
DE LA VIA VENETO
A LA RUTA XACOBEA
Julio C. Piñeiro
Poco más puedo decir de lo que Lord Eloy no haya ya dicho. Pero, aprovechando la primera vez que puedo escribir más libremente y hablar de mi propia persona, sin verme obligado a someterme a un mínimo de rigor en la forma, el contenido y el enfoque que siempre me exijo en cada nuevo artículo. Seré sincero: no voy a hablaros esta vez sobre cine, sino sobre unas vivencias en las que el cine ha tenido un papel especial.
Tempus fugit. Empiezo mi historia con esta locución latina ya que parece que fue ayer cuando Eloy me propuso embarcarme en esta aventura creativa, con el inicial, y quizás también vigente propósito de dejar constancia escrita de nuestras discusiones cinéfilas, elucubraciones teóricas más o menos serias, diversas filias y fobias y demás idas de olla.
El escenario era óptimo. Yo me encontraba viviendo la dolce vita romana lo mejor que se podía con una beca Erasmus, el mismo año en que mi compañero hacía lo propio unos kilómetros más arriba, en la capital europea de la moda y el comercio, el carácter padano por contraposición a la felliniana vida romana o al folclórico sur.
Un año clave en nuestras vidas, no sólo por las inolvidables fiestas, viajes y experiencias en un marco de intercambio de culturas en múltiples niveles, sino también por la gran oportunidad que ambos tuvimos de disfrutar en su plenitud el arte de la imagen en movimiento.
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