WALL·E: CLASICISMO
POSMODERNO
Germán Muñoz
Capítulo III: Posmodernidad: crítica y condicionante
La Posmodernidad, tal y como la describe Jean Baudrillard, es el tiempo de “la miniautirización, el telemando y el microprocesado del tiempo, los cuerpos, los placeres” (Baudrillard, 1985:191). Tras la muerte de Dios anunciada por Friedrich Nietzsche, los metarrelatos que hasta la fecha aportaban respuestas absolutas a las grandes preguntas del mundo se han desvanecido y, en su lugar, aparecen nuevos cultos, como el culto al cuerpo, gozar del “aquí y ahora”, entre otros. Estos nuevos relatos hacen renacer la idea del yo: el individuo deja de creer en los ideales colectivos y se refugia en su propio ser de una sociedad agresiva que reprime las pulsiones del ser humano.
Este contexto social es el que se pone de manifiesto en Wall-e y que es atacado fuertemente. Una sociedad fundamentada exclusivamente en el capitalismo y en la que no existen unos valores sólo puede desembocar en un proceso de alienación del individuo. El mundo propuesto en Wall-e no deja de ser otra distopía muy en la línea de las propuestas de Aldous Huxley en Un mundo feliz y George Orwell en 1984. La humanidad está destinada al fracaso, a la destrucción.
La nave Axiom, tal y como se puede observar a lo largo de la segunda secuencia analizada, no deja de ser una alegoría a las grandes superficies comerciales, símbolo paradigmático de la lógica capitalista. Los humanos que se muestran en Wall-e sólo viven para consumir. Ésa es su única finalidad en la vida y, en cierto modo, no deja de ser un reflejo de la sociedad actual, en la que “la compra compulsiva/adictiva es siempre el ritual diurno destinado a exorcizar la horrenda aparición de la incertidumbre y la inseguridad que acosa por las noches” (Bauman, 2003:87). En este sentido, Wall-e se articula como una exageración de los comportamientos humanos en esta época.
La nave Axiom, tal y como se puede observar a lo largo de la segunda secuencia analizada, no deja de ser una alegoría a las grandes superficies comerciales, símbolo paradigmático de la lógica capitalista. Los humanos que se muestran en Wall-e sólo viven para consumir. Ésa es su única finalidad en la vida y, en cierto modo, no deja de ser un reflejo de la sociedad actual, en la que “la compra compulsiva/adictiva es siempre el ritual diurno destinado a exorcizar la horrenda aparición de la incertidumbre y la inseguridad que acosa por las noches” (Bauman, 2003:87). En este sentido, Wall-e se articula como una exageración de los comportamientos humanos en esta época.
Otro de los aspectos presentes de la Posmodernidad es la tecnolatría. Para autores como Fredric Jameson, la tecnología es una muestra del “poder inmenso, propiamente humano y antinatural, de la fuerza de trabajo inerte acumulada en nuestras máquinas” (Jameson, 1991:79) y, de un modo más superficial, también sirve como “representación temática del contenido: por ejemplo, historias que tratan acerca de procesos de producción, incluyendo cámaras de cine y vídeo, magnetófonos y toda la tecnología de producción y reproducción del simulacro” (Jameson, 1991:84).
En Wall-e, la tecnología juega un papel importantísimo. De hecho, el propio protagonista del film es un robot, un ente tecnológico. En este caso, hay una divergencia en la mostración de la tecnología. Por un lado, se presenta como positiva: la tecnología permite engendrar personajes como Wall-e y Eve, robots con sentimientos capaces de salvar la humanidad de su sino fatal; pero por el otro, la tecnología es la que convierte a los humanos en seres asociables y, si bien puede crear robots buenos, también puede crear robots malvados (como es el caso de AUTO).
La película, en definitiva, recrea un posible futuro en el que todas las tendencias de la Posmodernidad se presentan elevadas a la enésima potencia y sólo un ser del exterior, ajeno a las sinergias que envuelven la Axiom, puede finalizar este proceso de degradación de la raza humana.
