jueves, 17 de septiembre de 2009

UP / UNA AVENTURA DE ALTURA (2009) de Bob Peterson & Pete Docter


ESA TREPIDANTE AVENTURA QUE ES VIVIR

Eloy Domínguez Serén

Mi amigo Juancho Meis es el compañero de juergas que toda persona querría tener. Sea cual sea el plan, Juancho será siempre el primero en “secundar la moción”. Sin condiciones. Creedeme, ese tío está dispuesto a todo. A todo… siempre y cuando ello no implique quebrantar la estricta orden de alejamiento que él mismo se autoimpuso respecto a las salas de cine. Lamentablemente, mi amigo Juancho aborrece el séptimo arte. Su alegato: “No me creo nada, tío”. Me trae sin cuidado si el prota la palma o no, se forra o no, pilla cacho o no”. Hace un gesto de negación con la cabeza y sentencia: “No empatizo, macho”. Yo no lo culpo. Cuando su idilio con el cine tocó su fin, Kevin Costner y Christopher Lambert eran dos actores de moda.

Sin embargo, este verano logré arrastrar a Juancho a ver Up. Yo pagué, naturalmente. ¿Y sabéis una cosa? No se lo contéis a nadie, pero aquella tarde Juancho gastó más de un ‘kleenex’. Al volver a casa quiso dejar claro que es un tío duro: “No lloraba desde que era crío, lo juro”, aseguró él. Tampoco lo culpo. Aquella tarde también yo volví a ser un niño.

Interior/noche. Sala de cine. 19.30 horas. Juancho y su Acompañante se acomodan en sus butacas. En pantalla vemos los créditos iniciales de Up. Corte a: 19. 45 horas. El Acompañante, hechizado, mira con estupefacción la pantalla y se frota los ojos. ¿Es real lo que está viendo? Corte a: 21.00 horas. Juancho y su Acompañante vuelven a tener ocho años. Su mirada continúa clavada en la pantalla. Ambos disfrutan del espectáculo como los niños que ahora son, boquiabiertos.

Paradoja o no, un ancianito digital ha logrado conmoverme más que cualquiera de los mortales que haya visto en el cine en los últimos tiempos. Up es ternura, aventura, diversión, extravagancia, esperanza y emoción. Optimismo, vitalidad, poesía y ensoñación… Y todo ello sin concesiones, desde el primer hasta el último minuto. Tus defensas emocionales se desvanecen tras la primera escena, en lo que es un comienzo antológico, una brillante lección de narrativa audiovisual y montaje cinematográfico. Setenta años en la vida de Carl Fredricksen pasan por delante de tu retina en apenas unos minutos. Para entonces, ya te has metido en la piel pixelada del señor Fredricksen. Sufres cuando él sufre, ríes cuando él ríe y, sobre todo, lo acompañas sin reservas a lo largo de su aventura. Esa trepidante aventura que es vivir.

Título: Up

Dirección: Bob Peterson, Pete Docter

País: Estados Unidos

Año: 2009

Duración: 96 min.

Reparto: Christopher Plummer, John Ratzenberger, Edward Asner, Delroy Lindo, Jordan Nagai, Paul Eiding

Guión: Bob Peterson

Productora: Pixar Animation Studios

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lunes, 14 de septiembre de 2009

PRÓXIMAMENTE EN SUS PANTALLAS


EL CINE QUE VIENE:
OTOÑO 2009


Julio C. Piñeiro


El esperado estreno este viernes de Inglorious Basterds, la nueva película de Quentin Tarantino, además de ser uno que más expectativas ha levantado este año, servirá además, por un lado, para poner el broche a un temporada veraniega en la que no ha habido puntos realmente álgidos más allá del Anticristo de Von Trier o los Enemigos públicos de Michael Mann, otra de las películas del año, que sin embargo ha tenido una recepción por parte de la audiencia europea más tibia de lo esperado, al contrario que la crítica, que la ha llenado de elogios.

Por otro lado, y al mismo tiempo, puede también considerarse como una apertura de lujo para la temporada otoñal, sin duda la mejor para mi gusto, en dónde se saborean los mejores platos del año, incluso por encima de la invernal, cuando se suelen estrenar las obras que se reparten el pastel de los Oscar, los Globos de Oro y todo el gran grueso de premios (incluidos, por qué no, los Razzie).

