DE
Julio C. Piñeiro
Se trata del regreso de FlashForward, la gran apuesta de
Tras dos capítulos (el primero de ellos doble), se ve que han tomado nota y han corregido ciertos errores (o vicios) con los que perdían puntos. Especialmente en el abuso de ciertas licencias que la naturaleza de su propia ficción permitía hasta cierto punto, es decir, el montaje desordenado y descompensado con el que en algunos capítulos se intentaba deslealmente atrapar al espectador de principio a fin. No han vuelto a repetir ese truco, que pese a conservar cierto paralelismo con el desarrollo general de la trama, resulta incluso gratuito y chapucero. Aunque siguen cayendo, como la mayoría de las series de este tipo, en vicios comunes, como son las situaciones de acción predecibles o la resolución pueril de ciertos lances.
Otra novedad es la mayor presencia e importancia de la alteración temporal opuesta a la que da nombre a la serie, abriendo las tramas hacia el pasado, tanto de la intriga criminal como de los dramas personales, revelando información que modifica nuestras ideas sobre los hechos, cerrando lagunas y creando otras nuevas. Es una manera hábil e interesante de darle juego al desarrollo de la trama ante la inminencia de las situaciones que cada uno vio el día del desmayo global, cuyo irremediable cumplimiento o no sigue siendo el enigma central de la serie y, por su bien, se debe mantener así hasta el final.
Por otra parte, la subtrama de Tracy, la hija de Aaron, pasa de la anécdota al primer plano, y parece tomar una senda paralela al resto de acontecimientos, sin tener, a botepronto, ninguna conexión con las causas y consecuencias del desmayo. La medida en que se vaya revelando esta conexión y su trascendencia en el ‘mosaico’ será el tercer gran pilar en que se sustente la intriga.
Asimismo, habrá que prestar atención a la evolución de los conflictos de cada personaje en relación con lo que vieron en esos 2 minutos y 17 segundos del 6 de octubre de 2009. La que más y la que menos funcionan como complemento y respiro a la intriga criminal, con respecto a la que, en un principio, se desarrollan de manera independiente. A la vez que resultan totalmente necesarios para dotar de empatía y contenido emocional a la serie: únicamente con el suspense no basta (¿qué sería de Expediente X sin la tensión sexual latente entre Mulder y Scully, o Perdidos sin el triángulo Jack-Kate-Sawyer?).
El mosaico se irá completando poco a poco y el tablero en la visión de Mark Benford irá tomando sentido. En este punto, los guionistas (y productores) no deben rizar el rizo creando lagunas y subtramas que compliquen hasta la extenuación la resolución final. La serie tiene que moderar su aceleración para no ser efímera, pero mucho cuidado con una ampliación excesiva de la trama, que puede llevar al alargamiento infinito y al laberinto sin salida, una trampa en la que han caído bastantes series y de la que ninguna, ninguna ha salido bien parada. El tiempo dictará sentencia.
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