viernes, 4 de septiembre de 2009

HAZME REIR / SIEMPRE HAY TIEMPO PARA REIR - Funny People (2009) de Judd Apatow


NO ES ORO TODO

LO QUE RELUCE

Eloy Domínguez Serén

El humor es un complejo y exquisito arte basado en el engaño y la extravagancia, un bien común de dominio público cuyos códigos parecen haber sido guardados con celo en nuestro ADN. El ser humano ha desarrollado una destreza superlativa en cuanto al uso del humor se refiere, convirtiéndolo en un elemento imprescindible en el manual del animal social. Todos nosotros conocemos el incalculable valor que supone la capacidad para arrancar una sonrisa, sin embargo son pocos quienes han logrado hacer negocio de ello.

Si bien otrora los bufones podían llegar a pagar muy cara la desgracia de no tener gracia, el castigo impuesto a los actuales humoristas, el glacial silencio, también puede llegar a ser fulminante. Tal y como confiesa en uno de sus monólogos George Simmons (Adam Sandler), protagonista de Hazme reír (Funny people, 2009), un cómico sabe que no está haciendo bien su trabajo cuando, desde el escenario, puede escuchar los pasos de la camarera al fondo del bar.

Nosotros, como público, ofrecemos nuestro tiempo, atención y dinero a un desconocido para que nos haga reír, tanto si él se ríe como si no, y exigiremos que nos alegre el día, independientemente de si el suyo ha sido uno de esos de “tierra trágame”. Ante esta perspectiva, cobra más fuerza que nunca la doctrina que confía en los beneficios de “aprender a reírse de uno mismo”. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando un cómico se encuentra en un estado depresivo? En ese caso, ¿quién hace reír a quien hace reír?

Precisamente ese es el eje de Hazme reír, última obra del actual rey de la comedia hollywoodiense, Judd Apatow. George es un humorista de éxito, tan rico y famoso como prepotente y solitario. En apariencia, todo parece sonreírle, hasta que descubre que padece un extraño y grave de leucemia que podría acabar con su vida. Con la ayuda de su fiel escudero Ira (Seth Rogen), una especie de fracasado perrito faldero pagafantas, George se aferrará al humor para combatir el día a día de su enfermedad.

En la comedia, como todo en esta vida, no es oro todo lo que reluce, y el film navega más allá del magnetismo que desprenden los humoristas para dibujar un mundo ferozmente competitivo, donde la zancadilla al concurrente es la vía más rápida hacia el escenario y el ego de las stars es tan desorbitado como las astronómicas cifras que manejan a cambio de, tal y como versa el título de la cinta, hacernos reír.


Ficha técnica y artística

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sábado, 8 de agosto de 2009

EL DÍA DE LA BESTIA (1995) de Álex de la Iglesia



UN PLÁCIDO POST APOCALÍPTICO

Eloy Domínguez Serén

“¡Basta ya de mierdas ‘light’!”. Esta elocuente denuncia, expresada por el personaje de Antonio Resines en Acción Mutante (1993), resume con claridad y concisión la concepción de cine con la que Álex de la Iglesia irrumpió en el panorama cinematográfico español en los años noventa. La citada Acción Mutante,debut en el largometraje del director bilbaíno, El día de la bestia (1995), Perdita Durango (1997), Muertos de Risa (1999) y La Comunidad (2000), supusieron toda una bocanada de turbio aire fresco para nuestra industria durante la última década del pasado siglo.

Ya en 1991, el cineasta vasco había hecho una declaración de intenciones con su primer cortometraje, Mirindas Asesinas, doce delirantes minutos en los que son condensados algunos de los principales elementos de la filmografía del autor: el exceso, lo grotesco, la violencia, la parodia, el absurdo y las balas.

Pero si hay una obra que ha encumbrado al cineasta vasco es, sin duda, El Día de la Bestia, película de culto desde que fuera estrenada a mediados de los años noventa. Hay que tener pelotas para hacer El día de la bestia y, si hay algo que Álex de la Iglesia ha demostrado a lo largo de todos estos años, es que no tiene nada que envidiar al caballo de Espartero.