Pese a todo, el panorama del último trimestre de 2009 no es tan esperanzador como en años anteriores. Aún así, siempre existen buenos deleites para los ojos (y la mente), como las interesantes propuestas de tres señores directores que nos llegan dentro de dos semanas: Ang Lee nos trae Destino: Woodstock, falso documental en clave de comedia que reconstruye el nacimiento y la celebración del festival más célebre y determinante (por su valor sociológico e histórico) de todos los tiempos. Por su parte, Steven Soderbergh, tras el éxito de su doble entrega sobre la figura del Che, nos trae El soplón, una película que pertenece a su línea comercial (al igual que la saga de Ocean's), la que va alternando con otra más de carácter independiente o incluso experimental (como El buen alemán o Bubble, primero del proyecto de un serie de hasta diez films); esta entrega, protagonizada por Matt Damon, se mueve entre el thriller y la comedia, algo habitual en este prolífico y ávido realizador. El “tercer mosquetero”, y el que tiene pinta de venir con más fuerza, es el argentino Juan José Campanella, con El secreto de sus ojos, un film que ha tenido una grandiosa acogida en Argentina, tanto del público como de la crítica; repiten Ricardo Darín, su actor fetiche, y Soledad Villamil (No sos vos soy yo), que ya trabajaron juntos a las órdenes de Campanella en El mismo amor, la misma lluvia.


Octubre vuelve a ser el mes de los platos fuertes. En su primer fin de semana llegan dos pesos pesados: Jim Jarmusch nos trae Los límites del control, un thriller en su línea personal tan característica, protagonizado por Isaach de Bankolé y una galería de secundarios de lujo (destacar la presencia de los españoles Luis Tosar y Óscar Jaenada); y cómo no, la entrega anual de un Woody Allen que nunca falla: Whatever works, supone su regreso a Nueva York tras su periplo europeo, y la primera colaboración (al margen de pequeños cameos en Días de radio y su fragmento de Historias de Nueva York) con Larry David, co-creador de Seinfeld y director y protagonista de la serie de culto Curb Your Enthusiasm, protagonista de esta comedia romántica que con seguridad nos recordará a clásicos como Annie Hall o Manhattan: es una auténtica pena que el genio de Brooklyn ya no actúe en sus películas, sobre todo en esta ocasión, pero seguro que, pese a todo, será interesante ver cómo se compenetran estos dos gigantes de la comedia, ambos neoyorquinos, judíos e irremediablemente neuróticos.

También será un mes en que las producciones españolas pisen con fuerza. Estaréis pensando seguramente en Ágora, el esperado regreso de Alejandro Amenábar, quizás su propuesta más arriesgada, una superproducción histórica con un reparto internacional encabezado por Rachel Weisz. Además, podremos ver la secuela de REC, que seguro que hará buena caja, aunque de todos es sabido que en el cine de terror, el listón está cada vez más alto. Puede ser que nos llevemos sorpresas agradables con la intimista La máquina de pintar nubes o el relato de reveladores reencuentros que Alberto Rodríguez (7 vírgenes, El traje) nos ofrece en After.

A medida que avance el mes nos iremos encontrando un puñado de títulos curiosos, como la francesa París, con Juliette Binoche y Romain Duris, o New York: I love you, réplica de la Gran Manzana precisamente a Paris, je t'aime, con el mismo formato, y un variopinto plantel de realizadores, en el que llama la atención el debut detrás de las cámaras de Natalie Portman y Scarlett Johansson (esta última como guionista). Y más secuelas: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, segunda entrega de la adaptación de la saga Millenium, y la sexta reedición de la hace tiempo agotada fórmula de Saw.

Por otro lado, los incondicionales del siempre interesante a la par que controvertido y polémico Terry Gilliam, tienen una cita el día 23 con el estreno de El imaginario del Doctor Parnassus, producción inicialmente protagonizada por el malogrado Heath Ledger, cuya muerte repentina obligó a reescribir el guión, de manera que entre Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell completaron el rodaje, encarnando al mismo personaje en diferentes épocas de su vida.

