TIM BURTON SE TAMBALEA
EN SU PEDESTAL
Eloy Domínguez Serén
Se me ocurre un posible grupo de Facebook del que podría hacerme seguidor: “señoras que vieron la Alicia de Burton antes que la de Disney”. Probablemente seríamos pocos, pero plenamente conscientes del abismo que separa a ambas películas. En efecto, tras la decepción que me produjo la versión de Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton, acudí de inmediato al clásico de dibujos animados en busca de respuestas. ¡Ese sí es maravilloso! Lo primero que pensé en aquel momento fue que al director de Eduardo manostijeras (1990) y Ed Wood (1994) se le había apagado la bombilla. Lo segundo, que ojalá yo hubiese tenido diez años en 1951.
Desconozco con exactitud hasta qué punto tanto una como la otra son o no fieles al díptico Alicia en el País de las Maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí de Lewis Carroll, pero lo cierto es que la versión burtiana anula incomprensiblemente las principales virtudes de la película de Clyde Geronimi, Hamilton Luske y Wilfred Jackson para crear un producto que sólo acierta en su función, tal y como dice Ernesto Pérez Morán, de “vender palomitas”.
El director californiano se toma demasiado en serio a sí mismo y aprovecha la legitimidad de desvincularse de la obra original para emprender un afanoso empeño por demostrar ser el más creativo, visionario y transgresor. Sin embargo, el resultado no es más que la repetición y reiteración de un distintivo que lo había encaramado a un pedestal que comienza a tambalearse. Otros lo llamarán “estilo único”, “seña de identidad” o “autoría”.
El mayor error de Burton es el pretender ordenar el caos. Eso es como mear contra el viento. ¿Por qué dar cohesión y coherencia a una obra cuya inmortalidad reside en el desorden, la confusión, el disparate, el absurdo, el surrealismo, el onirismo? El cineasta antepone la acción a la fascinación, la motivación a la ensoñación y lo fantasioso a la fantasía. Donde antes había deliciosos y sarcásticos mensajes ocultos ahora no queda más que fuegos de artificio.
Tal vez resulte sintomático que la obra infantil de Disney sea incluso más perversa que la de un director célebre por su particular representación de lo siniestro.
La eterna Alicia, aquella niña soñadora, caprichosa, quejumbrosa, fisgona y testaruda, ha crecido y se ha transformado en una heroína mesiánica apática, movida por la responsabilidad en lugar de por la curiosidad.
¿Qué nos queda, entonces? Ni siquiera la espectacularidad de un falso 3D cuya atracción apenas duró, en mi caso, el tiempo que tardé en acostumbrarme a una pantalla de 21 metros de alto y 600 m2 de superficie.
3 comentarios:
Como te había dicho antes, también me decepcionó. Se que los artistas tienen la libertad de tomar una obra y trabajar con libertad sobre ella. En este caso se convirtió en producto. La película es más explicativa que explorativa y el mundo fantasioso y la historia están tan tegiversadas que uno se termina aburriendo porque ya no sabe qué está viendo realmente. Me encantó tu crítica. Abrazo.
Estoy completamente de acuerdo. Le robó la magia al mundo de Alicia.
Hola desde Ruta 42.
Yo también puse la crítica pertinente, pero no he entendido la película de la misma forma.
Si me parece una película válida entendiendo que es una segunda parte de la de 1951.
No me ha decepcionado, ha sido exactamente lo que yo esperaba. Pero si estoy encontrándome con mucha gente que esperaba más de la película.
Yo tras saber que sería Burton (el de ahora, alejado del antiguo), película de Disney, para todo el mundo, ver trailers, imágenes y demás... era bastante sencillo saber lo que podía esperarse y atenerte a ello.
Quizá el problema ¿no será que la gente esperaba más de lo realmente prometido?
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