El bilbaíno no deja títere con cabeza en esta cinta satánica (asesinato de los Reyes Magos incluído) y, si en su ópera prima el blanco de su corrosivo humor había sido la frívola y ‘snob’ sociedad del bienestar (de la que dice que todos son “tontos o modernos”), en El Día de la Bestia el guión firmado por el propio De la Iglesia junto a su colaborador habitual, Jorge Guerricaechevarria, no hace concesiones y reparte palos a diestro y siniestro. El foco de la célebre e hilarante mala leche del cineasta español es especialmente severo ante asuntos como la paranoia de los dogmas de fe, el patetismo de los medios de comunicación (en el que insiste en cintas como Muertos de Risa o 800 balas), la trivialidad de sociedad de consumo y el mal innato al ser humano.

El detonante de esta disparatada historia es la obsesiva demencia de un profesor de teología (Álex Angulo) de la Universidad de Deusto, que cree haber descubierto la fecha exacta en la que nacerá el Anticristo. Tras un prólogo en el que el director deja bien claro cuál será el tono de la cinta, el sacerdote sigue una serie de pistas que lo llevarán hasta una apocalíptica Madrid, una especie de Sodoma y Gomorra postmoderna donde la violencia, el hedonismo y los medios de comunicación (alusión más que explícita al bufón Berlusconi incluida) parecen haber tomado las riendas de la liviana ciudadanía. El religioso sucumbe ante el impacto de un escenario plagado de señales nefastas, donde abundan las ambulancias, los ruidos de sirenas, los incendios, las obras a medio terminar y los vagabundos. Una ciudad en la que, tal y como dice el personaje de Rosario (Terele Pávez) “todo son putas, negros, drogadictos, asesinos...¡qué asco!”.

Una vez en la capital, De la Iglesia y Guerricaechevarria cargan contra todo y contra todos haciendo buen uso de lo grotesco (deuda del cineasta vasco con los Berlanga, Azcona y Ferreri), de lo excesivo, lo absurdo (guiño a su tan querido Buñuel) y lo barroco. El infierno, parece coincidir el bilbaíno con el de Calanda, no es un lugar, sino un estado de la conciencia, y está presente en el interior de todos nosotros.

Es destacable la influencia sobre esta cinta de una de las obras maestras de nuestro cine, Plácido (1961), del sobresaliente tándem formado por los anteriormente citados Luis García Berlanga y Rafael Azcona. Ambas cintas son especialmente ácidas a la hora de retratar con mordaz ironía la embriagadora estupidez que afecta al género humano durante las entrañables fechas navideñas. Del mismo modo, en ambos casos nos encontramos ante sendos personajes entrañables (el padre Ángel Beriartúa y el propio Plácido) ante situaciones límite, donde cada uno de los personajes que van apareciendo en escena resulta aún más grotesco que el anterior.

Sin embargo, la puesta en escena de De la Iglesia (casi todas las escenas transcurren de durante la noche) va mucho más allá de lo que la mayoría de cineastas de este país se han atrevido. El exceso, el barroquismo, el onirismo de sus imágenes es tan desorbitado como delicioso. Prueba de ello es la escena en el interior de la discoteca ‘Infierno’: un local lúgubre y demoníaco, donde un grupo de personajes satánicos da riendo suelta a su desenfreno al ritmo de atronadora música ‘death metal’.

La violencia se desata en cada secuencia, en cada escena, a cada momento: la paliza al presentador de televisión, el intento de secuestro de la joven virgen, el ataque de la madre de José Mari al sacerdote, la agresión de un ‘heavy’ al padre Ángel, el cabezazo de José Mari al culpable de que la grúa se llevase su coche… Violencia, violencia y más violencia en este Madrid infernal.