La última semana de octubre nos traerá This is it, documental con los últimos ensayos del recientemente desaparecido Michael Jackson, y que sin duda dejará las salas a rebosar, como si de sus últimos conciertos realmente se tratase. También han logrado un puesto en la cartelera la suiza Home, ¿dulce hogar?, protagonizada por Isabelle Huppert, y la mexicana Sin nombre, una de la triunfadoras en la pasada edición de Sundance.

Llegamos a un noviembre con un escena poco prometedora. Muy poco salvable en la primera quincena, un árido desierto con dos oasis que son la española Celda 211, un drama carcelario de Daniel Monzón (La caja Kovak) protagonizado por Luis Tosar y Marta Etura, y el thriller sobrenatural Tokyo sonata, de Kiyoshi Kurosawa (nada que ver con Akira), premiado en Cannes.

Tomará el testigo Luna nueva, segunda entrega de la saga Crepúsculo, que luchará por coronar la cima de las cintas más taquilleras del año, en dura liza con el último título de Harry Potter. Y hacia el final, Sam Mendes y Ken Loach. El estadounidense estrena Un lugar donde quedarse, que supone un giro hacia el cine independiente. Del británico nos llega Buscando a Eric, un prometedor debut del entrañable ex-futbolista Eric Cantona, a las órdenes de un Loach que, de nuevo junto a su guionista de confianza Paul Laverty, le da un nuevo enfoque al cine social, recibiendo una calurosa acogida en Cannes.

Diciembre tampoco incita demasiado al paladar, aunque en el horizonte, curiosamente descargado de rancias producciones navideñas, siempre se encuentra algo que pueda valer la pena. Es el caso de El baile de la Victoria, con un llamativo y seguramente eficaz tridente Skármeta-Trueba-Darín. O de What just happened?, biopic en tono cómico del productor independiente Art Linson (que no es otro que el propio guionista de la película); el irregular Barry Levinson dirige a un envidiable reparto encabezado por Robert de Niro en esta historia de cine dentro del cine.

Por último, dos esperados regresos. Spike Jonze volverá a desmontar la narración convencional en Donde viven los monstruos, a partir de un cuento infantil de Maurice Sendak. Pero sobre todo, será James Cameron el que despierte muchas expectativas en su retorno a la dirección doce años después de romper los registros de taquilla con Titanic. Durante todo este tiempo, además de productor, realizó varios documentales de temática submarina, además de la serie Dark Angel, con la que Jessica Alba saltó al estrellato. Cameron vuelve en el género que lo hizo grande, la ciencia-ficción, con elementos de thriller y acción toque de la casa, y nos presenta Avatar, en el que además de utilizar innovadoras técnicas de animación que nos dejarán boquiabiertos, se embarcará en la poco sencilla tarea de hibridar el género bélico con la ciencia-ficción más estética y violenta.

Esto es lo que hay. Puede que la temporada invernal esté por encima esta vez, pero bueno, si bien el banquete no es copioso, hay algún que otro buen manjar que llevarse al paladar, que al fin y al cabo, es lo que importa.

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viernes, 4 de septiembre de 2009

HAZME REIR / SIEMPRE HAY TIEMPO PARA REIR - Funny People (2009) de Judd Apatow


NO ES ORO TODO

LO QUE RELUCE

Eloy Domínguez Serén

El humor es un complejo y exquisito arte basado en el engaño y la extravagancia, un bien común de dominio público cuyos códigos parecen haber sido guardados con celo en nuestro ADN. El ser humano ha desarrollado una destreza superlativa en cuanto al uso del humor se refiere, convirtiéndolo en un elemento imprescindible en el manual del animal social. Todos nosotros conocemos el incalculable valor que supone la capacidad para arrancar una sonrisa, sin embargo son pocos quienes han logrado hacer negocio de ello.

Si bien otrora los bufones podían llegar a pagar muy cara la desgracia de no tener gracia, el castigo impuesto a los actuales humoristas, el glacial silencio, también puede llegar a ser fulminante. Tal y como confiesa en uno de sus monólogos George Simmons (Adam Sandler), protagonista de Hazme reír (Funny people, 2009), un cómico sabe que no está haciendo bien su trabajo cuando, desde el escenario, puede escuchar los pasos de la camarera al fondo del bar.

