viernes, 27 de agosto de 2010

DOMINGOS EN SERIE - 22/08/2010 (II)


ATANDO CABOS, ABRIENDO
NUEVOS CAMINOS
Julio C. Piñeiro

Fe de erratas. Sí, el poder haber visto la Season Premiere de Weeds considerablemente antes de su emisión (en uno de esos preair que se agradecen, a la par que hacen a uno morderse las uñas hasta la segunda entrada), unido al desorden metabólico propio de la época estival, cuando no se sabe el día de la semana en que se vive, nos hicieron decidir, la semana anterior, incluir las aventuras (y desventuras) de los Botwin en esta sección dominical, cuando su día de emisión es realmente el lunes. Pero bueno, de momento, seguiremos haciendo esta excepción (no creo que suponga tal barrabasada siendo únicamente un día de diferencia). Más adelante, y viendo como le vaya a The Big C, con la que comparte canal, género y día de emisión, podríamos inaugurar una nueva sección catódica, algo así como “Lunes de Comedia” (podría ser también “Lunes Showtime”, pero sería una publicidad descarada e innecesaria).
Así pues, vamos con las reseñas. Muchos movimientos en el tablero de Rubicon, mientras que se produce un cambio radical en Villa Botwin. No creo que sea necesario avisar de la presencia de spoilers: se tendría que sobreentender en un tipo de artículo en el que son inevitables.
Rubicon 1x05: Connect the dots
El título no podría ser más preciso con respecto a lo que se ve en el episodio. Las diferentes ramificaciones de la conspiración empiezan a salir a la luz, y la mayor sospecha no es ya una teoría: el enemigo está en casa, hasta la cocina misma. Ese tal Donald Bloom, el nombre más relevante de la lista de David, resulta tener una conexión muy íntima con Kale Ingram: sí, este hombre no parecía nada trigo limpio. Will los mira juntos en un restaurante, y Kale advierte su presencia. La verdad es que nuestro protagonista queda muy alterado por este hallazgo inesperado, y se nota. Poco después conocemos, a través de un concienzudo Ed Bancroft (quien precisamente “conecta los puntos” en tiempo récord), que ambos (Bloom e Ingram) trabajaban para la CIA y estuvieron envueltos en una masacre en Beirut resultante de una operación contra Hezbollah.
Lo peor es que esto no es más que el principio, y al espectador se nos dan todavía más puntos que conectar. La mujer del cínico y misterioso Truxton Spangler organiza una fiesta benéfica a la que asisten las cabezas visibles del API, Travers incluido. En aquella fiesta vemos reunidos, en petit comité, a Spangler con aquellos dos hombres tan sospechosos que vimos al final del segundo capítulo, manteniendo una conversación en el que el nombre de Truxton salía a la luz. Uno de ellos ya lo conocemos, y no es otro que James Wheeler, el “amigo de familia” de los Rhumor, sobre el que Katherine realiza un revelador descubrimiento en el episodio anterior. El otro se llama R.C. Gilbert. Will se encuentra con ellos (recordemos que él no puede, o no tiene porque sospechar todavía con respecto a ellos), pero no permanece junto a ellos más que un breve instante, y justo cuando se marcha, llega un cuarto hombre, que de seguro estará metido también en la conspiración. ¿Quién será realmente la cabeza del complot? ¿Aún la tenemos que conocer?
La implicación de Truxton Spangler es máxima. Una vez conocida la conexión de Beirut, Will va en busca del informe que en su momento dejó David acerca de la operación. Y sorpresa: está la carpeta, pero no los documentos, que después vemos destruyendo al propio Spangler. Como colofón a este festín de revelaciones y conexiones, vemos al final del episodio a Truxton reunirse en una nave abandonada con Bloom y uno de los que hombres que espía a Will, aquel afroamericano que llama por teléfono a un destinatario que todavía no conocemos en el plano final del tercer episodio. El encuentro tiene lugar en una nave abandonada junto