A pesar de lo surrealista, cómico y absurdo de muchas de las secuencias del film, el realizador sabe cómo asestar un contundente puñetazo en la boca del espectador a través de quienes él considera los verdaderos ‘demonios’: hombres que destruyen a hombres. El verdadero mal es representado en la cinta a través de los viles personajes que, bajo en lema “limpia Madrid”, acaban con la vida de indigentes, inmigrantes o todo aquel que ellos consideran deshechos sociales. Desgraciadamente, no es difícil recordar el escalofriante vídeo del asesinato del joven antisistema Carlos Palomino en el metro de Madrid, que hace unos días sacaba a la luz el diario El País.

El caos en el que vive sumido la ciudad es reforzado por la presencia de varios de los mejores personajes de la filmografía de Álex de la Iglesia. Así, al visionario eclesiástico interpretado por Álex Angulo (que ha trabajado junto al director en cuatro ocasiones) se une una retahíla de estrafalarios e hilarantes personajes encabezados por el tosco José Mari (Santiago Segura), el embaucador profesor Cavan (Armando de Razza), la siempre amenazante (Terele Pávez) o el paródico productor televisivo italiano histérico (Gianni Ippoliti).

De hecho, mención aparte merece el personaje del metalero José Mari, del que el propio Jorge Guerricaechevarría había reconocido que tenía mucha menos presencia en las primeras versiones del guión, en las que moría en la celebérrima escena del cartel de Schweppes. Sin embargo, tanto De la Iglesia como él acabaron por rendirse a la evidencia de que este personaje es una auténtica bomba, un tipo que siembra el caos allá donde va. A pesar de que el papel recayó azarosamente en manos del cómico Santiago Segura, tras el rechazo de Javier Bardem y Gabino Diego, no podríamos imaginar a ningún otro mejor José Mari que el de Carabanchel.

Hoy, en 2009, visto a través de la perspectiva de más de una década, no puede sino echarse de menos el descaro del primer Álex de la Iglesia, el realizador deAcción Mutante, El Día de la Bestia o La Comunidad. Tras varios altibajos y el reciente desconcierto generado por la ‘sobria’ Los Crímenes de Oxford (2008) y la pifia de Plutón BRB Nero (2008), sólo queda preguntarnos cuándo volverá el cineasta que encabezó toda una revolución estética en nuestro cine durante la década de 1990. Por ahora, esperaremos para comprobar si el próximo trabajo del director, La Marca Amarilla (The Yellow Mark), está más cerca de Oxford o de Madrid.


FICHA TÉCNICA

Título: El día de la bestia

Dirección: Álex de la Iglesia

País: Italia, España

Año: 1995

Duración: 99 min.

Género: Criminal, Thriller, Comedia, Terror

Reparto: Álex Angulo, Armando De Razza, Santiago Segura, Terele Pávez, Nathalie Seseña, Maria Grazia Cucinotta, Gianni Ippoliti, Jaime Blanch, David Pinilla y El Gran Wyoming

Productora: Iberoamericana Films Producción, Canal+ España, Sociedad General de Televisión (Sogetel)

Departamento artístico: Salvador López

Departamento editorial: Alejandro Lázaro, Irene Blecua, Ximo Michavila

Departamento musical: Filippo Bussi

Dirección: Álex de la Iglesia

Fotografía: Flavio Martínez Labiano

Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría

Maquillaje: Blanca Sánchez, José Quetglás, Mercedes Guillot

Montaje: Teresa Font

Música: Battista Lena

Producción asociada: Fernando de Garcillán

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viernes, 19 de junio de 2009

¿HACEMOS UNA PORNO? / HAGAMOS UNA PORNO - Zack & Miri Make A Porno (2009) de Kevin Smith


CACA, CULO, PEDO, PIS…

Y MARIPOSAS DE COLORES


Eloy Domínguez Serén


Me pregunto qué pensarán en la actualidad quienes hace una década exclamaban aquello de “de mayor quiero ser como Kevin Smith”. Como diría Alsina, les voy a decir una cosa… este menda fue también en su día víctima de la kevinsmithmanía y, ahora, sólo puedo sugerir: majete, try again. Como dicen que la esperanza es lo último que se pierde, me resigno aún, inocente de mi, a dar por muerto al canalla de espíritu trasgresor que nos regaló Clerks y Persiguiendo a Amy.