Nosotros, como público, ofrecemos nuestro tiempo, atención y dinero a un desconocido para que nos haga reír, tanto si él se ríe como si no, y exigiremos que nos alegre el día, independientemente de si el suyo ha sido uno de esos de “tierra trágame”. Ante esta perspectiva, cobra más fuerza que nunca la doctrina que confía en los beneficios de “aprender a reírse de uno mismo”. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando un cómico se encuentra en un estado depresivo? En ese caso, ¿quién hace reír a quien hace reír?

Precisamente ese es el eje de Hazme reír, última obra del actual rey de la comedia hollywoodiense, Judd Apatow. George es un humorista de éxito, tan rico y famoso como prepotente y solitario. En apariencia, todo parece sonreírle, hasta que descubre que padece un extraño y grave de leucemia que podría acabar con su vida. Con la ayuda de su fiel escudero Ira (Seth Rogen), una especie de fracasado perrito faldero pagafantas, George se aferrará al humor para combatir el día a día de su enfermedad.

En la comedia, como todo en esta vida, no es oro todo lo que reluce, y el film navega más allá del magnetismo que desprenden los humoristas para dibujar un mundo ferozmente competitivo, donde la zancadilla al concurrente es la vía más rápida hacia el escenario y el ego de las stars es tan desorbitado como las astronómicas cifras que manejan a cambio de, tal y como versa el título de la cinta, hacernos reír.


Ficha técnica y artística

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sábado, 8 de agosto de 2009

EL DÍA DE LA BESTIA (1995) de Álex de la Iglesia



UN PLÁCIDO POST APOCALÍPTICO

Eloy Domínguez Serén

“¡Basta ya de mierdas ‘light’!”. Esta elocuente denuncia, expresada por el personaje de Antonio Resines en Acción Mutante (1993), resume con claridad y concisión la concepción de cine con la que Álex de la Iglesia irrumpió en el panorama cinematográfico español en los años noventa. La citada Acción Mutante,debut en el largometraje del director bilbaíno, El día de la bestia (1995), Perdita Durango (1997), Muertos de Risa (1999) y La Comunidad (2000), supusieron toda una bocanada de turbio aire fresco para nuestra industria durante la última década del pasado siglo.

Ya en 1991, el cineasta vasco había hecho una declaración de intenciones con su primer cortometraje, Mirindas Asesinas, doce delirantes minutos en los que son condensados algunos de los principales elementos de la filmografía del autor: el exceso, lo grotesco, la violencia, la parodia, el absurdo y las balas.

Pero si hay una obra que ha encumbrado al cineasta vasco es, sin duda, El Día de la Bestia, película de culto desde que fuera estrenada a mediados de los años noventa. Hay que tener pelotas para hacer El día de la bestia y, si hay algo que Álex de la Iglesia ha demostrado a lo largo de todos estos años, es que no tiene nada que envidiar al caballo de Espartero.

El bilbaíno no deja títere con cabeza en esta cinta satánica (asesinato de los Reyes Magos incluído) y, si en su ópera prima el blanco de su corrosivo humor había sido la frívola y ‘snob’ sociedad del bienestar (de la que dice que todos son “tontos o modernos”), en El Día de la Bestia el guión firmado por el propio De la Iglesia junto a su colaborador habitual, Jorge Guerricaechevarria, no hace concesiones y reparte palos a diestro y siniestro. El foco de la célebre e hilarante mala leche del cineasta español es especialmente severo ante asuntos como la paranoia de los dogmas de fe, el patetismo de los medios de comunicación (en el que insiste en cintas como Muertos de Risa o 800 balas), la trivialidad de sociedad de consumo y el mal innato al ser humano.

El detonante de esta disparatada historia es la obsesiva demencia de un profesor de teología (Álex Angulo) de la Universidad de Deusto, que cree haber descubierto la fecha exacta en la que nacerá el Anticristo. Tras un prólogo en el que el director deja bien claro cuál será el tono de la cinta, el sacerdote sigue una serie de pistas que lo llevarán hasta una apocalíptica Madrid, una especie de Sodoma y Gomorra postmoderna donde la violencia, el hedonismo y los medios de comunicación (alusión más que explícita al bufón Berlusconi incluida) parecen haber tomado las riendas de la liviana ciudadanía. El religioso sucumbe ante el impacto de un escenario plagado de señales nefastas, donde abundan las ambulancias, los ruidos de sirenas, los incendios, las obras a medio terminar y los vagabundos. Una ciudad en la que, tal y como dice el personaje de Rosario (Terele Pávez) “todo son putas, negros, drogadictos, asesinos...¡qué asco!”.

