domingo, 4 de abril de 2010

Crítica de una crítica: LA CLASE / ENTRE LOS MUROS - Entre les murs (2008) de Laurent Cantet


LA CRÍTICA DE UNA CRÍTICA

Eloy Domínguez Serén

El curso pasado, cuando estudiaba en la Universidad Pontificia de Salamanca, el profesor Michi Huerta nos propuso un interesante ejercicio en su asignatura Espectáculo, Ficción y Realidad. Tras proyectar el documental Je t'aime... moi non plus: Artistes et critiques (Maria de Medeiros, 2004), el profesor nos planteó analizar el texto de un crítico o, en otras palabras, realizar la crítica de una crítica. En mi caso elegí un texto de uno de los críticos a los que más admiro, E. Rodríguez Marchante, sobre una de las películas que más me han gustado en los últimos años, La clase (Entre les murs, Laurent Cantet, 2008). Aquí está el resultado.

Crítica de LA CLASE, publicada por E. Rodríguez
Marchante en ABC (16 de enero de 2009)

Empieza el curso. Los profesores se presentan a la cámara. Los alumnos se presentan al profesor. La clase se convierte en una ventana por la que miramos todos. Ellos, sin duda, saben que estamos ahí, mirando, pero hay un tono, una frescura, una apariencia de verosimilitud, de documental, que nos indica lo contrario: miramos sin que lo sepan. Ellos son los alumnos y el profesor de una clase de lengua francesa en un colegio multirracial de una barriada a las afueras de París, y nosotros somos los del patio de butacas. Qué situación tan extraña, y tan edificante y provechosa... Todos estamos dentro de una película, pero todos tenemos la extraña sensación de los personajes de Amenábar en "Los otros".

Cinematográficamente, la película de Laurent Cantet es un prodigio de puntería y de oportunidad: la educación, el lenguaje, la relación entre alumnos y profesor, la sustancia maleable, flácida, en la que a veces se sustenta el poder... Pero además es un privilegio: asistimos a un profundísimo experimento, pues sólo hay personas, ni un sólo personaje, incluido el propio profesor, François Bégaudeau, realmente educador y también autor del libro y del guión que sujeta la película, titulado originalmente "Entre les murs".

El entretejido del montaje (aquí espléndido) siempre es un tablero de mando, un as en la manga, una varita mágica, pero, en "La clase" consigue que el tiempo y las relaciones fluyan como agua cuesta abajo, que huela a día a día: es natural la imagen, rica en planos cortos, elocuentes, y es abierta, espontánea, la palabra, que sirve como escudo y como arma, como tema de conversación y de conservación. Sólo un cineasta grande es capaz de mostrar al tiempo y perfectamente enfocado al grupo y al individuo: con qué naturalidad vamos conociendo a cada uno de los alumnos y sus puñetas.
Hay, en el fondo de "La clase" un perfecto tratado de filosofía sobre la acción y la reacción, sobre el dominio y la autoridad, sobre la sublevación y la sumisión, sobre castigo y penitencia...Como en cualquier clase, en cualquier curso, en ésta se asiste a docenas de lecciones, la mayoría de ellas lingüísticas y humanas. Una enorme: no es cierto que "intramuros" se esté a salvo, pues es constante la filtración en esa clase del mundo exterior, un mundo recio, racial, lleno de penurias y reflejo de una Francia tan diversa en culturas y clases como un ala entera del Museo de Ciencias. La película no sale de allí, pero entra a raudales la circunstancia de cada alumno, inmigrante, añorante y, lamentablemente, ignorante, pero con una fuerza y una resolución que dan miedo, o pena, o ternura. Hay cien películas que podrían hacerse aquí sobre ese tema, la educación, la lengua, la pertenencia... Como es natural, no se hará ninguna. Lo cual es casi de agradecer, porque así veremos siempre ésta.


