ILUSIÓN Y REALIDAD
Se me agotan los calificativos para describir la excelencia de este cineasta. Encima, su total e íntegra inmersión en la industria pesada del cine no ha implicado, como en otras muchas veces, una mayor o menor pérdida del estilo, el espíritu y la poética personal. Ni que no sepa llevar una producción de altos hornos, con la pirotecnia supeditada a su universo creativo y las escenas de acción fagocitadas por su compleja e intrincada narrativa.
Si en Memento ponía patas arriba la narrativa canónica y convencional, y al mismo tiempo, ofrecía una de las visiones más sinceras acerca de la inestabilidad de los recuerdos y el poder de redentor del subconsciente, con Origen se sumerge de lleno, y a diferentes escalas, en lo más profundo de la mente humana. Introduce una sustancial, trascendente y casi inédita novedad: la experiencia onírica, subconsciente, compartida por varios sujetos, con diferentes niveles, funciones, objetivos y grados de consciencia.
Ese eterno y permanente conflicto entre ilusión y realidad, entre realismo y ensoñación, está presente hasta el ultimísimo plano de la película, y opera como elemento controlador a todos los niveles: como arranque, vehículo para la trama, propuesta estética y significado global. En lugar de optar por una reflexión filosófica y existencial pura, que entraría en un terreno delicado y de difícil mantenimiento dramático, el concepto se desarrolla paralelamente, de manera muy habilidosa, a una interesante y poco recurrente trama criminal, en todo momento interdependiente con esa idea controladora, significado inicial y final del film.
La mayor virtud de Nolan consiste en dar al espectador, progresiva y escalonadamente, las claves necesarias para la correcta comprensión de su complejo e intrincado sistema diegético. Un espectador atento puede bucear por el argumento sin perderse, buscando en todo momento dobles lecturas e ideas entre líneas. Los diferentes capas que, en la diégesis, resultan necesarias para introducirse en los distintos sectores del subconsciente humano, a modo de muñeca rusa invertida, funcionan de manera paralela a los correspondientes niveles narrativos, cuyos saltos, en ambas direcciones, podrían descolocar, en caso de ausencia de las correctas indicaciones, al más concienzudo y reflexivo lector de Borges o Cortázar.
El director y guionista se gana a pulso, se merece todas las posibles licencias y pactos de ficción que, desde el primer momento, son necesarios, por parte de la audiencia, para un óptimo desarrollo del drama, la intriga y el misterio. Nos exige que entremos en una pronunciada espiral de complejidad, pero al mismo tiempo, nos recompensa con las necesarias pistas, revelaciones que en ningún momento resultan condescendientes ni con aroma a inexpresividad narrativa.
Ese discurso enrevesado, pero perfectamente comprensible, y sobre todo, apasionante, unciona finalmente como el vehículo, el soporte, la imprescindible barca de Caronte para dar lugar a uno de los mayores debates ilusión/realidad (y de alguna manera, más implícita y entre líneas, realidad/representación) que jamás se hayan contado. Y aunque el director, pese a ofrecer versiones favorables para ambas partes durante el metraje, se posicione al final en una de las dos opciones, termina de levantar el trofeo a la honestidad dejando al espectador sacar sus propias conclusiones, con un último plano que, de alguna manera, deja el final abierto, abriendo más puertas de las que cierra.
Puede que esta película no llegue a la redondez de Memento, que cuenta con una fórmula más arriesgada, más rompiente, menos efectista y, en definitiva, más reveladora. Pero, sin duda, las ideas presentes en esta película, así como su complejo y rico universo diegético, llenarán no pocos de nuestros pensamientos, concepciones y razonamientos durante mucho tiempo después de haberla visto. Y qué decir, que cada nuevo visionado supondrá una nueva aventura: los innumerables detalles que se pueden descubrir y todas las posibles lecturas, tanto del conjunto como de pequeñas partes, redundan en un auténtico filón. He aquí la primera candidata en firme a mejor película, no sólo del año, sino también, y aunque parezca exagerado y repentino, de esta década que acabamos de comenzar. Así como la (enésima) consagración de uno de los mayores cineastas del nuevo siglo.
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3 comentarios:
Realmente me parece que "Origen" es un film que no deja a nadie indiferente, es único y merece ser visto... Si mantiene su éxito podría ser, para la Academia, la Mejor Película... Y de no ser así, para el público y la crítica lo es...
Acá está mi experiencia con la peli:http://lainteligenciamepersigue.blogspot.com/2010/07/el-origen.html
Pues a mí no me ha gustado.
Me parece super simple, soporífera y absurda.
Mega-hype. Memento o TDK son muchísimo mejores... y esto no le llega a Matrix ni a las uñas.
De soporífera y absurda no tiene nada, y menos de simple. Una película puede ser compleja sin necesidad de ser un laberinto sin salida. Aquí, Nolan va dejando el ovillo para que no nos perdamos.
Ya he dicho que está por debajo de Memento, pero en cuanto a El Caballero Oscuro, no lo tengo tan claro.
Sobre Matrix... está claro que son dos modos muy diferentes de acercarse a la misma dicotomía, aunque la fórmula de Matrix es más ambigua y bastante más efectista.
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