Sin embargo, resulta paradójico que lo mejor de Kevin Smith que he visto en los últimos años haya sido An Evening with Kevin Smith, un documental que recoge algunas de las conferencias que el cineasta impartió hace más de un lustro en diferentes universidades estadounidenses. Es una lástima que Smith no logre ya generar con su cine las carcajadas que arranca como monologuista casual.

Cuando, hace cosa de un año, leí que el nuevo proyecto del de Jersey narraría la historia de una pareja de amigos que crean una productora pornográfica para salir de la ruina, pensé “¿el viejo Kevin ha vuelto?”. Ahora, tras ver ¿Hacemos una porno?, me respondo a mi mismo: “otra vez será”. Y si todavía albergo algún resquicio de esperanza es porque, a pesar de todo, creo haber visto, muy en el fondo, algún que otro vestigio del Kevin Smith que todos anhelamos.

¿Hacemos una porno? recupera el espíritu granuja, alborotador y vivaracho de sus primeras películas, pero continúa en la línea soez y efectista del caca, culo, pedo, pis… y tetas, tetas bien grandes y visibles. Y, para contentar a todas las partes, incluye también una inadmisible dosis de romanticismo emperifollada de chorras y cataplines. Así, a pesar de una premisa sugerente, lo que podría haber sido una original y divertidísima comedia desvergonzada acaba por ahogarse en las almibaradas aguas de la previsible y aburrida comedia romántica de manual.

Quinquis, chonis, canis, tortolitos, salidos, macarras, gafapastas, adultos despistaos… Todos, absolutamente todos en la sala sabemos desde el primer minuto cómo acabará la ñoña, cursi y más que típica historia entre Zack y la Miri y, en vano, rezamos para estar equivocados. Por lo tanto, cuando nuestras sospechan se confirman, no nos queda más remedio que, al menos, conformarnos con ver más atributos. Al final, te has reído poco y te has sorprendido menos. Siempre nos quedará Amy.


Título: ¿Hacemos una porno?

Título original: Zack and Miri make a porno

Dirección: Kevin Smith

Guión: Kevin Smith

País: Estados Unidos

Reparto: Seth Rogen, Elizabeth Banks, Craig Robinson, Jason Mewes, Jeff Anderson, Traci Lords,

Dirección artística: Elise G. Viola

Fotografía: David Klein

Montaje: Kevin Smith

Música: Chris Ward, James L. Venable

Duración: 101 min.

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martes, 16 de junio de 2009

TE QUIERO TÍO - I love you, man (2009) de John Hamburg


TE CASASTE, ¿LA CAGASTE?

Eloy Domínguez Serén

No sólo de tetas y culos vive la comedia americana. Tal vez, algún día, enterraremos para siempre las irritantes ñoñeces chico-busca-chica. Mientras tanto, Hollywood parece haber abierto una vía alternativa dentro de la comedia ligera. El mercado teen ha dejado de monopolizar la producción de entretenimiento de consumo rápido y este factor ha desencadenado un nada desdeñable salto de calidad en el subgénero. Afortunadamente, ya no basta con caras bonitas, capitanes del equipo de fútbol, cheerleaders, matones, pringaos, putillas vírgenes y bailes de graduación para apuntarse un buen tanto en taquilla.

Quiero pensar que el público exige ahora algo más y, en consecuencia, la industria norteamericana comienza a ofrecerlo. Se ha establecido un patrón en el que los otrora personajes de las American Pie o Road Trip han dejado de ser estúpidos adolescentes para convertirse en estúpidos adultos. Sobrepasan la treintena de edad y sus cuerpos esculturales y conversaciones banales sobre temas intrascendentales han dado paso a tripitas cerveceras y conversaciones banales sobre temas universales.