al puerto, lugar desde el que parece que se mueven los hilos. Allí, el último le muestra a Spangler una grabación de su mejor empleado con el viejo Bancroft, en casa de éste, de una conversación que vemos en este mismo capítulo, en la que parece que Will desiste de sus tentativas. Es entonces cuando el jefe del API da su siguiente instrucción: el seguimiento del otro gran peligro para su tinglado, Katherine Rhumor, de la que ya se han percatado que no es tan ingenua como parece y que está intentando esclarecer unos hechos tan confusos e inexplicables, los correspondientes a la otra parte de la conspiración.
Lo curioso es que los dos grandes cabos, los dos focos que intentan, por su propia cuenta, desentrañar el complot, se cruzan en la fiesta benéfica. Su encuentro se queda en una tímido presentación; obviamente, no saben aún que sus caminos están obligados a juntarse, al igual que vimos que se juntaban el jefe de uno (Spangler) con el amigo de confianza de la otra (Wheeler). Pero la trama de la viuda no se queda aquí. A través de su gestor, descubre un nuevo peón en esa compleja red de tapaderas: una ruinosa empresa textil, de la que le aconsejan deshacerse. Ella acude allí, para intentar saber qué interés podría tener su marido en un activo que sólo daba pérdidas. Allí, consigue abrir, con una fácil combinación, el cajón privado de su marido, donde encuentra algo que puede ser muy revelador de cara a los episodios sucesivos: un recorte de periódico con la noticia del suicidio repentino de un profesor de universidad, varios años atrás.
Como ya hemos dicho, Will Travers queda muy alterado a partir de sus averiguaciones. Nunca lo habíamos visto tan aturdido hasta ahora. Y lo peor es que empieza a temer por su integridad, como podemos ver con la discreta pero afilada advertencia de Kale en la fiesta. Will queda muy aturdido. De primeras, piensa que se le está yendo de la manos, que ha ido demasiado lejos. Así lo vemos profundamente tenso e intranquilo cuando pregunta a Maggie si sabe algo de Kale, a una distancia sumamente íntima que rescata, aunque de una manera muy revertida, su tensión sexual. A nuestro protagonista le puede la ansiedad, y le transmite a Bancroft, muy centrado y entusiasta con la investigación, que lo deja, que no deben ir más allá. Precisamente se trata de aquella conversación que le muestran a Spangler al final del capítulo.
Todavía no podemos determinar con exactitud la motivación real de Travers para hacer este movimiento: ya sea porque de verdad quiso dejarlo en un principio, o si lo que quería realmente era mantener a Bancroft a salvo de ese peligro potencial, o incluso porque pudiese intuir que estaba siendo espiado o grabado. Sea cual fuese la motivación, la jugada le salió redonda. Realiza toda una maniobra de despiste, que le hace ganar tiempo. Y por supuesto que no lo deja, pero a partir de ahora seguirá él solo, sin implicar ni poner en peligro a nadie: en la última secuencia lo vemos en su casa, improvisando un mural en la alfombra, incluyendo todos esos nuevos descubrimientos, con el nombre de James Wheeler como elemento destacado. Entonces oye un ruido brusco, de naturaleza todavía desconocida, que viene de fuera: un cliffhanger simplón, pero coherente y suficiente.
La ansiedad latente que se respira en el aire de las oficinas y pasillos del API puede cobrarse su primera víctima, Tanya. Sus problemas con el alcohol ya son vox populi. Ella queda como responsable de la evaluación del caso de terrorismo internacional de turno, una de esas tramas secundarias cuya función no es otra que la de simular una falsa estructura procedimental, que tarde o temprano acabará aportando elementos para la investigación principal. Vamos ya por el quinto capítulo, la trama avanza, se abren más puertas pero también se han atado bastantes cabos. El asunto va bien encaminado.