En cuanto a la producción, Wall-e es una película que se realiza completamente dentro de la posmodernidad y su propia concepción refleja este hecho. Una de las características más notorias es la presencia de la expresión estética del pastiche, “un ejercicio de mimetismo inofensivo y neutral, sin pretensiones satíricas ni propuestas alternativas, ni, desde luego, mística alguna de «originalidad» tras la orquestación irónica de estilos ya desaparecido: de ahí el papel fundamental de la intertextualidad y lo que Jameson denomina «canibalización azarosa de todos los estilos pasados»” (Stam, 2001:346). En Wall-e, tanto el pastiche como la intertextualidad se dan conjuntamente a lo largo de la película.
El caso más evidente es el personaje de AUTO, una referencia clara de HAL 9000, antagonista en 2001: Una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick. En este caso, la referencia es tanto en el aspecto físico del robot (el ojo rojo) como en la autonomía de pensamiento de ambos y sus ansias de poder. En cierto modo, es como si hubiesen cogido a HAL 9000 y lo hubiesen incrustado en la película. Este acto, además, evidencia una actitud un tanto desacralizadora: toman un personaje de una de las películas más vanagloriadas de la historia del cine y lo incluyen en un film de animación enfocado a un publico familiar. Esta actitud no deja de ser una muestra de este cine de combinación que instaura la Posmodernidad, en el que “nos sumergimos en el reino de lo que ya se ha dicho, ya se ha leído y ya se ha visto; yo he estado allí, yo ya hice eso” (Stam, 2001:347).
La intertextualidad en Wall-e la encontramos de dos modos: en textos citados explícitamente y técnicas cinematográficas que constituyen una alusión intertextual (Stam, 2001:241). En relación al primer tipo, la referencia más importante y con más peso dentro de la narración es la cinta de vídeo y la música de Hello, Dolly! De hecho, Wall-e empieza con la canción Put on your sunday clothes, de la banda sonora del musical de Gene Kelly. La canción se desliga completamente de la película original para entrar a formar parte de la narración de Wall-e. Otra canción de la película que también aparece es It only takes a moment, que se convierte en un leit-motiv de la película, puesto que suena en todos aquellos momentos en los que Wall-e contempla a Eve (desde que observan la llama del mechero, en la primera secuencia analizada, hasta el final de la película, cuando Wall-e recupera la consciencia). Se demuestra, por lo tanto, que en la Posmodernidad existe “una capacidad proteica de cambiar de significado según los distintos contextos nacionales y disciplinarios en que se emplee” (Stam, 2001:343).
En cuanto a las referencias a técnicas cinematográficas, en Wall-e hay algunos planos que remiten a otros géneros. Por ejemplo, en la primera secuencia, cuando se está presentando a Wall-e, el tipo de encuadre muy abierto y la desestabilización de la cámara junto con breves zoom in y zoom out, hacen pensar en los recursos estilísticos que se utilizan para dotar de verosimilitud propuestas que pretenden hacerse pasar por “documentales”. Este tipos de planos crean la sensación de que hay alguien que está grabando con una cámara, lo cual resulta imposible en una película de estas características porque no existe el dispositivo cinematográfico.
Junto a la intertextualidad, hay otro aspecto clave de la Posmodernidad que se hace patente en Wall-e, y es la mezcla de géneros. Este film parece un compendio de distintos géneros. El primer acto, que corresponde a toda la acción que transcurre en la tierra, es prácticamente mudo. Los personajes se expresan mediante gestos y hay una serie de gags, utilizados para caracterizar el personaje de Wall-e, que remiten directamente a Charles Caplin y Buster Keaton. Además, la narración se centra básicamente en la relación entre Wall-e y Eve.
A partir del segundo acto, la película toma un rumbo totalmente distinto. La narración entra en un terreno más cercano a la ciencia ficción, con un argumento con tintes a Naves misteriosas, de Douglas Trumbull, donde la botánica y los robots desempeñan un papel muy importante.
Finalmente, con el regreso a la tierra al final del tercer acto, se concluye la historia iniciada en el primer acto. En otras palabras, dentro de Wall-e convergen dos historias que, aunque no ser completamente independientes, sí que resultan un tanto autónomas la una de la otra.
Todos estos elementos que se mezclan entre ellos y van articulando el film son los que permiten afirmar que Wall-e manifiesta todas aquellas tendencias propias del contexto histórico en el que se desarrolla la producción.
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1 comentario:
Excelente crítica. Saludos.
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