En este tipo de cine los conflictos dejan de girar en torno a “a quién invitaré al baile”, para centrarse en las contradictorias vicisitudes de la madurez, el compromiso, la responsabilidad, la familia o el fracaso. El chiste fácil es cada vez menos fácil y la situación absurda menos absurda. Obviamente, no hablo de humor inteligente, pero sí de más calidad, guiones menos burdos, un menor abuso del gag simplón, así como personajes igual de estereotipados, pero más reconocibles en nuestro entorno “real”. Un cine que, apadrinado por Judd Apatow, rechaza la idea de que la diversión y el disparate sólo tiene cabida durante los años mozos.

Haciendo memoria, en los últimos años recuerdo haber pasado buenos e hilarantes momentos con títulos como La leyenda de Ron Burgundy, Bad Santa, Lío embarazoso o Paso de ti. También me he reído de buena gana con Te quiero tío, una original comedia acerca de la amistad masculina adulta, la integración, el matrimonio, la soledad o la (in)madurez. Jason Segel, en la piel de un basto cavernícola entrañable, y Paul Rudd, eterno niño pijo y cursi, forman una pareja tan extravagante como encantadora. Una lástima que, en sus últimos minutos, la película caiga en una empalagosa y molesta noñez que, aún así, no hace desmerecer el resto de metraje.


Ficha técnica y artística

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viernes, 5 de junio de 2009

LOS MUNDOS DE CORALINE / CORALINE Y LA PUERTA SECRETA - Coraline (2009) de Henry Selick


MEJOR MALO CONOCIDO…

Eloy Domínguez Serén

Desde que mi hermana de once años decidió que prefería Crepúsculo a la última de Madagascar, ya casi había olvidado lo que era ser confinado durante dos horas junto a una jauría de críos. Los niños, al menos en el cine, gritan, ríen, lloran, comen con la boca abierta, tiran palomitas, suben y bajan escaleras, entran y salen de la sala porque tienen que hacer pipí y tocan las pelotas en general. Por lo tanto, cuán sería mi satisfacción cuando, al fin, mi silenciosa venganza sería perpetrada de la mano del director Henry Selick y el escritor Neil Gaiman.
De Gaiman había leído Buenos presagios (coescrita junto a Terry Pratchet) y The sandman, por lo que sabía que Coraline no sería Mary Poppins, precisamente. Más bien, se asemejaría a una sucesión de escenas más próximas a la muerte de la madre de Bambi, supuse. Sea como fuere, de lo que estaba seguro es de que en esta ocasión los niños gritarían más que nunca… pero para llamar a sus mamás.

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viernes, 29 de mayo de 2009

MILLENIUM I. LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES - Män som hatar kvinnor. Millennium I (2009) de Niels Arden Oplev


PERO… ¿QUIÉN MATÓ A HARRIET?


Eloy Domínguez Serén

Permítanme fans y puristas criticar la adaptación de una novela de la que no he leído ni una sola página. Es más, confieso las reticencias que suelo tener hacia ciertas adaptaciones de ciertos bestseller que, cada navidad, acaparan los primeros puestos del ‘top ten’ de la sección de literatura de El Corte Inglés (no, no es publicidad encubierta). Esas novelas de las que echamos mano impulsivamente cuando una voz estridente anuncia que “el establecimiento va a cerrar sus puertas”. Ya saben, como los chicles situados estratégicamente al lado de la caja de los supermercados. Disculpen estos prejuicios, pero no hace mucho tuve que escribir sobre Ángeles y Demonios.