Weeds 6x02: Felling and Swamping
Me temo que tendremos que decir adiós a los Botwin. Tranquilos, no han cancelado la serie. Simplemente es que a partir de ahora tendremos que referirnos a ellos como los Newman. Como serie familiar que en el fondo es, el apellido del clan de turno es su necesario elemento definitorio. Todavía vagan sin rumbo fijo: hacia el sur descartado (no sería muy “elegante” pasar ahora por la frontera mexicana), hacia el norte también (el FBI estará tras ellos, controlando las fronteras). Como única salida posible, deciden hacer borrón y cuenta nueva integral, creándose unas nuevas identidades. Este cambio radical queda resumido en ese ritual de mercadillo, esa celebración de la muerte y el nacimiento, con Andy de maestro de ceremonias. Queman en un bidón todo lo que les aferre a sus vidas pasadas, lo destruyen todo: viejos carnets, teléfonos móviles, tarjetas de crédito, cheques regalo,... sólo se quedan con el efectivo.
El punto álgido de este ritual lo pone, como no podría ser de otra manera, Nancy, ahora Nathalie, en un breve pero fabuloso discurso de clausura, que parece marcar las pautas de su comportamiento en la que puede ser la temporada de despedida de esta gran serie. Harta ya de tanta huida, de vivir permanentemente con el miedo en el cuerpo y respirar el peligro en el aire (de lo que aún les queda, y mucho), manifiesta sus profundos deseos de que sea la última y definitiva, de que por fin puedan encontrar estabilidad en sus vidas y conseguir llevar una existencia lo más normal y ordinaria posible. En otras palabras, que todo quede entre la casa, el trabajo y la escuela.
Pero nosotros, y en el fondo también ellos, sabemos que no lo tienen nada fácil. En el epílogo del episodio, vemos como se abre la veda en busca de los Botwin, o cual demonios sea su denominación actual. Y como ya anticipábamos, la cacería se moverá en dos direcciones. Por un lado, el frente extraoficial, clandestino, promovido por un Esteban cuya vuelta a la política está muy en la cuerda floja tras el incidente de Pilar Zuazo, su mano derecha, y que encarga a César, su hombre de confianza, al que vimos ocultar la cinta en el capítulo anterior, que emprenda la búsqueda de los fugitivos protagonistas, de los cuáles Esteban sólo tiene interés, único, explícito y exclusivo, en su recién nacido hijo. La duda que surge en este momento gira en torno a César y las determinaciones que decidirá tomar: si la fidelidad ciega a su jefe, o la todavía incomprensible protección de los Botwin. Esta inesperada ambigüedad puede suponer un importante punto de apoyo sobre el que elevar el pilar argumental de esta temporada.
Por otro lado, tenemos la búsqueda oficial, aquella que copará progresivamente la esfera mediática. El cabecilla de este frente es el agente federal Lipschitz, que de tonto no tiene un pelo y se huele que hay un tinglado muy gordo oculto tras el asesinato de Pilar. Esteban, orgulloso como es, juega al despiste para poder encargarse del cometido exclusivamente por su cuenta, y le proporciona información errónea al agente acerca del paradero de su todavía esposa. Pero Lipschitz no traga, tiene la fuerte intuición de que la clave de ese asesinato está en la señora de Reyes. Así, ordena a su segundo la búsqueda de Nancy, a través de un soberbio plano, que interpela indirectamente al espectador, con una mirada a cámara medio de perfil, de igual modo que César acepta la orden de su jefe. Chapeau por el montaje de esos últimos planos. Menudo duelo a tres bandas vamos a tener por las carreteras estadounidenses, la aventura se intuye apasionante.
Al margen del juego del gato y el ratón, con el que estaremos ocupados bastantes capítulos, la trama sentimental se centrará en un Andy que, habiendo olvidado ya a Audra (o eso parece), tendrá su mejor oportunidad con Nancy ahora que hará el paripé de marido y “padre de familia” (que pecará de ser demasiado poco creíble de puertas para fuera) en el flamante clan de los Newman. Tarde o temprano tendrá que lanzarse: es ahora o nunca. Aparte de eso, el capítulos nos ha traído momentos cómicos muy destacables, como la brusca e inesperada reprimenda de Nancy a Shane, los “Newman” en el todoterreno repitiendo al unísono una grabación secuenciada del ordenador del vehículo, la cajera gótico-siniestra que hace la vista gorda con Silas y Andy, o ese redomado nerd de voz ronca al que acuden para obtener sus nuevas identidades.
Ya se han confirmado para esta temporada las presencias del veterano Richard Dreyfuss, oscarizado por su trabajo en La chica del adiós (1977), la vieja estrella juvenil Mark-Paul Gosselaar (el inolvidable Zack Morris de Salvados por la campana) y la heroína de acción Linda Hamilton, que siempre será recordada por su papel de Sarah Connor en la saga Terminator. Resultará sin duda bastante divertido descubrir de qué personajes se harán cargo y, sobre todo, qué rol tendrán sus personajes en el desarrollo de la serie. También se han confirmado los regresos de Alanis Morissette (Audra) y Jennifer Jason Leigh (la tía Jill). Pero, tal y como se puede leer entre líneas diegéticas, con diálogos lo suficientemente explícitos, el poco rastro que quedaba de los Hodes, así como de su nueva organización narcotraficante, parece haber sido finalmente descartado, tras la decisión de Elisabeth Perkins (Celia Hodes) de abandonar la nave tras la quinta temporada.

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