EDUCACIÓN, DOCTRINA,
EXPERIENCIA Y APRENDIZAJE
Eloy Domínguez Serén
De vez en cuando, pequeñas joyas logran colarse de puntillas en nuestras carteleras avaladas por la acumulación de méritos y reconocimientos en diferentes festivales. Este es el caso de An education, una cinta independiente británica presentada hace ya más de un año en los festivales de Sundance y Berlín y que llega a España tras haber obtenido tres candidaturas a los premios Oscar (mejor película, actriz y guión adaptado).
Esta modesta y deliciosa película dirigida por la danesa Lone Scherfig se ha ganado el respaldo y afecto del público especialmente gracias al asombroso magnetismo de su joven protagonista, Carey Mulligan. La actriz londinense, que tenía veintidós años cuando rodó el film, se ha convertido en una de las grandes sensaciones del último año, sobre todo a raíz de su nominación al Oscar y al premio a la mejor actriz en la última edición de los premios BAFTA, en las que se impuso a dos estrellas de la talla de Meryl Streep y Audrey Tautou.
An education, ambientada en un suburbio londinense de 1961 e inspirada en la autobiografía de la escritora Lynn Barber, narra la relación de una brillante estudiante de dieciséis años con un hombre de negocios de treinta y cinco, y el modo en que este idilio se interpone en la aspiración de la joven a ingresar en la facultad de literatura inglesa de la prestigiosa Universidad de Oxford.
La monótona, disciplinada, exigente y gris vida de Jenny en casa de sus padres colisiona con el esplendoroso mundo que le ofrece David, un universo de restaurantes de lujo, conciertos de música clásica, subastas de arte y románticos viajes a Oxford y París.
¿Cómo es posible que nos podamos llegar a creer que un curtido treintañero pueda haberse enamorado de una mojigata adolescente? Tal vez porque también nosotros, sea cual sea nuestra edad, nos hemos sentido completamente cautivados por la deslumbrante vitalidad de esta entusiasta y fantasiosa muchacha.
O, tal vez, como sucede a los padres de la joven, porque no hemos podido evitar ceder al irresistible y sofisticado encanto de David, admirablemente interpretado por Peter Sarsgaard.
El actor estadounidense asume con acierto el enrevesado reto de enfrentarse a un personaje ambiguo y enigmático, del que nos cuesta discernir si es el providencial salvador de Jenny o un pérfido depredador sexual.
Esta ambigüedad está muy presente en la trama del formidable guión escrito por Nick Hornby, célebre autor de Alta fidelidad, quien demuestra un enorme talento para reflejar la atmósfera conservadora, severa y patriarcal que regía la sociedad burguesa británica previa a la revolución del 'Swinging London'.
La gran virtud de esta película es su liberación de los patrones y clichés de este tipo de dramas adolescentes. No se entrega a la simplificación de una asunción de roles de víctima y verdugo, sino que establece las consecuencias lógicas de los errores cometidos por seres humanos que se equivocan, se precipitan, se tapan los ojos y se autoengañan; desde la pareja protagonista hasta los progenitores de la joven, interpretados por Cara Seymour y por un soberbio Alfred Molina.
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