UN FASTUOSO SPOT
DE 99 MINUTOS
Eloy Domínguez Serén
El campo de la pragmática es fascinante. A pesar de la literalidad con la que se ha traducido al español el título de la película A single man, ópera prima del gurú de la moda Tom Ford, ciertas connotaciones del título original se desvanecen con la traducción; una pérdida conocida como “lost in translation”.
En efecto, aunque single puede traducirse como soltero, este término anglosajón también equivale a solo o único. Los tres diferentes significados de este vocablo se ajustan con precisión a la identidad de George Falconer, protagonista de la novela homónima de Christopher Isherwood en la que se basa la cinta de Ford.
Presentada el pasado 11 de septiembre en el Festival de Venecia, en el que el actor Colin Firth fue premiado con la Copa Volpi al mejor actor, este drama introspectivo, impregnado por los códigos visuales del spot publicitario, es un sofisticado ejercicio estético tan excesivamente pomposo como majestuosamente elegante.
La espléndida fotografía del joven barcelonés Eduard Grau, la exquisita música del polaco Abel Korzeniowski y el montaje fraccionado de Joan Sobel otorgan a esta obra una plasticidad fastuosa, amplificada por una ostentosa labor de vestuario y maquillaje, marca de identidad de Ford, célebre por su contribución al resurgimiento de la firma italiana Gucci en los años noventa y por sus campañas para Yves Saint Laurent.
Sin embargo, Un hombre soltero flaquea cuando se somete a un análisis que traspasa la radiante epidermis de su puesta en escena. Tanto Colin Firth como Julianne Moore realizan un trabajo admirable encarnando al impecable George y a la lastimera Charley, respectivamente, pero la arquitectura de sus personajes no logra explotar al máximo las cualidades interpretativas de ambos.
Estas limitaciones están condicionadas por el limitado tiempo narrativo de la historia, en la que apenas transcurren veinticuatro horas, desde el alba de una mañana lectiva hasta el amanecer del día siguiente.
Sin embargo, a pesar de ciertas carencias del guión, el actor británico, omnipresente en la obra, conmueve en la piel del ególatra profesor universitario homosexual abatido por la accidental muerte de su pareja.
Gran parte del atractivo de esa cinta reside en la fascinación que Tom Ford demuestra por la seductora belleza de sus personajes, especialmente acentuada en los casos de Nicholas Hoult, Keri Lynn Pratt o del modelo bilbaíno Jon Kortajarena, a través de sensuales primerísimos planos y planos detalle en los que el autor se recrea con un expresivo juego de cromatismo y saturación, cuya insistente reiteración acaba por atenuar sus efectos simbólicos.
3 comentarios:
Es una película que Tom Ford decidió rodar para que me gustase.
Fue inevitable.
Por cierto, vi hace poco Distrito 9, y aunque mucha gente me habló mal de ella, me parece que es bastante buena...¿tú qué opinas?
Me ha gustado, una suerte haberla visto en versión original. Enhorabuena por el blog, le auguro un futuro lleno de lectores. Alex.
Fantástica película, lástima que no haya tenido más promoción. Respecto al tema de los colores que criticàis, fijaos que son más o menos saturados (llegando al blanco y negro) en función del estado de ánimo de George.
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