Creo que el hecho de ser uno de esos tipos raros ajenos a “lo que se cuece” ha sido una ventaja en esta ocasión, ya que el absoluto desconocimiento que tenía de la trama de la novela de Stieg Larsson ha potenciado mi interés y facilitado mi inmersión en la bien construida red de hilos y personajes que desarrolla la cinta dirigida por Niels Arden Oplev. De hecho, difícilmente se pueden pedir más elementos a un thriller: misterio, crímenes sin resolver, violencia, sexo, corrupción política y empresarial, luchas de poder, linajes putrefactos, xenofobia, misoginia, incesto… Es decir, blanco y en botella.

A la sugestiva y bien hilvanada trama podemos añadir la magnífica composición del atractivo personaje de Lisbeth Salander, interpretado con arrojo por Noomi Rapace, actriz sueca hija de un cantaor flamenco pacense y de una hippie nómada ¿Exótico, verdad? Lisbeth es una enigmática y brillante hacker que se gana la vida haciendo chanchullos como inusual detective. Antisocial, violenta, atormentada, impenetrable, inteligente, visceral… Noomi Rapace sabe aunar en su personaje la brutalidad y la ternura de un animal herido. De este modo, Lisbeth encarna la esencia misma de la obra: astuta, sombría, dinámica, concienzuda, agresiva.

Sin embargo, el personaje central de la obra es, sin duda, Harriet Vanger, protagonista del estremecedor montaje de fotografías del carnaval en el que fue vista por última vez. Por otra parte, resulta extraño el contraste entre todo el tiempo que el director se toma para introducir cada acción y personaje y el que dedica a la resolución de las diferentes subtramas, despachadas precipitadamente, dando demasiadas respuestas en poco tiempo.

Título: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres

Dirección: Niels Arden Oplev

País: Suecia, Dinamarca

Duración: 142 min.

Reparto: Noomi Rapace, Michael Nyqvist, Sven-Bertil Taube, Peter Andersson

Guión: Nikolaj Arcel, Rasmus Heisterberg

Fotografía: Eric Kress, Marcos Engman

Montaje: Anne Østerud

Novela original: Stieg Larsson

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viernes, 22 de mayo de 2009

VACACIONES DE FERRAGOSTO - Pranzo di Ferragosto (2008) de Gianni Di Gregorio


LA VEJEZ ES LA PÉRDIDA

DE LA CURIOSIDAD

Eloy Domínguez Serén

Gianni dedica la mayor parte de sus energías a cuidar de su anciana madre, con la que vive en un pequeño apartamento en el centro de Roma. Un día se presenta en su puerta Alfonso, el administrador, con una montaña de facturas. Gianni debe pagar o tanto él como su madre podrían ser desalojados. Sin embargo, Alfonso propone una alternativa: las deudas quedarán saldadas si Gianni acepta cuidar de la madre de Alfonso durante dos días, uno de ellos correspondiente a la fiesta de Ferragosto. Gianni acepta a regañadientes. Sin embargo, todo se tuerce cuando Alfonso incluye también en el trato a su tía María, una simpática viejecita con algún que otro problema de memoria. Por si eso fuese poco, Gianni se verá obligado a dar asilo a una tercera anciana, madre de un médico amigo del protagonista.

El guionista y ayudante de dirección Gianni Di Gregorio debuta en la dirección cinematográfica con Vacaciones de Ferragosto, una modesta y entrañable comedia en la que, además de dirigir, firma el guión e interpreta al personaje protagonista. Ambientada en el archiconocido barrio romano de Trastevere, lo primero que llama la atención de esta sorprendente película es la gran austeridad con la que se lleva a cabo. Esta economía cinematográfica nos aproxima a esta historia no como espectadores, sino como testigos. En contraposición al frenético ritmo de vida de la capital italiana, todo trascurre con inusual parsimonia en casa de Gianni durante el día de Ferragosto. A lo largo de los apenas setenta y cinco minutos que dura este tierno retrato de la vejez, la familia o la soledad, Di Gregorio impone un tempo lento, muy lento, contemplativo, que nos permite sentirnos partícipes del ritmo de vida las encantadoras viejecitas.