UN PRODIGIO DE PUNTERÍA
Y OPORTUNIDAD

Eloy Domínguez Serén

He aquí un ejercicio ejemplar. La crítica de Rodríguez Marchante de la película La Clase (Entre les murs, 2009), vencedora de la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes, es uno de esos textos que mueve al espectador a comprar una entrada y disfrutar, con garantías, del espectáculo. Una gran crítica de una gran película. Con un texto breve pero exhaustivo, sustentado sobre una estructura concisa y bien definida, Marchante abarca todos los aspectos de la obra del francés Laurent Cantet de un modo elegante, accesible y contenidamente efusivo.
El texto arranca con fuerza, contextualizando el escenario y ubicando a todos los agentes (actores, equipo de realización y público) en un mismo espacio compartido: el aula de un instituto de un barrio conflictivo de París. En este sentido, aunque obvio, es un acierto por parte del crítico el señalar los rasgos que aproximan a La Clase al cine documental, percibiendo en la cinta “un tono, una frescura, una apariencia de verosimilitud”. No obstante, también Carlos F. Heredero apunta en la editorial de enero de Cahiers du cinèma hacia un nuevo modelo de cine caracterizado por “el fecundo intercambio de códigos entre la ficción y el documental”.
Tras la contextualización, Marchante ofrece una primera valoración del conjunto de la obra, de la que asegura ser “un prodigio de puntería y oportunidad”. Llegados a este punto, el crítico responde a la pregunta en la que tanto insiste el cineasta Sidney Lumet en las páginas de su autobiográfica Así se hacen las películas: “¿cuál es el tema de la película, su espina dorsal, su arco?”. Por supuesto, el crítico también enfatiza la figura de François Bégaudeau, protagonista, guionista y autor de la novela Entre les mures, en la que se inspira el film.
Siguiendo el orden lógico del análisis, Marchante pasa de lo general a lo particular, valorando tres elementos fundamentales en todo producto audiovisual: montaje, imagen y palabra. De hecho, uno de los grandes logros de este texto es la virtud de definir el uso de la palabra en la película de Cantet como “escudo” y como “arma”, ya que la piedra angular de la obra es la ambición de un profesor de educar a través del diálogo, del debate, de la estimulación del espíritu crítico, del rechazo de las férreas normas de autoridad. Una doctrina que Bégaudeau acatará hasta sus últimas consecuencias.
Este ‘tour de force’ es analizado por Marchante desde la óptica de la contraposición entre argumentos capitales tratados en el film. El crítico establece, así, la dualidad entre grupo e individuo, acción y reacción, dominio y autoridad, sublevación y sumisión, castigo y penitencia. Un entramado, no obstante, extrapolable más allá de las cuatro paredes del aula, ya que La Clase representa, en palabras del propio Marchante, “el reflejo de una Francia tan diversa en culturas y clases como un ala entera del Museo de Ciencias”.
Como cierre a una crítica excelente, el autor arroja el guante a nuestra industria cinematográfica, asegurando que los conflictos planteados en la cinta francesa responden a problemáticas también candentes en la sociedad española actual; aunque, se lamenta, una película así nunca será hecha en nuestro país.
A pesar de la innegable calidad del texto de Rodríguez Marchante, se echa de menos el tratamiento de algunos aspectos interesantes. Por ejemplo, referencias a la biografía y filmografía de Laurent Cantet, director de Hacia el sur (Vers le sud, 2005) o Recursos humanos (Ressources Humaine, 1999), información que, tal vez, ayudaría a profundizar en las inquietudes y motivaciones que lo han llevado a realizar este magnífico film de un modo tan excepcional. De hecho, el francés es un cineasta comprometido políticamente y defensor de las libertades y garantías sociales y laborales. También sería interesante hablar del ‘modus operandi’ de Cantet y Bégaudeau a la hora de abordar el guión, quienes impartieron un taller en un instituto a lo largo de todo un curso escolar. Los alumnos que participaron en esta iniciativa acabaron siendo, a la postre, los protagonistas de la cinta. Esta actividad fue determinante a la hora de lograr la verosimilitud y cotidianeidad que respira toda la cinta. Por último, aunque no sea una información imprescindible, no habría estado de más señalar la particularidad de que La Clase es la primera película francesa en ganar la Palma de Oro en más de dos década. Esta vez, Cantet sí ha sido profeta en su tierra.

Aprovecho la ocasión para añadir la crítica que yo escribí en su momento de esta gran película, también publicada en este blog.

DIÁLOGO Y DEMOCRACIA

ENTRE MUROS

Eloy Domínguez Serén

Son tiempos de incertidumbre para la industria cinematográfica. La tecnología digital ha dinamitado los códigos de producción, distribución y exhibición de productos audiovisuales. “Cine para todos”, es, en apariencia, la nueva consigna del cine actual. El digital ha generado un marco de constante reinvención y revitalización del lenguaje cinematográfico, sembrando un terreno fértil para el brote de nuevas convenciones y tendencias. Sin duda, una de las características más significativas de las nuevas producciones es “el fecundo intercambio de códigos entre la ficción y el documental” pregonado por Carlos F. Heredero en las páginas de Cahiers du cinéma. En este sentido, la Palma de Oro otorgada a La Clase en la última edición del Festival de Cannes no sólo supone un más que merecido premio a una obra sublime, sino que crea una mirilla que permita al gran público aproximarse a las tendencias cinematográficas del panorama actual, despertando su interés hacia films ‘menos visibles’.

Sea cual sea la vara de medir que usemos, La Clase se revela como una obra magnífica. Su realizador, Laurent Cantet, destila frescura en cada plano, atento al más mínimo vestigio de la magia que irradian sus jóvenes actores. La historia exhala verosimilitud en sus diálogos, en sus conflictos, en su día a día. Fascina el grado de empatía de los personajes y el compromiso sincero del director desde el primer hasta el último frame. Pero, sobre todo, La Clase aporta verdad. Una verdad que sólo podría haber sido plasmada del modo en que Cantet lo ha hecho: filmando la cotidianeidad de adolescentes reales en un instituto real, junto a sus verdaderos profesores y progenitores. En su afanada búsqueda de representación de lo real, Cantet ofrece el papel del profesor protagonista a François Bégaudeau, escritor de la novela autobiográfica Entre les murs, en la que se inspira de la cinta.

La Clase no pretende ser un alegato contra los males endémicos del sistema educativo. Tampoco propone respuestas, ni soluciones, sino que interroga a la escuela desde sus propias aulas. ¿Qué es educar? ¿Quién debe asumir y ejercer esa responsabilidad? ¿Cómo se instruye a un buen ciudadano? El profesor Bégaudeau compone un microcosmos donde el diálogo es la única senda hacia el espíritu democrático. Un espacio público y crítico que se opone a un sistema determinado por las reglas de la autoridad.


TITULO La clase TITULO ORIGINAL Entre les murs DURACIÓN 128 min PAÍS Francia AÑO 2008 DIRECTOR Laurent Cantet GUIÓN François Bégaudeau, Robin Campillo, Laurent Cantet FOTOGRAFÍA Pierre Milon, Catherine Pujol y Georgi Lazarevski MONTAJE Robin Campillo y Stéphanie Léger REPARTO François Bégaudeau, Nassim Amrabt, Laura Baquela, Cherif Bounaïdja Rachedi, Juliette Demaille PRODUCTORA Haut et Court

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