles, cuando la necesidad aprieta. Pero, al igual que en Bowling for columbine, la sensación que nos queda al acabar la película es de desasosiego, de escepticismo radical, ante un gran problema que parece una pescadilla que se muerde la cola, un círculo vicioso de difícil salida.
Puede que los métodos y el discurso combativo de Michael Moore estén continuamente en tela de juicio, pero su rimbombante figura y su dialéctica sensacionalista resulta cuando menos necesaria en esta era de diversificación y omnipresencia mediática, tanto para que sus compatriotas despierten definitivamente del letargo y el engaño, como para que los europeos nos andemos ojo avizor.
2 comentarios:
No me convenció esta película, de algún modo se le ve el plumero. Trata de hacernos creer algo que ni él se cree (y no solo porque cobre 2000 euros por entrevista).
Y si me lo propongo a mi también pueden echarme de un banco.
Sí que tiene algún momento cómico, pero no es suficiente.
Me decepcionó bastante.
Vale, puede resultar cínico por su parte, pero por lo menos el dinero que ha ganado es por productos útiles de alguna manera... otros muchos ganan más dinero qu él pero caminan sólo por la senda del escapismo y la banalidad... además que él si se lo cree, por lo que mencioné de su ciudad natal...
Además, no tiene un tratamiento tan maníqueo como, por ejemplo, Fahrenheit 9/11, (quitando el momento Obama), carga contra toda la clase política, sin distinción. Lo que pasa es que, desde Reagan, los únicos presis no republicanos fueron Clinton (contra cuya administración también carga) y el propio Obama.
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