CRÍTICA Y CINE:
UNA HISTORIA DE AMOR
Eloy Domínguez Serén
Con el post de la reseña de la película Invictus, Crítica y Cine alcanzaba la estimable cifra de un centenar de artículos publicados. Atrás quedaban veintisiete fascinantes meses de creciente pasión por el séptimo arte, ciento dieciséis insólitas semanas de constantes estrenos, ochocientos catorce días de entusiasmada contemplación de las inagotables vertientes que ha adoptado el cine contemporáneo y nostálgica admiración de clásicos imperecederos.
Todo comenzó en Milán, la madrugada del miércoles 14 de noviembre de 2007, tras la última sesión del Cinema México, un modesto y entrañable cine de una sola sala situado en Via Savona. Había ido a ver la, por entonces, última película de Francis Ford Coppola, Youth without youth (cuyo título se había traducido al italiano como Un’altra giovinezza). Aquella era una de las últimas proyecciones de la cinta, ya que aquella misma semana la retirarían de la cartelera para estrenar A mighty heart, de Michael Winterbottom.
Salí de aquella diminuta sala inquieto, desconcertado y algo ansioso. No pude dejar de pensar en lo que había visto durante todo el camino de vuelta a la residencia de estudiantes en la que vivía, en Via Santander. Creía que, tal vez, mi confusión era resultado de mi, todavía, limitado dominio del italiano.
Cuando, por fin, llegué a casa, aún absorto en reflexiones infructuosas, sólo sabía que no sabía nada. A fin de poner mis pensamientos en orden anoté un concienzudo brainstorming sobre un papel. A continuación rodeé con un rotulador rojo las ideas que, a mi parecer, podrían encerrar algunas de las claves para poder asimilar la trama. Luego traté de dar coherencia a todas aquellas elucubraciones encajándolas en una estructura que acabaría por transformarse en una breve redacción.
Aquel texto apenas esclarecía la mayoría de mis dudas, así que continué corrigiéndolo, desarrollándolo y ampliándolo. Sin ser en absoluto consciente de ello, había escrito mi primera crítica cinematográfica (o, para ser más exactos, una supuesta y atípica reseña de una película).
Así bien, el comienzo de mi idilio con la crítica no respondía a una romántica reflexión sobre gustos o intereses, ni a ningún tipo de pretensión comunicadora, sino, simplemente, a un proceso de indagación, a una búsqueda de respuestas con las que hacer frente a la frustración que produce la incertidumbre.
Dos años, dos meses y veintidós días después de aquella noche iniciática, releo aquel texto con una extraña mezcla de suspicacia, ternura, equidad y nostalgia, junto a una especie de entrañable clemencia hacia uno mismo, como un adolescente que descubre en el desván sus primeros garabatos sobre los cuadernos Rubio.
Mi primer impulso al volver a leer mi crítica de la película de Coppola fue el de querer borrarlo todo y reescribirlo de arriba abajo, línea a línea, idea a idea, palabra a palabra. Habría sido un grave error, ya que ese artículo atesora uno de los mejores testimonios de un tiempo que ya no volverá, de un capítulo finalizado, de un punto y aparte.
Tras la indagación en Youth without youth llegó la fascinación por Paranoid Park (que no se estrenaría en España hasta un año y medio más tarde), y a esta le sucedió la afectuosidad por Caramel.
Medio año más tarde se unió a mi causa mi cómplice y compinche Julio C. Piñeiro, rescatando una antigua reseña que había hecho de Sophie Scholl, a la que seguiría una crónica del primer Encuentro Familias de Cine en Roma. Debo agradecer a Julio su desinteresada entrega y, sobre todo, las fabulosas conversaciones cinéfilas que hemos compartido en Milán, Roma, Pontevedra o Santiago.
Este blog ha sido mi caro diario durante los dos últimos años, mi cuaderno de bitácora, el testigo de mi desenfrenado amor por el cine, mi firme y fiel aliado durante algunos de los momentos más felices de estos veintisiete meses, como mi primera experiencia en el apasionante Festival de Sitges o mi reciente entrevista a Rodrigo Cortés.
Gracias de todo corazón a todos quienes hacéis que esto valga la pena, a quines cargáis de ilusión cada tecla que pulso. Gracias a quienes nos leéis, gracias a quienes nos seguís y gracias a quienes manifestáis vuestras sugerencias, críticas o apoyos a través de vuestros comentarios. Vosotros sois la razón de ser de Crítica y Cine y a vosotros nos debemos.
Gracias a quienes hacen posible que nos deleitemos explorando películas como Paranoid Park, La clase, Hunger, Vals con Bashir, Gran Torino, Déjame entrar, Malditos bastardos (Julio no estaría de acuerdo conmigo en esta última), El secreto de sus ojos, La celda 211 o La cinta blanca y gracias a quienes les precedieron con obras maestras también aquí analizadas como El delator, Rocco y sus hermanos, Simón del desierto o La conversación.
Gracias a Rodríguez Marchante, Costa, Boyero, Santos Zunzunegui, Quintana, Reviriego, Heredero, Losilla y todos los cahiers por servirme de inspiración.
Gracias a quienes me han ayudado a llegar hasta donde estoy, sea cual sea ese lugar. Gracias a María, Iago, Toni, Juancho, Horacio, Rubén y todos los luneros de cine, Marta, Cristian, Tomás, Michi, Ernesto, Javi, Pedro, Iván, Gianni, Luisella, Roberto, Leonardo, Alberto, Josep María, Carmen y María Jesús. Y, gracias, por encima de todo, a la mitad no cinéfila de mi vida, la que me permite permanecer con los pies en el suelo y no flotar a la deriva por una órbita repleta de asteroides de celuloide: mi familia. José, María del Carmen, Araceli y Alba.
Amén. ¿Es todo esto excesivo? ¡Menudo discurso para algo tan anecdótico como el haber alcanzado las cien publicaciones! Probablemente. Tal vez tanto cine me haya vuelto sentimental.
Pero, como diría Aute: “más cine, por favor”.
2 comentarios:
Felicitación doble. De entrada, por la cifra, 100 post ya suena a cifra astuta.
Después, otra vez por haber conseguido levantar este ejercicio de reflexión y constancia que tanto aconsejas jajaj.
Tanto cine, tantas cintas, tantos adjetivos, tanta pasión. Sin duda un blog que seguirá creciendo. Muchísimas gracias por hacerme-nos disfrutar de algo tan emocionante desde una perspectiva única y genial. Vida (cinematográfica y realmente) vivida y congelada en tiempo como el mayor de los tesoros. Punto y aparte. ¿Qué será de Eloy Domínguez Serén en unos años? Quién lo sabe, pero seguro que en estas cien críticas se esconden algunas claves para entenderlo. Enhorabuena a los dos por vuestro gran trabajo y hasta la próxima crítica. Un abrazo.
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