domingo, 30 de mayo de 2010

FALLECE DENNIS HOPPER


EL ÚLTIMO NIÑO MALDITO
DE HOLLYWOOD


Maximiliano Curcio


Su carácter indomable, sus excesos con las drogas, sus infernales matrimonios, su talento polifacético, sus papeles de villano antológicos y muchas otras cualidades más convirtieron a Dennis Hopper a lo largo de medio siglo de trayectoria en uno de los artistas más prolíficos de Hollywood y en una de las personalidades más misteriosas. Aunque la historia diga lo contrario y se empecine en negarlo, aunque sea uno de los interpretes menos valorados, aunque su conducta volátil lo convirtiera en un proscrito para la industria. Seria injusto recordar a Dennis Hopper solo como uno de los intérpretes secundarios más brillantes. Su trascendencia va más allá. Y puede comenzar a percibirse a través de esa mirada profunda, intrigante e intimidante. Hopper redefinió a su paso el término versatilidad. Salvando las distancias, así como un Orson Welles contemporáneo.

Lideró una camada de bad boys de Hollywood surgida mediados de los años ’60: Warren Beaty y Jack Nicholson fueron dos de ellos. Ellos fueron los encargados de abrirle las puertas a una nueva generación, que se sacudía el polvo de la guerra de Vietnam y que recibía con los brazos abiertos a un cine que se renovaba en géneros, temáticas, realizadores y estrellas. De una genialidad única, que combino genuinas destrezas artísticas, inquietudes culturales, pasión por su profesión y una rebeldía innata propias de los tiempos de Woodstock y el flower power.

Nació en Kansas y se formó actoralmente con Lee Strasberg en el Actor’s Studio. Sus comienzos en el cine fueron nada menos que junto a James Dean en Rebelde sin causa (1955) y Gigante (1956). Su carrera sufrió pronunciados altibajos por sus problemas con el alcohol y las drogas, lo que llevo a notorios paréntesis en su filmografía. Con un centenar de títulos que lo tuvieron como interprete, su salto a la fama se produjo en 1969 cuando guionó y dirigió Easy Rider. Los años ’80 fueron su regreso triunfal a los primeros planos: Terciopelo Azul (1986), a las órdenes de David Lynch, nos regaló un protagonista para el recuerdo, mientras que Colors (1988) y Labios ardientes (1990) lo volvieron a mostrar como un director sólido, provocativo y con ideas firmes.

Los años ’90 lo encontraron en la compulsividad e incontinencia interpretativa y por primera vez sucumbiendo a papeles (en su mayoría de villanos) del Hollywood mas comercial, un terreno esquivo para el hasta entonces. Speed (1994) y Waterworld (1995) se confundieron con títulos de corte independiente como The Blackout (1996) o Amor a quemarropa (1993). Los 2000 lo encontraron a las órdenes del mítico George A. Romero en La tierra de los muertos vivientes (2005) y en la más reciente película de la galardonada Isabel Coixet en Elegy (2008).


Cultivó amistades tan disímiles como las de Vincent Price y John Wayne. Se peleo con los popes de la industria, su vida fue un autentico carrusel: el hombre que abandonó rodajes, que desconocía la diplomacia y que incendió más de un camarín tuvo el privilegio de dirigir a grandes actores (Peter Fonda, Sean Penn, Don Johnson) asi como de estar a las órdenes de históricos directores. Su filmografía tan despareja como icónica, atesora títulos de serie B que se entremezclan con films de culto como La Ley de la Calle (1984), Hoosiers (1986) o El Amigo Americano (1977) y grandes clásicos como Apocalypse Now!
(1979).

La contracultura, el rock & roll, las drogas y la wild life fueron la filosofía de una generación a la que Hopper represento como paradigma. Vivió como quiso, nadó contra la corriente, los privilegios de la fama lo atormentaron pero no lo vencieron. Conoció el cielo y también los infiernos. Se auto exilió, atravesó años de ostracismo, supo recuperarse, reírseles en la cara a sus propios demonios, esos que lo habían enloquecido y seguir haciendo de las suyas hasta que una maldita enfermedad apagó su intensa luz. Un hombre que en vida cimentó su propia leyenda y fue dueño de su destino. Semanas antes de su muerte recibió su merecida estrella en el Paseo de Hollywood. Pero su legado ya lleva escrito varias décadas y algunas de las páginas más célebres del cine. Un rebelde sin causa de los que hoy ya no existen.



1 comentario:

john mcclane dijo...

Excelente artículo de un actor cuyo legado podrá seguir siendo disfrutado por las generaciones venideras. Afortundamente alcanzó a ser reconocido en vida.

Saludos ;)