Una vez en la capital, De la Iglesia y Guerricaechevarria cargan contra todo y contra todos haciendo buen uso de lo grotesco (deuda del cineasta vasco con los Berlanga, Azcona y Ferreri), de lo excesivo, lo absurdo (guiño a su tan querido Buñuel) y lo barroco. El infierno, parece coincidir el bilbaíno con el de Calanda, no es un lugar, sino un estado de la conciencia, y está presente en el interior de todos nosotros.

Es destacable la influencia sobre esta cinta de una de las obras maestras de nuestro cine, Plácido (1961), del sobresaliente tándem formado por los anteriormente citados Luis García Berlanga y Rafael Azcona. Ambas cintas son especialmente ácidas a la hora de retratar con mordaz ironía la embriagadora estupidez que afecta al género humano durante las entrañables fechas navideñas. Del mismo modo, en ambos casos nos encontramos ante sendos personajes entrañables (el padre Ángel Beriartúa y el propio Plácido) ante situaciones límite, donde cada uno de los personajes que van apareciendo en escena resulta aún más grotesco que el anterior.

Sin embargo, la puesta en escena de De la Iglesia (casi todas las escenas transcurren de durante la noche) va mucho más allá de lo que la mayoría de cineastas de este país se han atrevido. El exceso, el barroquismo, el onirismo de sus imágenes es tan desorbitado como delicioso. Prueba de ello es la escena en el interior de la discoteca ‘Infierno’: un local lúgubre y demoníaco, donde un grupo de personajes satánicos da riendo suelta a su desenfreno al ritmo de atronadora música ‘death metal’.

La violencia se desata en cada secuencia, en cada escena, a cada momento: la paliza al presentador de televisión, el intento de secuestro de la joven virgen, el ataque de la madre de José Mari al sacerdote, la agresión de un ‘heavy’ al padre Ángel, el cabezazo de José Mari al culpable de que la grúa se llevase su coche… Violencia, violencia y más violencia en este Madrid infernal.

A pesar de lo surrealista, cómico y absurdo de muchas de las secuencias del film, el realizador sabe cómo asestar un contundente puñetazo en la boca del espectador a través de quienes él considera los verdaderos ‘demonios’: hombres que destruyen a hombres. El verdadero mal es representado en la cinta a través de los viles personajes que, bajo en lema “limpia Madrid”, acaban con la vida de indigentes, inmigrantes o todo aquel que ellos consideran deshechos sociales. Desgraciadamente, no es difícil recordar el escalofriante vídeo del asesinato del joven antisistema Carlos Palomino en el metro de Madrid, que hace unos días sacaba a la luz el diario El País.

El caos en el que vive sumido la ciudad es reforzado por la presencia de varios de los mejores personajes de la filmografía de Álex de la Iglesia. Así, al visionario eclesiástico interpretado por Álex Angulo (que ha trabajado junto al director en cuatro ocasiones) se une una retahíla de estrafalarios e hilarantes personajes encabezados por el tosco José Mari (Santiago Segura), el embaucador profesor Cavan (Armando de Razza), la siempre amenazante (Terele Pávez) o el paródico productor televisivo italiano histérico (Gianni Ippoliti).

De hecho, mención aparte merece el personaje del metalero José Mari, del que el propio Jorge Guerricaechevarría había reconocido que tenía mucha menos presencia en las primeras versiones del guión, en las que moría en la celebérrima escena del cartel de Schweppes. Sin embargo, tanto De la Iglesia como él acabaron por rendirse a la evidencia de que este personaje es una auténtica bomba, un tipo que siembra el caos allá donde va. A pesar de que el papel recayó azarosamente en manos del cómico Santiago Segura, tras el rechazo de Javier Bardem y Gabino Diego, no podríamos imaginar a ningún otro mejor José Mari que el de Carabanchel.