La gran baza a favor de esta comedia es la gran dosis de verdad que encierra. Una honestidad que llega a conmover. En este sentido, es notable la labor de las tres ancianas protagonistas, todas ellas actrices no protagonistas. Su espontaneidad, su frescura, son, sencillamente, entrañables. Entrañables porque podemos asociarlas con alguien a quien conocemos, a alguien muy próximo. Las escuchamos fascinados, sin darnos cuenta de que mostramos a esas tres ancianitas todo el interés que no solemos permitirnos con ese alguien tan próximo. Sin embargo, sus historias son las mismas: las de alguien que, simplemente, necesita ser escuchado.


Ficha técnica y artística

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viernes, 15 de mayo de 2009

ÁNGELES Y DEMONIOS - Angels & Demons (2009) de Ron Howard


¿MENOS MALA SIGNIFICA MEJOR?

Eloy Domínguez Serén


He estado en Roma hasta en cinco ocasiones y, después de ver Ángeles y demonios, me siento engañado. Engañado por historiadores, libros, curas y guías turísticos. Ahora, gracias al profesor Langdon, he podido ver la luz. La próxima vez que visite Castel Sant’Angelo me aseguraré de hallar el pentagrama que me lleve al pasadizo secreto que me lleve al templo de los Illuminati que me lleve a la Verdad. ¿Acaso no dice el octavo mandamiento “no darás falso testimonio ni mentirás”?

Tras rayar el patetismo con El código Da Vinci (2006), Ron Howard lleva de nuevo a la gran pantalla una novela del ocurrente Dan Brown: Ángeles y demonios, publicada tres años antes de la archiconocida El código Da Vinci. Uno no sabe muy bien qué esperar de una película de la que lo que más se ha dicho es que “no es tan mala como su antecesora”. ¿Significa “no es tan mala” que es “mejor”? Si a alguien le sirve de consuelo, no es tan absurda (aunque eso no es mucho decir).

Tras sacar a relucir los trapos sucios de la institución católica y descubrir que, ¡oh!, Audrey Tatou es descendiente directa de Jesucristo, el profesor Tom Langdon Hanks es llamado por el mismísimo Don Vaticano para hacer frente a un enemigo temible: los Illuminati, una sociedad secreta perseguida por la Iglesia en el siglo XVIII debido a su empeño en demostrar que algunos capítulos de la Biblia… como que no les cuadraban.

El Papa ha muerto y el vacío de poder en la Santa Sede es aprovechada por los Illuminati para, como diría la otra, liarla parda: cargarse a un par de ‘preferiti’ (los principales candidatos a ocupar el puesto del recién difunto Santo Padre), poner en jaque a los Carabinieri y a la Guardia Suíza (liderada por un malhumorado Stellan Skargaard), arrojar luz sobre las grandes falsedades del catolicismo y, de paso, hacer volar por los aires la Plaza de San Pedro del Vaticano con un pedacito de la recién descubierta “antimateria”. Y todo eso lo lleva a cabo un único tío, un malo malísimo de esos con cara de mala leche y peor vida que tanto te hace una llave mortal, como se cepilla a media doce de carabinieri con una facilidad pasmosa.

El personaje interpretado por el alemán Armin Mueller-Stahl pide a Tom Hanks en la última escena que, al escribir acerca de ellos, sea benévolo. Por mi parte, trataré de hacer lo propio. Según mi amigo japonés Yusuke Shimizu la película es “entretenida”. Bien, ya he sido benévolo.


Título: Ángeles y demonios

Título original: Angels & demons

Dirección: Ron Howard

Guión: David Koepp, Akiva Goldsman

País: Estados Unidos

Fotografía: Salvatore Tocino

Montaje: Daniel P. Hanley, Mike Hill

Música: Hans Zimmer

Novela original: Dan Brown & Seton Daunt

Reparto: Tom Hanks, Ewan McGregor, Stellan Skarsgård, Ayelet Zurer, Armin Mueller-Stahl

Duración: 140 min.

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