Hoy, en 2009, visto a través de la perspectiva de más de una década, no puede sino echarse de menos el descaro del primer Álex de la Iglesia, el realizador deAcción Mutante, El Día de la Bestia o La Comunidad. Tras varios altibajos y el reciente desconcierto generado por la ‘sobria’ Los Crímenes de Oxford (2008) y la pifia de Plutón BRB Nero (2008), sólo queda preguntarnos cuándo volverá el cineasta que encabezó toda una revolución estética en nuestro cine durante la década de 1990. Por ahora, esperaremos para comprobar si el próximo trabajo del director, La Marca Amarilla (The Yellow Mark), está más cerca de Oxford o de Madrid.


FICHA TÉCNICA

Título: El día de la bestia

Dirección: Álex de la Iglesia

País: Italia, España

Año: 1995

Duración: 99 min.

Género: Criminal, Thriller, Comedia, Terror

Reparto: Álex Angulo, Armando De Razza, Santiago Segura, Terele Pávez, Nathalie Seseña, Maria Grazia Cucinotta, Gianni Ippoliti, Jaime Blanch, David Pinilla y El Gran Wyoming

Productora: Iberoamericana Films Producción, Canal+ España, Sociedad General de Televisión (Sogetel)

Departamento artístico: Salvador López

Departamento editorial: Alejandro Lázaro, Irene Blecua, Ximo Michavila

Departamento musical: Filippo Bussi

Dirección: Álex de la Iglesia

Fotografía: Flavio Martínez Labiano

Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría

Maquillaje: Blanca Sánchez, José Quetglás, Mercedes Guillot

Montaje: Teresa Font

Música: Battista Lena

Producción asociada: Fernando de Garcillán

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viernes, 19 de junio de 2009

¿HACEMOS UNA PORNO? / HAGAMOS UNA PORNO - Zack & Miri Make A Porno (2009) de Kevin Smith


CACA, CULO, PEDO, PIS…

Y MARIPOSAS DE COLORES


Eloy Domínguez Serén


Me pregunto qué pensarán en la actualidad quienes hace una década exclamaban aquello de “de mayor quiero ser como Kevin Smith”. Como diría Alsina, les voy a decir una cosa… este menda fue también en su día víctima de la kevinsmithmanía y, ahora, sólo puedo sugerir: majete, try again. Como dicen que la esperanza es lo último que se pierde, me resigno aún, inocente de mi, a dar por muerto al canalla de espíritu trasgresor que nos regaló Clerks y Persiguiendo a Amy.

Sin embargo, resulta paradójico que lo mejor de Kevin Smith que he visto en los últimos años haya sido An Evening with Kevin Smith, un documental que recoge algunas de las conferencias que el cineasta impartió hace más de un lustro en diferentes universidades estadounidenses. Es una lástima que Smith no logre ya generar con su cine las carcajadas que arranca como monologuista casual.

Cuando, hace cosa de un año, leí que el nuevo proyecto del de Jersey narraría la historia de una pareja de amigos que crean una productora pornográfica para salir de la ruina, pensé “¿el viejo Kevin ha vuelto?”. Ahora, tras ver ¿Hacemos una porno?, me respondo a mi mismo: “otra vez será”. Y si todavía albergo algún resquicio de esperanza es porque, a pesar de todo, creo haber visto, muy en el fondo, algún que otro vestigio del Kevin Smith que todos anhelamos.

¿Hacemos una porno? recupera el espíritu granuja, alborotador y vivaracho de sus primeras películas, pero continúa en la línea soez y efectista del caca, culo, pedo, pis… y tetas, tetas bien grandes y visibles. Y, para contentar a todas las partes, incluye también una inadmisible dosis de romanticismo emperifollada de chorras y cataplines. Así, a pesar de una premisa sugerente, lo que podría haber sido una original y divertidísima comedia desvergonzada acaba por ahogarse en las almibaradas aguas de la previsible y aburrida comedia romántica de manual.

Quinquis, chonis, canis, tortolitos, salidos, macarras, gafapastas, adultos despistaos… Todos, absolutamente todos en la sala sabemos desde el primer minuto cómo acabará la ñoña, cursi y más que típica historia entre Zack y la Miri y, en vano, rezamos para estar equivocados. Por lo tanto, cuando nuestras sospechan se confirman, no nos queda más remedio que, al menos, conformarnos con ver más atributos. Al final, te has reído poco y te has sorprendido menos. Siempre nos quedará Amy.


Título: ¿Hacemos una porno?

Título original: Zack and Miri make a porno

Dirección: Kevin Smith

Guión: Kevin Smith

País: Estados Unidos

Reparto: Seth Rogen, Elizabeth Banks, Craig Robinson, Jason Mewes, Jeff Anderson, Traci Lords,

Dirección artística: Elise G. Viola

Fotografía: David Klein

Montaje: Kevin Smith

Música: Chris Ward, James L. Venable

Duración: 101 min.

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martes, 16 de junio de 2009

TE QUIERO TÍO - I love you, man (2009) de John Hamburg


TE CASASTE, ¿LA CAGASTE?

Eloy Domínguez Serén

No sólo de tetas y culos vive la comedia americana. Tal vez, algún día, enterraremos para siempre las irritantes ñoñeces chico-busca-chica. Mientras tanto, Hollywood parece haber abierto una vía alternativa dentro de la comedia ligera. El mercado teen ha dejado de monopolizar la producción de entretenimiento de consumo rápido y este factor ha desencadenado un nada desdeñable salto de calidad en el subgénero. Afortunadamente, ya no basta con caras bonitas, capitanes del equipo de fútbol, cheerleaders, matones, pringaos, putillas vírgenes y bailes de graduación para apuntarse un buen tanto en taquilla.

Quiero pensar que el público exige ahora algo más y, en consecuencia, la industria norteamericana comienza a ofrecerlo. Se ha establecido un patrón en el que los otrora personajes de las American Pie o Road Trip han dejado de ser estúpidos adolescentes para convertirse en estúpidos adultos. Sobrepasan la treintena de edad y sus cuerpos esculturales y conversaciones banales sobre temas intrascendentales han dado paso a tripitas cerveceras y conversaciones banales sobre temas universales.

En este tipo de cine los conflictos dejan de girar en torno a “a quién invitaré al baile”, para centrarse en las contradictorias vicisitudes de la madurez, el compromiso, la responsabilidad, la familia o el fracaso. El chiste fácil es cada vez menos fácil y la situación absurda menos absurda. Obviamente, no hablo de humor inteligente, pero sí de más calidad, guiones menos burdos, un menor abuso del gag simplón, así como personajes igual de estereotipados, pero más reconocibles en nuestro entorno “real”. Un cine que, apadrinado por Judd Apatow, rechaza la idea de que la diversión y el disparate sólo tiene cabida durante los años mozos.

Haciendo memoria, en los últimos años recuerdo haber pasado buenos e hilarantes momentos con títulos como La leyenda de Ron Burgundy, Bad Santa, Lío embarazoso o Paso de ti. También me he reído de buena gana con Te quiero tío, una original comedia acerca de la amistad masculina adulta, la integración, el matrimonio, la soledad o la (in)madurez. Jason Segel, en la piel de un basto cavernícola entrañable, y Paul Rudd, eterno niño pijo y cursi, forman una pareja tan extravagante como encantadora. Una lástima que, en sus últimos minutos, la película caiga en una empalagosa y molesta noñez que, aún así, no hace desmerecer el resto de metraje.


Ficha técnica y artística

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viernes, 5 de junio de 2009

LOS MUNDOS DE CORALINE / CORALINE Y LA PUERTA SECRETA - Coraline (2009) de Henry Selick


MEJOR MALO CONOCIDO…

Eloy Domínguez Serén

Desde que mi hermana de once años decidió que prefería Crepúsculo a la última de Madagascar, ya casi había olvidado lo que era ser confinado durante dos horas junto a una jauría de críos. Los niños, al menos en el cine, gritan, ríen, lloran, comen con la boca abierta, tiran palomitas, suben y bajan escaleras, entran y salen de la sala porque tienen que hacer pipí y tocan las pelotas en general. Por lo tanto, cuán sería mi satisfacción cuando, al fin, mi silenciosa venganza sería perpetrada de la mano del director Henry Selick y el escritor Neil Gaiman.
De Gaiman había leído Buenos presagios (coescrita junto a Terry Pratchet) y The sandman, por lo que sabía que Coraline no sería Mary Poppins, precisamente. Más bien, se asemejaría a una sucesión de escenas más próximas a la muerte de la madre de Bambi, supuse. Sea como fuere, de lo que estaba seguro es de que en esta ocasión los niños gritarían más que nunca… pero para llamar a sus mamás.

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